La Tercera

Gobernabil­idad y liderazgo: los grandes ausentes

- Mariana Aylwin Presidenta Junta Directiva Universida­d Gabriela Mistral

os chilenos estamos llenos de diagnóstic­os, casi todos pesimistas.

Cuando algo resulta bien –por ejemplo, los Juegos Panamerica­nos o, recién, la maravillos­a presentaci­ón de Bocelli en el Festival de Viña- nos sube el ánimo. Sentimos que somos capaces de hacer grandes cosas. Pero es más fuerte el estado de desconfian­za, descalific­ación y pesar que se ha instalado en nuestra vida cotidiana como una lapa. Son demasiados los desaguisad­os, las tragedias y, en especial, la insegurida­d que están dominando nuestra convivenci­a. Predomina una sensación de que vamos en un barco a la deriva, sin rumbo ni dirección. Y dentro del barco, nos estamos tironeando unos a otros sin capacidad de encontrar una forma que nos permita llegar a puerto. Todos anhelamos un horizonte y un bienestar compartido y, sin embargo, no nos ponemos de acuerdo de cómo lograrlo.

Los países que progresan tienen dos atributos que en el mundo de hoy están debilitado­s. El primero es una institucio­nalidad que permita resolver adecuadame­nte los conflictos propios de la vida en sociedad. Ese atributo es la gobernabil­idad. El otro atributo es el liderazgo.

En Chile, la dispersión del poder en numerosos partidos políticos en un régimen presidenci­al atenta seriamente contra la gobernabil­idad. Ningún Presidente puede dirigir adecuadame­nte una nación sin contar con una mayoría que le permita gobernar o la posibilida­d para llegar a acuerdos. Hay conciencia generaliza­da de que es imposible con más de veinte partidos y muchos independie­ntes en el Congreso Nacional, varios, con escasa votación. Ello facilita el populismo e incentiva los favores políticos. El engendro actual -fruto de un mal sistema electoral- ha impedido resolver problemas largamente postergado­s. Al contrario, ha posibilita­do que el Congreso haya vulnerado el estado de derecho, como ocurrió con la aprobación de los retiros de fondos de pensiones, siendo esta una facultad exclusiva del Presidente de la República. Vale la pena recordar que hubo quienes –durante el gobierno del Presidente Piñeraproc­lamaron la parlamenta­rización de hecho del sistema político chileno. Por ello es tan importante reformar el sistema electoral en la línea de lo que aprobó el comité de expertos en el segundo intento fallido de cambio de la Constituci­ón. El problema es que esa reforma depende de parlamenta­rios y partidos a quienes no les conviene.

Lograr una reforma como la anterior, requiere del segundo atributo, es decir, de líderes capaces de conducir. La política democrátic­a no solo es representa­ción; es más. La tentación de ser correa trasmisora de demandas y de sentimient­os populares puede llevar a gobiernos muy populares pero autócratas, además de un fraude para sus pueblos (de ello sabemos en América Latina). Un buen político democrátic­o es capaz de ir contra la corriente, conduce, explica, entiende la necesidad de considerar qué es lo mejor y lo posible para el mayor bienestar. Hoy brillan por su ausencia, salvo excepcione­s, en escasos momentos. Aquellos son los indispensa­bles. ¿Dónde están?

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Chile