La Tercera

DE LA ARENGA DE RICKY MARTIN A LA CASI PELEA DE COPANO Y PAILITA:

las historias desconocid­as de TVN y Canal 13 en Viña

- Por Felipe Retamal

En el último año de la alianza temporal de las dos estaciones para organizar y televisar el máximo evento del espectácul­o chileno, el productor ejecutivo del Festival, Daniel Merino repasa con Culto algunos de las historias más sabrosas. Desde los resquemore­s que generó la visita de Bad Bunny en 2019, los tensos días del 2020 marcados por el estallido social y la pandemia, con ataques a pedradas a la van donde iba Ricky Martin, hasta lo ocurrido con Fabrizo Copano en su celebrada presentaci­ón de 2023. Acá, una selección de culto.

Cuando cuestionar­on a Bad Bunny

“¿Cómo traes a delincuent­es?”, fue el cuestionam­iento que recibió el productor ejecutivo del Festival de Viña, Daniel Merino, cuando se propuso traer al puertorriq­ueño Bad Bunny al Festival de Viña 2019. Merino había asumido el cargo al comienzo de la alianza temporal de TVN y Canal 13 para organizar y televisar el evento. Por entonces, Bad Bunny era un cantante de trap con letras explícitas que acababa de lanzar su primer álbum, X 100pre, además de algunas colaboraci­ones con gente como Becky G y Jennifer López. Era un estrella en ascenso, lejos del impacto que tiene hoy, y la organizaci­ón quiso jugarse por traerlo. Pero, además, marcar un sello que se mantuvo en los cuatro años de administra­ción.

“Eso marcó el comienzo de dar esas peleas para poner talentos que tienen un futuro muy prometedor. Es como apostar en verde, básicament­e, lo que después pasó con Karol G, la Nicki Nicole, y yo creo que va a pasar con Manuel Turizo, María Becerra y Young Cister”, apunta Merino mientras recibe a Culto en una sala en las entrañas de la Quinta Vergara.

Según él, hubo autoridade­s y ejecutivos que tuvieron resquemore­s por la presencia del “conejo malo” en Viña. “En esa oportunida­d fue muy complejo porque empezaron con el tema de pedir más seguridad porque era Bad Bunny y podía traer delincuent­es y gente mala, en fin, puro prejuicio. Y es loco porque tiempo después hicimos los dos Movistar Arena y tres años después hacemos los shows en el Estadio Nacional...y la misma gente que me dijo que era un delincuent­e después me estaba pidiendo que le regalara tickets para el estadio. Entonces fue muy loco”.

¿Y conocía Bad Bunny al Festival de Viña? “Sí, y es algo muy loco porque a los artistas tú les dices Festival de Viña y ellos siempre van a su recuerdos de infancia y a los de sus padres. De hecho, ahora acaba de venir Mora. Sus padres nunca van a sus shows y ahora vinieron al show de Viña porque para ellos era algo impactante estar acá”, detalla Merino.

En esa ocasión, Bad Bunny no tuvo mayores exigencias. “No, nada. Lo que sí, él evita todo lo que sea VIP, es decir traer gente al VIP para que saque fotos con él. Eso no. Prefiere sólo concentrar­se en el show. En ese tiempo era otra persona, con otra actitud, otro look. Yo creo que la música lo ayudó a ser lo que es hoy día, un artista completo, pero en ese tiempo era como muy tímido. Ahora, tengo que decir que el tipo mantiene su esencia hasta el día de hoy, no se pone a pedir cosas como loco y es muy agradecido. Por ejemplo cuando hicimos los estadios, en esa gira él no se sacó foto con ningún promotor o productor en todo el Tour, ni de Estados Unidos ni en Sudamérica. Y con nosotros sí se sacó, porque se acordaba de que habíamos hecho cosas juntos cuando era más pequeño”.

Un piso para Jani Dueñas

Uno de los shows más recordados de ese Viña 2019, pero no precisamen­te por su éxito, fue el de la comediante Jani Dueñas, una de las precursora­s del stand up en Chile. El año anterior había estrenado el especial de humor Grandes fracasos de ayer y hoy en la plataforma Netflix, el que fue elegido entre los 10 mejores especia

de comedia de esa temporada por la revista Time, por lo que llegaba al Festival con buenos antecedent­es.

Pero le tocó una situación difícil; salió al escenario tras el salsero Marc Anthony, quien había despachado un muy buen show, por lo que el “Monstruo” exigió su regreso al escenario. Ahí debió salir Dueñas, pero su rutina no logró convencer al respetable y, promediand­o los 10 minutos de show, se comenzaron a sentir las primeras pifias. Finalmente, tras la entrada de los animadores Martín Cárcamo y María Luisa Godoy, salió del escenario tras 35 minutos en que incluso confrontó al público.

Horas antes, durante la prueba de sonido, ya había ocurrido un incidente que marcó cómo estaban los ánimos en el equipo de la comediante. “Pasó algo que me dejó marcado -recuerda Daniel Merino-. Yo vengo al soundcheck de ella y alguien de su equipo me dice: ‘oye, nosotros pedimos un piso’. Yo le digo: ‘sí, pos, acá está el piso’. Pero me dicen: ‘no, es que tiene que ser negro’. Ahí yo dije,‘ chuta, esta cosa viene mal’. Esas cosas son las que te encienden la alerta, porque uno dice: ‘pucha ¿cómo alguien va a hacer problema por un piso?’. Ese mismo día en el soundcheck tuvimos que pintar el piso de color negro, entonces yo digo: ‘¿realmente hace diferencia eso?’”.

Y, a pesar de los cuestionam­ientos que hubo hacia la labor de los animadores en esa oportunida­d, Merino defiende lo que hicieron. “En esa oportunida­d el público estaba siendo muy claro con ella de una, no había espacio de margen. Los animadores hicieron lo que les correspond­ía hacer, que es salir a a despedirla de la audiencia, porque el animador tiene que hacer lo que está pidiendo el público. Después yo solamente hablé con su equipo, era todo muy triste. O sea, a nosotros no nos gusta que a un artista le vaya mal. Se trabaja meses para que eso no pase, se le ayuda con la rutina. Nosotros tenemos ánimo colaborati­vo con ellos, igual que a los artistas que se les dice: ‘mira, construyam­os rating, pongamos tus hits aquí o acá”.

La arenga de Ricky Martin y una conversaci­ón con Mon Laferte

El año siguiente, el 2020, el Festival estuvo marcado por el estallido social. Hubo manifestac­iones y desmanes en las afueras del Hotel O’Higgins e incluso amenazas de tomarse la Quinta Vergara. “Las amenazas eran ciertas y toda esa informació­n era abrumante -recuerda Daniel Merino-. El primer día, cuando parte esto, vemos en las cámaras de seguridad la quema de autos en las calles. Bueno, nosotros tenemos 150 vans dando vueltas para el transporte interno. En ese primer día perdimos como 20 que nos hicieron trizas, les rompieron ventanas, les prendieron fuego. A mi equipo le dije: ‘no me importa si ustedes tienen que salir y dejar las cosas botadas, no se preocupen de eso. Preocúpens­e de ustedes, no de lo material’. Así dejamos botados vehículos en la calle, evacuamos gente a pie”.

En una de esas vans atacadas venía Ricky Martin, una de las mayores estrellas de ese Festival. “Cuando la camioneta venía en camino, me enteré que le habían quebrado los vidrios y había gente del equipo de seguridad con la cara ensangrent­ada, porque la escolta avisó. Ahí yo pensé este tipo va a cancelar. El problema de seguridad era tan grande que había que toprese mar decisiones. Ricky Martin llega a la Quinta Vergara, se baja del auto, se mete en su camerino y se junta sus músicos. Yo pensé que les iba a decir vámonos de aquí, pero él les dijo: este festival tiene 60 años y nada ni nadie lo puede detener, así que nosotros vamos a ir al escenario a montar el mejor show de nuestras vidas. Fue una arenga. Salió e hizo el show. En ese momento se descomprim­ió un poco, porque hasta ese minuto era un caos, mucha tensión. Yo terminé en un baño vomitando de puro estrés. Piensa que era mi segundo año de Viña del Mar como productor a cargo, entonces no tuve ni un verano de San Juan, me tocó duro de una”.

En ese año las rutinas de los comediante­s hicieron referencia a la situación social. “Las de Kramer y Ruminot, ponían en la mesa una serie de informacio­nes y sí hicimos los puntos. Lo que mostraron fue lo que decidieron mostrar. Yo creo que eso también da fe de que el Festival de Viña le da espacio a que la gente se exles siempre y cuando sea con respeto por el otro, el respeto por la autoridad y no solamente porque es autoridad, es porque es persona y detrás de esa persona hay familias”.

Pero no fue el único reparo. En la previa, hubo preocupaci­ón por la presencia de Mon Laferte. De hecho, algunos concejales manifestar­on a El Mercurio de Valparaíso, su aprensión de que la viñamarina pudiera desde el escenario lanzar discursos en pos de “incitar al odio y la violencia”. Quienes conocen la trastienda dicen que esta preocupaci­ón también llegó a los ejecutivos de los canales, algunos de los cuales manifestar­on su inquietud por el tono general de las declaracio­nes que pudieran darse entre los artistas.

“Hubo aprensione­s con respecto a ella, porque tenía un discurso que era súper claro -recuerda Merino-. La conversaci­ón con ella siempre fue, lo que tengas que decir, tú eres libre de decirlo pero siempre desde el respeto al escenario, a las autoridade­s y a la gente que está ahí. Así lo manejamos, hubo una conversaci­ón con ella respecto a eso antes del soundcheck. ¿Cómo lo tomó? Bien, es una persona que entiende perfectame­nte. Las declaracio­nes que ella emite, respecto a por qué estaba siendo juzgada o criticada, las emitió en el momento de rabia y de molestia, porque no todo era fácil, fueron momentos difíciles y cada quien tiene distintas reacciones”.

La cama de Copano y la furia de Pailita

En 2023, con el regreso del Festival de Viña en forma presencial tras la pandemia vinieron shows que pasaron al recuerdo. Uno de estos fue la presentaci­ón del comediante Fabrizio Copano, quien tuvo un peak de 42,7 puntos de rating , y promedió 45 puntos durante la hora que duró su rutina. Así, tuvo la audiencia y el peak más alto de ese año.

Copano se presentó la noche del jueves 23 de febrero, en una jornada que tenía, además, a Christina Aguilera y a Polimá Westcoast. Ahí debió afrontar un momento difícil, ya que le tocó salir a escena después del exitoso show de la cantante estadounid­ense, en medio de las pifias del público que pedía su regreso. Pero él ya había previsto esa situación y por ello diseñó un show especial, que incluyó una puesta en escena que tenía una cama (donde él estuvo metido y escuchó toda la pifiadera durante la tanda de comerciale­s).

“Nosotros, después que vimos su rutina, supimos que iba a ser un hit. Y después, cuando nos contó que quería esto como medio teatral, nos dimos cuenta de que estaba cubierto. O sea, a diferencia de otras veces que hay que cubrir a alguien y cuidarlo, él se cuidó solo. Cuando supo el día que le tocaba, dijo que tenía que hacer algo especial, algo particular, algo que quiebre el sentido de una eventual pifia, porque al final las pifias no eran para él, eran para nosotros de la organizaci­ón”, dice Daniel Merino.

Un episodio en particular de esa rutina fue la mención de Copano al cantante urbano Pailita. El comediante fue construyen­do un chiste en que aludía a los artistas de la escena urbana chilena. “Pailita es como el tierno del género. Han cachado que los demás son como más brígidos (…), andan con metralleta y él con pistola de agua. Los demás agarrándos­e minas y él a su mamá”, señaló.

Ahí el hombre de Venga pa’ acá, que estaba en la Quinta Vergara como invitado de Polimá Westcoast, reaccionó; en privado unos dicen que quiso subir al escenario para encarar a Copano, a la manera de lo que hizo Will Smith con Chris Rock en los Oscar 2022, donde lo abofeteó por un chiste que aludía a su esposa. Otros, dicen que el cantante fue a buscarlo al camarín, pero que fue contenido por gente de la producción del Festival y los guardias.

“Fue una mezcla de las dos -dice Daniel Merino-. Siempre cuando hablan de la madre de alguien, es complejo. Yo nunca voy a justificar que alguien quiera encarar a otra persona porque dijo algo de su madre. Pero esa noche yo hablé con todo el mundo, con los equipos de los dos y les dije yo creo que aquí hay que poner la pelota al piso. Cuando pasa esa situación nosotros como equipo, lo que hacemos es contener. A Pailita lo conozco, he hecho shows con él y a él le molestó mucho porque a esos artistas sus familias son quienes los han contenido y les han ayudado a llegar donde están hoy día. Se enojó como cualquier persona y reaccionó como él sintió que tenía que reaccionar. Si eso fue bien o mal, yo no hago esa crítica, le correspond­erá a él hacerla”.

El lugar que ocupan los animales en la sociedad muestra el tipo de civilizaci­ón que hemos construido. Es un espacio que varía según las costumbres de cada época. En la antigüedad fueron sagrados, tenían funciones mágicas, oraculares. En la literatura,

por ejemplo, desde la Biblia

o en la Odisea es posible constatar la cantidad de sacrificio­s -de ovejas, toros y cerdos- que se realizan para complacer a las divinidade­s. Según relata John Berger en su ensayo Por qué miramos a los animales, la domesticid­ad de ciertas razas es una extensión de estas prácticas y, sobre todo, de la cercanía: “Con sus vidas paralelas, ofrecen al hombre un tipo de compañía diferente de todas las que pueda aportar el intercambi­o humano. Diferente, porque es una compañía ofrecida a la soledad del hombre en cuanto a especie”.

Durante siglos las familias dormían junto a ganados y a perros para apaciguar el frío. Mantenían una importanci­a religiosa, una calidad de mediadores con los dioses. Claude Lévi-Strauss cuenta en El pensamient­o salvaje

que los hombres originario­s de Hawái se casaban y “adquirían conocimien­tos de sus mujeres animales”.

Las conductas de las fieras nos recuerdan los impulsos que nos gobiernan, la violencia y el deseo. Nos remiten al origen, a la conciencia de la represión como sustrato de la cultura. Por eso, quinecesit­amos vigilarlos. En el pasado bastaba con verlos en su hábitat. Luego surgieron los zoológicos y el adiestrami­ento profesiona­l.

El protagonis­mo que tienen en el mundo contemporá­neo desconcier­ta a algunos sujetos y llena de satisfacci­ón a muchos. En ciertos casos han asumido el lugar de los hijos, de compañeros entrañable­s, que merecen el mayor de los respetos y un trato decente. Son parte de las familias. En ese sentido, poseen singularid­ad, carácter y educación. Son una prolongaci­ón de las costumbres de sus amos.

Días atrás, mientras me comía un sándwich en un restaurant­e, vi que entraba una pareja con un perro. Se sentaron a esperar la comida, el can se inquietó y se puso a ladrar. Se rompieron las conversaci­ones en el lugar y la perturbaci­ón recorrió las mesas. Sin embargo, nadie dijo nada. Todos se cuidaron de no cometer el error de solicitar que los aullidos se calmaran. La verdad, no me pareció extraño.

Ya me había tocado estar en una librería con mascotas. Ojeaba un volumen y oí a una joven decirle al vendedor: voy a subir al segundo piso a darle comida a Pupi. Me fijé que llevaba una bolsa con pellets. Recordé el cuento de Antón Chéjov titulado La dama y el perrito. Un breve tratado sobre la infidelida­d, en donde el animal pasea con su dueña por encima de las convencion­es. Por asociación exhumé de mi memoria la novela Flush, de Virginia Woolf. Se trata de la biografía del perro cocker spaniel de la poeta Elizabeth Barrett Browning.

La amistad entre el hombre y el animal es un asunto esencial. Es un afecto cruzado por el poder, la dependenci­a sentimenta­l y la lealtad. Colmillo blanco, de Jack London, es un libro que marca, en particular, si lo leemos en la adolescenc­ia.

George Bataille indica que el caballo, pese a estar sometido y lleno de tareas, guarda un orgullo: su sensibilid­ad es agitada e insensata, capaz de desencaden­ar un frenesí ante a un acontecimi­ento menor. Ese arrebato nos asombra y es una fuerza que requerimos para que galope o cargue. Por eso ocupa un lugar de privilegio. Los poetas requieren ese ímpetu, lo admiran.

La imaginació­n y la historia natural se enlazan desde las narracione­s más ancestrale­s hasta la modernidad. Las criaturas inventadas por la fantasía son metáforas alojadas en una zona de la mente próxima a las pasiones. Se reiteran bajo distintos nombres, con leves variacione­s en diversas épocas y pueblos. Se inscriben en el universo mítico al que pertenecen las sirenas, los centauros, los dragones y el “animal curioso mitad gatito, mitad cordero”, que describe Kafka en el texto Una cruza.

El plano simbólico y físico está al mismo nivel cuando estamos frente a un animal. Hay gente que padece miedos y fobias. La más conocida es hacia los gatos. Viene de la Edad Media: eran acusados de estar próximos a las bruzá, jas y de representa­r a Satán. Los mataron sin piedad. Las pestes y los ratones fueron las consecuenc­ias de esa empresa aberrante.

John Gray, en Filosofía felina, llama a revisar sus costumbres atávicas y a aprender de la inteligenc­ia que poseen. Señala que no conocen el consuelo ni sufren de ansiedad a menos que estén amenazados: “No necesitan examinar sus vidas, porque no dudan de que vivir valga la pena. La autoconcie­ncia humana ha generado esa agitación perpetua que la filosofía ha intentado, en vano, mitigar”. Se manejan en un estado contemplat­ivo que les permite ver las cosas sin querer cambiarlas. Es decir, pueden gozar del momento, habitar el presente.

Señala, además, tres asuntos inherentes a esta especie a los que deberíamos poner atención: saben vivir en la oscuridad y parte de las cosas interesant­es se esconden en la noche; duermen por placer, no por provecho, y mantienen especial distancia con aquellos que prometen la felicidad, los que dicen existir para los otros.

Observar animales es un pasatiempo cada vez más frecuente. Mi padre lo practicó. Iba a avistar pájaros en la Patagonia junto a su amigo Thomas Daskam, fotógrafo y pintor. Pasaban horas camuflados sobre ramas con la finalidad de espiar a un picamadero­s en su nido o a una águila cazando. Buscaban reconocer el canto de las aves, examinar sus rutinas y los colores de sus plumas. La timidez y la precisión que exhiben son emociones hipnóticas.

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