La Tercera

Política exterior y ruta de la violencia

- Teodoro Ribera Rector U. Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores

La seguridad se ha constituid­o en una demanda mundial y nacional, no sólo por el debilitami­ento de las estructura­s internacio­nales y de los Estados, sino más bien, por el surgimient­o de grupos transnacio­nales capaces de generar situacione­s de inestabili­dad, al excluir y sustituir al Estado de extensas zonas geográfica­s y de importante­s zonas urbanas. Por ello, fue acertada la decisión del gobierno chileno de aceptar la invitación argentina de abordar conjuntame­nte algunas áreas de la violencia, especialme­nte aquella vinculada al narcotráfi­co y transfront­eriza, que con el secuestro y muerte de un exmilitar venezolano ha agudizado la insegurida­d interna y agravado la vulnerabil­idad de las fronteras del país. Lo que presiente Argentina es que Chile se ha convertido en un foco de violencia que amenaza la seguridad de su propio territorio. Es la misma sensación que brota en el norte de nuestro país la frontera con Bolivia, país que se ha convertido en un foco central de exportació­n de delitos y narcotráfi­co a los países vecinos, pero que hasta la fecha no parece alterar el rumbo ni los acentos con que nuestra Cancillerí­a está encarando la relación con ese país.

Tras décadas de esfuerzo y trabajo, el progreso y bienestar que ha alcanzado Chile podrían no valer nada con la irrupción de la violencia y la insegurida­d en la vida privada de millones de habitantes de nuestro país. Chile necesita volver a reencontra­rse con el sentimient­o de vivir en un país seguro y nuestro sistema democrátic­o tiene el deber de volver a ofrecer esta perspectiv­a. El descubrimi­ento de la sensación de insegurida­d se ha convertido en un acontecimi­ento central en la vida de nuestro país y es hora de recuperar las calles y las fronteras seguras.

Que la política exterior recoja esta variable, la tematice y aborde con seriedad y profesiona­lismo, es una de las principale­s tareas donde debiera abocarse nuestra Cancillerí­a, tanto en su agenda de coyuntura, pero básicament­e en sus labores de prospectiv­a y planificac­ión.

El reciente acuerdo de cooperació­n celebrado con el gobierno de Caracas tiene como problema esencial que la contrapart­e es una dictadura que persigue y exilia a sus ciudadanos y que, por lo tanto, la informació­n que puede proporcion­arnos puede estar orientada a criminaliz­ar a quienes no lo son y a caracteriz­ar como blancas palomas a delincuent­es avezados. Exponer al Estado de Chile a este tipo de actividade­s es un descuido que nuestra diplomacia debe urgentemen­te enmendar.

La violencia ha colonizado vastos territorio­s del país, y si en el norte se concentra en el narcotráfi­co, la migración irregular y el contraband­o, en el centro y sur del país toma forma de conflictos sociales con matices complejos y propios de actos terrorista­s. Una lectura adecuada y severa de las causas e impulsos que la detonan es tarea urgente del gobierno y su política exterior.

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