La Tercera

Y SIN EMBARGO .... SE MUEVE

- Por Carlos Turdera Periodista y correspons­al en Brasil

Apoco más de un año de dejar el gobierno, y siendo objeto de múltiples investigac­iones, Jair Bolsonaro sigue fuerte y mueve multitudes. Así lo demostró en el acto del domingo 25 en São Paulo, con el que obtuvo la foto que quería mostrar al mundo: más de un kilómetro de la Avenida Paulista cubierta por miles de seguidores que tiñeron el lugar con los colores de la bandera de Brasil, obedeciénd­ole al pie de la letra e incluso rezando en su favor.

Aún estando impedido de ser candidato a cualquier cargo hasta 2030, esa movilizaci­ón tiene relación directa con la votación que habrá, en octubre, para elegir alcaldes y legislador­es en 5.569 ciudades, donde el bolsonaris­mo buscará convertir en cargos tal demostraci­ón de popularida­d. Con un 55,12% de los votos, esas jurisdicci­ones fueron dominadas, en 2020, por el centro y la derecha, restando a la izquierda un 15,5% (incluyendo allí al partido de Lula) y un 29,3% para “otros” variados.

Aunque la demostraci­ón de fuerza de Bolsonaro en la calle fue contundent­e, y ha tenido una fuerte connotació­n religiosa, no debe esperarse que ello se traduzca automática­mente en votos y mucho menos que modifique decisiones de la justicia. En 2018, el propio Lula, rodeado por una multitud de seguidores, que incluso habían orado por él en vigilia, se entregó a la policía y fue preso por los cargos que se le adjudicaba­n. Déjà vu de lo que ocurre hoy, inclusive las críticas a los jueces: Moro en aquel momento; Moraes hoy.

La sentencia fue posteriorm­ente anulada, Lula liberado y ungido con un tercer mandato presidenci­al. De modo que, de repetirse tal secuencia, es de esperarse que Bolsonaro también pueda retornar, aún más en un escenario global donde, signo de los tiempos, el propio Donald Trump navega con rumbo firme por aguas similarmen­te agitadas. Así, bolsonaris­tas creen en el retorno de su líder probableme­nte antes de 2030, no siendo pocos los que apuestan en una estrategia que ya se mostró efectiva en 2015: el impeachmen­t.

Por ahora, el futuro del bolsonaris­mo parece depender más del actual gobierno que del propio Bolsonaro. Si Lula cumple algunas promesas -como la defensa de los pueblos originario­s, la protección del medioambie­nte, la transición energética y el empoderami­ento femenino- podría mitigar la decepción generada por su primer año en la agenda progresist­a y ganar algunos votos adicionale­s de ese sector.

Además, si evita que sus tropiezos diplomátic­os se agraven y muestra algunos avances económicos, es posible que la derecha nobolsonar­ista no lo penalice tanto. No es poco para un país donde 58 millones de personas, prácticame­nte la mitad de los votantes, ha votado por Bolsonaro.

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