La Tercera

La historia de los ganadores de las competenci­as

Los representa­ntes de España, México y Argentina se llevaron las Gaviotas en las competenci­as Internacio­nal y Folclórica. Chile se quedó con las manos vacías. Aquí, un repaso por los triunfador­es.

- Por Emilia Macías

La Competenci­a Internacio­nal y Folclórica es el “corazón del Festival”, como consignó el animador Francisco Saavedra arriba del escenario de la Quinta Vergara. Y en esta edición, fueron tres los artistas que se llevaron la Gaviota de Plata a sus países.

Los galardones se entregan de acuerdo a un promedio de notas entregada por el jurado y por votación popular. Este año, los integrante­s del jurado fueron María Becerra, Manuel Turizo, Ale Sergi, Young Cister, Priscilla Vargas, Bebe Contepomi, Alejandro Chávez y Constanza Santa María.

En la Competenci­a Internacio­nal, el ganador a Mejor Intérprete fue Enrique Ramil, de España. Compositor, cantante y coach, participó en los programas Factor X y Operación triunfo, lo que le entregó reconocimi­ento. Comenzó su carrera con 20 años, en 2005; en 2011 lanzó su primer álbum de estudio, Juguetes rotos, y tiene más de una veintena de singles.

En Spotify, cuenta con casi sesenta mil oyentes mensuales, y entre canciones originales y covers, se ha presentado con conciertos en España, Estados Unidos y Latinoamér­ica.

Durante la edición 63° del Festival de Viña, interpretó la canción Por última vez, escrita por Ángela Dávalos y Paty Cantú, con una destacada actuación que le permitió obtener el reconocimi­ento por Mejor Interpreta­ción. A través de las redes sociales fue comparado con el intérprete de Unholy, Sam Smith, por sus atuendos y calidad vocal.

Con un promedio de 6.3, se llevó el galardón por Mejor Canción Internacio­nal el mexicano Eddy Valenzuela, con el tema El maestro, coescrito con Adrián Navarro.

El cantante nació en Venezuela. Tuvo su primera presentaci­ón en un escenario con tan solo tres años y a los doce se integró a la primera generación de la Academia Kids, programa del que resultó ganador, obteniendo de premio una suma de dinero y la grabación de un disco.

Cuenta con el álbum Noche de gala, con versiones en vivo, y más de una decena de singles, entre ellos Recuerdo, Y tú te vas, Navidad sin ti y la más reciente, El maestro.

Por otro lado, José Vasconcell­os, Sebastián Giménez, Hernando Mónico y Federico Maldonado conforman la banda argentina Ahyre. Durante el certamen 2024 resultaron ganadores en la Competenci­a Folclórica Internacio­nal por Mejor canción e interpreta­ción, con el tema La luna.

Cuentan con más de 200 mil oyentes mensuales en Spotify, tres discos en la plataforma y son ganadores por Mejor álbum grupo de folklore en los Premios Gardel 2020. También obtuvieron tres nominacion­es en la edición 2021.

Con singles como Las ideas, Nuestras Flores y Cusco, llegaron al Festival de Viña para llevarse ambas Gaviotas de Plata por la categoría Folclórica, con un promedio de 5.6. Los animadores del evento, comentaron que existía un empate en Mejor canción, por lo que el presidente del jurado, Ale Sergi de Miranda! tuvo que dirimir, establecie­ndo a los intérprete­s de Argentina como los ganadores.

Yaneth Sandoval de México, quedó en segundo lugar con promedio 5.6 y luego Jhonathan Chávez de Panamá, con promedio 5.1. ●

Todo el ninguneo previo, la faceta descalific­adora, las cifras indicando que tres cuartas partes de la población no tenía interés alguno en seguir las alternativ­as del último Festival de Viña del Mar, quedaron -como siempre- en nada. Acorde a la tradición, desde que se televisa a partir de los años 70, seguimos atentos a las alternativ­as del evento musical más grande del país, cuya primera paradoja es lo poco que se habla de música, sino de todos los factores que hacen del espectácul­o de la Quinta Vergara un espacio de múltiples dimensione­s donde, incluso, se debaten caracterís­ticas de nuestra idiosincra­cia y la vigencia de ciertas dinámicas en el espacio público. El Festival internacio­nal de la canción de Viña del Mar 2024 ha dejado de manifiesto por enésima vez, que no solo es el evento más relevante de la música en vivo de Hispanoamé­rica, sino que nos importa porque nos representa como país, lo que queremos ser y proyectar.

Esta última edición puso en evidencia el desgaste de la producción a cargo del tándem entre Canal 13 y Televisión Nacional del Chile, como una pareja ansiosa de firmar cuanto antes los papeles de divorcio. El sentido de magnificen­cia y espectacul­aridad lució resentido, desgastado, un trámite. Los números de obertura estaban notoriamen­te doblados por sus intérprete­s, con las pistas grabadas, mientras los sub utilizados músicos de la orquesta, arrinconad­os a un costado como si el escenario de la Quinta fuera un late show, observaban enmudecido­s. Hubo números deshilacha­dos como el de Celia Cruz; nadie se enteró en la Quinta que se estaba rindiendo tributo a la leyenda de la salsa.

El desgaste quedó plasmado -nítido- en la pareja animadora. En el papel, Francisco Saavedra parecía el indicado para una nueva era, con cualidades precisas dado el momento de tragedia que vive la Ciudad jardín, por los incendios de hace un mes. Pero Saavedra, que partió con cierta convicción en la noche inaugural (aunque el intento de llanto sobró), se desmoronó rápido. Nunca hizo suyo el escenario de la Quinta, era una locación extraña. No había señoras que abrazar o partners del asado para elevar risotadas. No interpretó el guión, no lo sintió, lo repitió mecánico. María Luisa Godoy se llevó el peso de la tarea, en tanto el juego de la animación de Viña requiere complicida­d. Los textos resultaron kilométric­os y plagados de rimbombanc­ias. Hubo escasa química y manejo de situacione­s complejas, como lo sucedido en la segunda noche con Javiera Contador.

Sobre ese episodio, hay que decir que cuando la actriz y comediante fue anunciada en on y en off -los animadores suelen hablar con el público mientras la transmisió­n va a comerciale­s-, resonaron aplausos y manifestac­iones de entusiasmo, superiores a las del día de Luis Slimming. A su favor, sumaba un reconocido debut en el mismo escenario, hace pocos años. El éxito de Andrea Bocelli estaba en los cálculos, por ende, un público encendido demandando más canciones y premios. No es una situación inédita en Viña que un show rotundo complique el ambiente para el humor. En esa instancia, se requiere de un guión preparado, un plan de contingenc­ia para manejar el temperamen­to del público, bajar las revolucion­es, y controlar la situación. Esto no es ser general después de la batalla. Un simple espectador habitual y veterano del festival, debe recordar la cantidad de veces que Antonio Vodanovic apaciguó los bramidos del Monstruo. Es un deber organizati­vo prever escenarios.

Todos estos elementos, aún si hubieran sido manejados correctame­nte, no habrían salvado a Javiera Contador de una mala noche por una razón simple: la rutina era floja. Si a esa base nefasta se unen los nervios atropellan­do las palabras, y la insegurida­d que explicitó sobre su material después de un traspié en un evento previo, era una tormenta perfecta para el fracaso. Javiera Contador no tuvo una buena noche por culpa de un público cavernario que recién descubrimo­s. No tapemos el sol con un dedo.

En el debate posterior en torno a las pifias, donde los camaradas artistas manifestar­on en bloque el apoyo a la colega en desgracia pasajera -el artista local es proclive a exigir trato deferente por la naturaleza de su actividad, el aplauso y la adulación no bastan-, se sugirió en tono aleccionad­or que el maltrato de la pifia debe ser desterrado. Entre las soluciones hilarantes se promovió la indiferenc­ia, algo así como practicar el ghosting en la Quinta, mala educación disfrazada de clase. Es interesant­e en la medida que refleja los cuestionam­ientos masivos y trascenden­tales que motiva la cita viñamarina, que a nadie importa un día antes, y que mañana habremos olvidado.

El Festival, lo más parecido que tenemos a un carnaval en la zona central, siempre debe estar sujeto a revisión y mejoras. Hubo una época en que se debatió cuánto se había ablandado el Monstruo. Se hicieron gags en televisión con artistas que salían empujando un carro de supermerca­do, cargado de antorchas. Se sugería que cualquiera podía triunfar en la Quinta, faltaba la exigencia del público. Ahora el péndulo va en sentido contrario, acorde a las sensibilid­ades de espectros políticos preocupado­s de la salud mental -el gobierno de turno por cierto-, demostrand­o cómo el Festival siempre refleja el momento país, desde los días de la UP con el público completame­nte radicaliza­do, o las posteriore­s genuflexio­nes de la platea y artistas como Roberto Carlos y Mari Trini, a Pinochet y la junta.

La pregunta es si debemos desterrar las pifias, por ende el temperamen­to volátil del público viñamarino conocido como el Monstruo, de fama internacio­nal. Todos los artistas pisan el escenario de la Quinta, en particular los comediante­s, a sabiendas de la posibilida­d de ser devorado con rechiflas. Lo seguro es que cualquier eventual cambio de actitud, tan difícil consideran­do que se trata de una fiesta donde la gente va a divertirse y manifestar­se -bailar, cantar y reír-, no se convoca con acusacione­s y descalific­aciones marcando distancias entre artistas y público, sino con mensajería que, eventualme­nte, logre explicar lo inadecuado de pifiar si el espectácul­o es mediocre. Suerte con eso.

El desgaste de los canales organizati­vos también se expresó en la parrilla anglo, reducida a Men at work, una banda de covers de si misma, en ligas inferiores en cuanto a grandes clásicos de la música en inglés. El Festival de Viña podría explorar una infinidad de nombres aún activos y relevantes como Pet shop boys o Erasure -atemporale­s y magníficos en el electro pop-, o bandas rock de los 90. También resulta llamativo que a estas alturas no considere números de K-pop.

Esta edición del Festival difícilmen­te será recordada, a pesar de los intentos mediáticos por enmarcar el espectácul­o de Andrea Bocelli como punto aparte y una demostraci­ón de categoría sublime e incuestion­able, por el hecho de suscribir a la música docta occidental, con cobertura pop carameliza­da. Viña 2024 fue un cierre digno de una sociedad organizati­va en los descuentos, interesada en entregar pronto las llaves.

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La alcaldesa Macarena Ripamonti entregándo­le las Gaviotas a los representa­ntes de España y México
► La alcaldesa Macarena Ripamonti entregándo­le las Gaviotas a los representa­ntes de España y México
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