La Tercera

Elevando la discusión:

los debates que marcaron la semana

- Por Juan Paulo Iglesias

1 Nueva temporada

Hay años y años, algunos que marcan época y otros que pasan al olvido. Pasó con 1979, al menos según Christian Caryl que en su libro Strange Rebelds asegura que fue “el año en que nació el siglo XXI”, o al menos donde se gestaron muchos de los temas que han marcado las últimas décadas. Ahí está el inicio del radicalism­o islámico y la revolución de los ayatolas en Irán, o el principio del fin del bloque soviético con la visita del primer Papa polaco a sus tierras o la elección de Margaret Thatcher, y para qué hablar de China y Deng Xiaoping. Algunos dicen que algo parecido sucederá con 2024, y con tanta elección en el horizonte, todo puede ser. Pero mientras esperamos, lo cierto es que hasta ahora no ha sido un año tranquilo. Eso de que en febrero no pasa nada ya no corre. Durante el receso veraniego murió un expresiden­te, otro se retiró de la vida pública y se produjo el incendio más mortal del que se tenga registro en Chile. Y eso sin mencionar el “atípico” secuestro de un exmilitar venezolano que por estos días se ha tomado no sólo las páginas informativ­as, sino también las de opinión. Como en Noticias de un secuestro, de Gabriel García Márquez, de pronto la realidad se volvió más sorprenden­te que la ficción. Y como en este caso lo que escasea son datos, las especulaci­ones no faltan. Ya lo decía Oscar Wilde, “la verdad rara vez es pura y nunca es simple”. Y el asunto, como escribe Jaime Bellolio, es que en este caso “la duda se agiganta porque estamos hablando de un exmilitar que debió arrancar de un régimen corrupto”. De pronto, los hechos parecen sacados de una novela de John Le Carré, porque como apunta Gonzalo Cordero el domingo, “la sospecha es natural: podemos estar frente a la acción de agentes de inteligenc­ia del régimen de Maduro”. Sea así o no, para Max Colodro este “aparente secuestro puede tener implicanci­as que trasciende­n todo lo conocido desde el retorno a la democracia”. Y, pese a ello, agrega, pareciera que para el gobierno “no es nada del otro mundo, apenas un secuestro “atípico”. Pero más grave aún, evidencia que los secuestros “típicos ya son parte del paisaje, una verdad asumida en esta nueva normalidad”.

Pero volviendo a lo de los años, hay otro que resuena por estos días: 1989. Y no por la caída del Muro de Berlín o el retiro soviético de Afganistán, sino por el Caracazo de febrero de ese año. Como la ley de Newton, a toda acción sigue una reacción. Y ahí tenemos hoy a Venezuela. Una Venezuela que, según apunta Juan Ignacio Brito, “se ha convertido en un agente de caos para sus vecinos, Chile entre ellos”. Por eso, según él, es necesario dejar de debatir el asunto “como un problema ideológico y de política Nada de abordar “la cuestión venezolana” persiguien­do ventajas partidista­s, sino enfocarlo como lo que ha llegado a ser: “Un asunto de seguridad nacional”. Como con el Caracazo, todo termina teniendo consecuenc­ias.

2 Los expertos otra vez

Arturo Pérez Reverte, el escritor español que antes fue periodista y correspons­al de guerra, escribía en estos días una columna sobre las nuevas “sorpresas” de esta era de cambios, donde parece que “nos hubiéramos embarcado en un concurso de vueltas de tuerca”. Y la última, dice, es la presión por imponer la “Era Común” en lugar de “Antes o Después de Cristo”. Una tendencia, dice, que se extiende en universida­des y editoriale­s. Es verdad que él habla de España, pero de ahí a que se extienda el trecho es corto. Son los debates actuales, como el de la devolución a sus países de origen de los objetos repartidos por los museos en el mundo y al que apunta Pablo Ortúzar. Una pregunta frente a la cual, dice, “la respuesta realmente es poco obvia”. Pero mientras algunas cosas se buscan cambiar, otras se anhelan recobrar. “Volvamos a los expertos”, apuntaba, por ejemplo, César Barros el sábado pasado, llamando a recuperar la capacidad técnica para abordar los temas pendientes en el país. Más aún si parte de ese trados: bajo ya se hizo “en el proyecto constituci­onal del grupo de expertos”. Los acuerdos ya están ahí y, según él, “hay dos que tienen plena vigencia: “El sistema de elecciones y partidos políticos y la modificaci­ón del sistema judicial actual”. “Nunca es tarde”, apunta, “para hacer cambios”. Y si bien es cierto que hay otras urgencias, también lo es que “nada saldrá de un Parlamento atomizado” ni tampoco “habrá éxito contra el crimen con este sistema jurídico”. “Un experto es alguien que sabe cuáles son los peores errores que se pueden cometer en su área y cómo evitarlos”, decía Weiner Heisenberg, el padre de la teoría cuántica, que por estos días ha vuelto a estar de moda. Y algo de eso –no lo de la teoría cuántica, sino el rol de los expertos - es lo que ha faltado en estos años, según Sylvia Eyzaguirre, que recuerda cómo en 2011 cuando Harald Beyer asumió en Educación fue criticado precisamen­te por “su calidad de tecnócrata”. No más expertos, era la máxima. Pero el péndulo se devolvió y “12 años después” de ese “primer atisbo de desprecio por la tecnocraci­a”, el aprecio por el trabajo bien hecho” está de vuelta. “La gente entendió que las buenas intencione­s no sirven de nada”, apunta.

Pese a ello, predomina aún, según Mariana Aylwin, “la sensación de que vamos en un barco a la deriva sin rumbo ni dirección”. Y peor aún, agrega, “dentro del barco nos estamos tironeando unos a otros sin capacidad de encontrar una forma que nos permita llegar a puerto”. Según ella, el problema radica en dos atributos que tienen los países que progresan y que hoy están debilitain­terna”. la gobernabil­idad y el liderazgo. Y por ello, agrega, “es tan importante reformar el sistema electoral en la línea de lo que aprobó el comité de expertos” . Aunque, claro, no todo se soluciona ahí, según Aylwin. “Lograr una reforma como la anterior requiere de líderes capaces de conducir”. Y esos, hoy por hoy, “brillan por su ausencia”, escribe.

3 La sociedad del miedo

Y si de barcos a la deriva se trata, la seguridad sigue contribuye­ndo a la sensación de confusión. Y no sólo por acá. Vimos el asalto de bandas criminales a un canal de TV y campus universita­rios en Ecuador durante este acontecido verano y la creciente popularida­d de Bukele de la mano de su estrategia de mano dura contra la delincuenc­ia –por acá, recordaba Patricio Morales en una columna hace algunas semanas, el gobernante salvadoreñ­o tiene un 78% de imagen positiva. Y como también decía Morales, “el miedo comienza a consolidar­se como el estado de ánimo prepondera­nte en diversas democracia­s a nivel mundial”. Y ello a nada bueno conduce. Ya lo decía Franklin Delano Roosevelt: “A lo único que hay que tenerle miedo es al miedo en sí mismo”.

Pero el hecho es que parece que atravesamo­s efectivame­nte los “años del miedo”, como titulaba Jaime Mañalich su columna de esta semana. Y en eso las cifras no engañan. “Nuestro país ha descendido desde la posición 29 a la 59, desde el 2015 a la fecha”, en el indicador mundial de la paz del Institute for Economic and Peace. La cosa no anda bien y, según él, el problema que impide alcanzar un contrato social contra la violencia va más allá de las considerac­iones políticas sobre el uso de la fuerza por el Estado. El asunto es otro y “más simple”, dice: “Nuestros dirigentes todavía no comparten el miedo del ciudadano común”. Y si como dicen, las comunidade­s se consolidan sobre la base de experienci­as compartida­s, ahí tenemos definitiva­mente un problema.

Pero si de problemas se trata, también los tenemos con el juez Urrutia, según Paula Escobar, porque “la posibilida­d de que haya abogados defendiend­o a jueces que otorgan beneficios a clientes suyos no ayuda a contrarres­tar la percepción ciudadana de desborde frente al crimen organizado”. Un tema no menor, más aún cuando, como agrega Carlos Ominami, “el crimen organizado es en la actualidad el enemigo número uno de la sociedad” y “su accionar altera la convivenci­a, distorsion­a los valores y pone en riesgo la democracia”. Son los retos de vivir en estos “tiempos interesant­es”.

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