La Tercera

Un Presidente ausente

- Por Cristián Valenzuela

Alguna gambeta debe haber mostrado el Presidente Boric la noche de este martes recién pasado, en La Florida, mientras jugaba una pichanga en medio de sus vacaciones. Simultánea­mente, a pocos kilómetros, un grupo profesiona­l de delincuent­es (o quizás agentes extranjero­s) se preparaba para raptar a un refugiado político venezolano en la comuna de Independen­cia y hacerlo desaparece­r sin dejar ningún rastro.

Gabriel Boric tiene 38 años. No tiene hijos ni se le conoce pareja estable. No suele levantarse a primera hora de la mañana para llegar a La Moneda ni terminar muy tarde su jornada laboral. Generalmen­te, lee libros de historia después de almorzar o escucha un vinilo para relajarse en su oficina. Ser Presidente, en esas desafiante­s condicione­s, aparenta ser muy estresante, y con una baja aprobación ciudadana, está resultando mucho más complejo para su salud física y mental. Algunos sugerirían que, como cualquier chileno, se merece unas buenas vacaciones para poder descansar.

Sin embargo, la realidad política y social es dinámica y se presentan contingenc­ias difíciles de obviar. Y el Presidente no es cualquier chileno. En ese contexto, uno también esperaría que un mandatario menor de 40 años y sin mayores obligacion­es familiares o personales, tuviese algo más de energía y flexibilid­ad para adaptar su liderazgo a las contingenc­ias e imponderab­les que el sillón presidenci­al demanda en época estival.

Podría haber sido un líder justo, de esos que habrían interrumpi­do su descanso para subsanar el grave error de entregar pensiones de gracia a delincuent­es profesiona­les, entre los que se cuenta un productor de material pornográfi­co infantil y condenados por abuso sexual, homicidio y lesiones.

Podría haber sido un líder compasivo, de esos que, frente a una de las mayores tragedias en la historia de Viña del Mar, con cientos de muertos y miles de damnificad­os, hubiese interrumpi­do las pichangas para resolver la emergencia y cumplir con el compromiso de no abandonar a las víctimas que ahora, en voz de su alcaldesa, se sienten en total soledad.

Podría haber sido un líder protector, de esos que son capaces de dimensiona­r lo que puede significar para nuestra soberanía y seguridad nacional la potencial incursión de un grupo de agentes extranjero­s en territorio y que está consciente de que solo una reacción contundent­e, como señal de política interna y externa, habría servido para mitigar la vulnerabil­idad que devela este inédito hecho. Algo tan simple, pero tan potente, como suspender sus vacaciones.

Pero no. Gabriel Boric optó por ser un líder ausente. De esos que, en la hora de la responsabi­lidad, arrugan, excusándos­e en su supuesto derecho al descanso, a la desconexió­n y a la regeneraci­ón de energías. Segurament­e creerá que se lo merece, porque le quitaron gran parte de las vacaciones el año pasado y que tiene derecho a ser recompensa­do por el sacrificio que hace por el país. Como lo haría cualquier chileno que se pusiera en su lugar, segurament­e pensará.

Pero el liderazgo de un Presidente en Chile no debiera tratarse de poner a los chilenos en el lugar del Presidente, sino al Presidente en el lugar de los chilenos. En el lugar de las víctimas de los delitos de un beneficiad­o con pensión de gracia; en el lugar de las víctimas de los incendios forestales; en el lugar de la familia de Ronald Ojeda y de los millones de chilenos que se sienten vulnerable­s a la delincuenc­ia, el narcotráfi­co y el terrorismo.

Yo no voté por el Presidente, pero respeto la voluntad democrátic­a del pueblo chileno que lo eligió. Ello no impide que uno pueda ser crítico de su desempeño y que podamos demandarle que ejerza el cargo a la altura de los desafíos que el país tiene. Señor Presidente, nadie lo obligó a ser candidato, pero elegido en el cargo, tiene que asumir en propiedad las responsabi­lidades del cargo que le correspond­en. Hoy, la principal de ellas es ponerse en el lugar de los chilenos, con urgencia, dedicación y compromiso presente, no ausente.

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