La Tercera

Un problema de identidad

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

En los inicios de la televisión chilena hubo un programa de entretenci­ón en el que un jurado intentaba descubrir la identidad de un participan­te encapuchad­o mediante preguntas que este respondía sobre su vida y actividade­s. En el momento culminante, el conductor preguntaba al participan­te: ¿quién es realmente usted?

Esa pregunta ha desvelado desde siempre a los seres humanos y en la política ocupa un rol central, probableme­nte nada hay más importante para un partido o para una figura de este ámbito que la definición de su identidad, a la que sólo se puede llegar a través de sus acciones, sus declaracio­nes, pero principalm­ente de sus posiciones.

En el caso del secuestro y muerte del exmilitar venezolano, este es el mayor problema del gobierno. No se trata, en realidad, de si han reaccionad­o mejor o peor al delito mismo, si han sido debidament­e diligentes o si le han dado la prioridad que correspond­e. Todo eso, que la oposición ha cuestionad­o, es muy importante, pero de lo que se trata en el fondo es de que este gobierno tiene integrante­s en puestos clave, cuya identidad está asociada al chavismo y al comunismo castrista cubano. Se han declarado partidario­s de estos regímenes, han defendido a sus líderes, los han mostrado como ejemplos a seguir. No dan, ni pueden dar, garantías de independen­cia a su respecto.

Para decirlo en simple: el Partido Comunista chileno es chavista. Y el Partido Comunista está en el comité político, en el Ministerio de Defensa y en puestos importante­s en La Moneda. Es difícil que no se levanten suspicacia­s cuando se trata de un delito muy grave en que existe la hipótesis plausible de que el régimen venezolano tuvo participac­ión, pasando por encima de nuestra soberanía y seguridad. Más allá de lo que el gobierno ha hecho, se trata de lo que el gobierno es.

El problema no lo resuelve la existencia de las llamadas “dos almas”, porque en las organizaci­ones, al igual que sucede con las personas naturales, la disociació­n de la personalid­ad es siempre un problema más, nunca es la solución. La mala gestión es abordable, se pueden mejorar los equipos o perfeccion­ar los procesos, pero la identidad equivocada no es solucionab­le.

Por eso, en materias vinculadas a la seguridad -qué decir si se mezcla con el factor Venezuelay al crecimient­o económico este gobierno es parte del problema y lo es, porque sus definicion­es, aquello en lo que creen, han impulsado, los objetivos que priorizan son incompatib­les con el éxito en esas materias. Esto no ocurría así con los gobiernos de la Concertaci­ón, pero con este sí.

Por eso, en estas materias, no tiene sentido que las oposicione­s ofrezcan “hacerlo mejor”, como si se tratara de actuar con más decisión, mejores equipos o respaldand­o con más convicción a las fuerzas policiales. El problema es político, vale decir de fines, de prioridade­s y valores; por ello, sólo pueden prometer hacer las cosas de manera diferente -en algunos casos lo opuesto- y por eso obtener mejores resultados. Es cuestión de identidad.

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