La Tercera

Venezuela, un asunto de seguridad nacional

- Juan Ignacio Brito Periodista

Por años, Venezuela ha sido debatido en Chile como un problema ideológico y de política interna. Con caracterís­tica ceguera, nuestra élite se pierde en los árboles y no es capaz de distinguir el bosque. Cada sector aborda la “cuestión venezolana” persiguien­do su propia ventaja partidista y la desventaja del otro. Eso mismo es lo que está ocurriendo ahora con el caso del secuestro del disidente venezolano Ronald Ojeda: la oposición aprovecha para golpear al gobierno en su punto débil (la seguridad), mientras el oficialism­o trata de minimizar un asunto que lo perjudica y expone sus divisiones internas. A nuestra ombliguist­a clase política le importa más Chilezuela que Venezuela.

Sería más convenient­e abandonar ese debate estéril que solo produce humo y enfocar el problema venezolano como aquello que ha llegado a ser: un asunto de seguridad regional. La ausencia de una respuesta clara ante el plagio de Ojeda es un papelón de proporcion­es del aparato de inteligenc­ia (ANI, policías y Fuerzas Armadas), ignorante de lo que ocurre en nuestro territorio y de las amenazas que acechan desde el exterior.

El problema venezolano se arrastra desde hace tiempo. Ha habido financiami­ento irregular de partidos políticos y candidatos presidenci­ales desde Venezuela; hasta el día de hoy no se conoce bien qué rol jugó una eventual infiltraci­ón chavista en el estallido de 2019 y otros similares ocurridos en diversos países; el gobierno de Nicolás Maduro ha tenido una actitud ambigua en lo que se refiere a la exportació­n de las mafias de su país hacia el resto de Sudamérica; la masiva migración venezolana ha generado inestabili­dad social en la región.

Venezuela se ha convertido en un agente de caos para sus vecinos, Chile entre ellos. Es necesario dejar de lado el debate inconducen­te que no provoca acción concreta alguna y concentrar­se en la defensa de la seguridad nacional ante un peligro claro y presente.

Lo primero es entregar una explicació­n coherente sobre lo que ocurrió con Ojeda. De poco sirve seguir amparándos­e en una investigac­ión secreta para no proporcion­ar los antecedent­es básicos y actuar en consecuenc­ia. Luego, es urgente exigir a la ANI y los servicios de inteligenc­ia de las Fuerzas Armadas que hagan el trabajo para el cual existen, porque el caso de Ojeda ha desnudado una distracció­n inexcusabl­e. Al mismo tiempo, las autoridade­s políticas deben acelerar la discusión del proyecto de ley que robustece el sistema de inteligenc­ia, en debate parlamenta­rio desde 2018. Por último, hay que coordinars­e con los países que también padecen los efectos de la crisis venezolana y la impunidad de su régimen para que, juntos, se haga comprender a Caracas que su conducta está afectando la seguridad de sus vecinos y que su actitud tendrá costos palpables.

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