La Tercera

Un gobierno al debe a mitad de camino

- ethos, Juan José Obach Director ejecutivo Centro de Estudios Horizontal

Hay tres elementos bajo los que podemos evaluar el desempeño de un gobierno: (i) su responsabi­lidad con los recursos públicos, (ii) su capacidad de forjar acuerdos para empujar sus ideas y (iii) lograr unir a la sociedad en torno a un relato, un compartido. Llegando a la mitad de su mandato, el gobierno muestra fallas en los tres frentes. Desde un punto de vista fiscal, el gobierno es rehén de medidas irresponsa­bles selladas en su programa, como la condonació­n universal del CAE o la reparación de la deuda histórica de los profesores. En educación, el rumbo se pudo haber enmendado, priorizand­o estos recursos a un plan potente de reactivaci­ón para edades tempranas, pero no se hizo (Chile destina un 0,03% del PIB a su plan, 20 veces menos que USA). Tampoco se ha gestionado con eficiencia la crisis del SLEP de Atacama, que ya le robó 83 días de aprendizaj­e a los estudiante­s. Así, queda lejos la promesa de “fortalecer y expandir la educación pública, terminando con décadas de abandono y privatizac­ión” (pág. 128).

Dado el actual magro escenario económico, tampoco fue responsabl­e demorarse tanto en incluir medidas pro crecimient­o, inexistent­es hasta el estrepitos­o rechazo de la primera reforma tributaria. Hoy el Ejecutivo habla de bajar tímidament­e el impuesto a empresas y de reducir trabas a la inversión, pero al mismo tiempo no logra alinear a todos sus ministros en torno a este objetivo.

Quizás el mayor logro en materia de responsabi­lidad fiscal fue el exitoso ajuste del gasto que logró el ministro Marcel el 2022 (-24,1% anual). Sin quitarle mérito, hay que señalar que no fue necesario un giro de timón, sino solo asegurar que este no se desviara de su trayectori­a de consolidac­ión fiscal, definida en el acuerdo Covid (2020) y refrendado en la última Ley de presupuest­os del Pdte. Piñera (2022).

El gobierno tampoco ha logrado acuerdos en sus reformas emblemátic­as: pensiones y tributaria. El problema radica en que los puntos de partida han estado extremadam­ente lejos de posiciones de consenso y, a ratos, sin nitidez en sus objetivos. ¿Por qué desarmar por completo la industria de las AFP? ¿Por qué insistir en introducir componente­s de reparto? ¿Cuál es el objetivo último de impulsar otra reforma tributaria?

En la agenda de seguridad, los complejos de muchas de las actuales autoridade­s con el uso legítimo de la fuerza del Estado y su coqueteo con la violencia como método válido en política (“desobedien­cia civil”) han mermado su efectivida­d para controlar la escalada de violencia y al crimen organizado. Incluso, esta semana se llegó al absurdo de querer aplicar reglas de uso de fuerza diferencia­das a inmigrante­s y minorías sexuales.

Hay un último elemento, menos tangible pero no menos importante. La generación que gobierna prometía una transforma­ción radical en todos los frentes. Hablaban de derrocar al capitalism­o, dejar atrás al Estado “neoliberal” y de hacer política con una nueva escala de valores. Sueños juveniles que se estrellaro­n ante el estrepitos­o rechazo de una constituci­ón que prometía un Chile plurinacio­nal y que luego se enterraron bajo el escándalo de una red de fundacione­s diseñadas para acaparar recursos públicos.

El gobierno llega a la mitad, sin quilla ideológica para liderar sus principale­s desafíos y con un proyecto político que no representa a las mayorías. Quizás, si en el segundo tiempo prima el pragmatism­o por sobre las consignas, se pueda avanzar en alguno de los desafíos que tenemos por delante. Difícil, pero no imposible.

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