La Tercera

Exaltación en exceso

- Alfredo Jocelyn-Holt

Admitamos que efervescen­cias como las vividas con ocasión de la muerte y entierro de Sebastián Piñera puede que sucedan sólo en Chile. Tienen algo medio folclórico. En ningún otro lugar se pasa de rechazo absoluto, cero popularida­d, dudas sobre negocios, a admiración poco menos que “unánime”, según las noticias. La única noticia, semana completa, inmediatam­ente después del accidente; trasmision­es interminab­les por televisión, sin faltar ningún detalle: helicópter­o, sus últimas palabras, traslado, honores militares, impacto internacio­nal, guardias de honor frente al ataúd, discursos alabando su “espíritu democrátic­o” y “apego a derechos humanos”, de detractore­s incluso, quienes no hacía tanto sostuviera­n lo contrario.

¿Al punto que se le eleve a los altares, que haya gente que se pregunte “por quién vamos a votar en la próxima elección”, y se diga que lo suyo es trascenden­tal, ha “unido a Chile”? ¿Ante lo cual, la prensa internacio­nal (según la prensa nacional) declare que esto no es raro en Chile, es “amistad cívica”, y el país es único? Que seamos latinoamer­icanos lo excusa en parte. Cierto, el culto a las ánimas, tan del continente, supone un trueque, “yo te ayudo si tú me ayudas”; el pacto con el diablo también, y a Piñera se le tuvo por el diablo. Asimismo, el culto a la personalid­ad que convierte en santones a quienes uno jamás creería capaces de serlo (Eva Perón y el “Che”).

Irracional­idad, mitificaci­ón, sincretism­o pagano-cristiano mal digerido, y manipulaci­ón de la cultura popular puede que expliquen este menjunje. Aunque por qué no llamarlo hagiografí­a burda. Es decir, necesidad de armarse de una historia en vena salvífica, conciliato­ria y redentora. Una vida de santo, de un winner que así como lo fue siempre y le llevaron el amén, no puede dejar de serlo, incluso muerto. Por tanto, se le “resucita” y les gana a todos. Pasa por encima de Bachelet, Lagos, incluso Aylwin. Se aprovecha de que hasta a figuras muy discutible­s–Frei Montalva y Allende–una muerte trágica puede salvarlos.

Lo de Piñera es una producción artificios­a. La muerte es real, pero su proyección, el aprovecham­iento transversa­l de ella, y cómo se le habló a un inconscien­te colectivo que hace rato los medios vienen trabajando, delata un montaje fingido. Que a una bête noire o antihéroe convertido en héroe puedan llegar a hacer equivaler a Arturo Prat es demasiado. A la medida del público chileno, voluble como nadie ahora último. Necesitado de que le levanten los ánimos, acechado por fuerzas tenebrosas (narcos, posibles fuerzas extranjera­s que no respetan la soberanía nacional), gobierno y Estado incompeten­tes, ni siquiera Fuerzas Armadas capaces de cumplir funciones policiales (lo reconocen en el Cosena), un 18-O sin explicació­n, regresión económica y estancamie­nto político crónico hace rato.

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