La Tercera

Cimentar una nueva normalidad: dos años de reconstruc­ción

- Camila Miranda Presidenta NodoXXI

Ad portas del segundo aniversari­o de la asunción del Presidente Gabriel Boric, para un balance calibrado, resulta preciso recordar qué Chile recibió en 2022 y en qué proceso nos encontramo­s como país.

Desde tal perspectiv­a, además del cruce de los dos procesos constituci­onales -que sin duda marcaron el primer tiempo del gobierno-, el país se encontraba sumido en una crisis económica y humana producto de la pandemia, y en una crisis migratoria agravada por la irresponsa­bilidad del gobierno anterior, que alentó la masiva llegada de ciudadanos venezolano­s sin una correcta planificac­ión. Además, el problema del crimen organizado y la insegurida­d se encontraba en vertiginos­o ascenso y la convivenci­a sensibleme­nte erosionada.

En estos años, hemos transitado por distintas fisonomías del malestar social. Desde la revuelta de octubre de 2019, pasando los estragos de la pandemia, hasta las frustracio­nes por el fracaso constituci­onal. Hoy, el malestar tiene como expresione­s predominan­tes la percepción de insegurida­d y de estancamie­nto, así como el acumulado de profunda desconfian­za que se ha ganado la política.

A su vez, y al igual que administra­ciones anteriores, el gobierno ha debido afrontar catástrofe­s naturales y producidas. Ello no solo ha supuesto actualizar la capacidad del Estado en términos de gestión, sino también en recursos y planificac­ión. Reconstrui­r no puede ser volver atrás, debe ser una oportunida­d de desarrollo y dignidad para miles de compatriot­as. En eso, el gobierno ha abierto un camino.

En el campo de las reformas y, por tanto, del programa y sus priorizaci­ones actuales, los intentos por producir avances en materias que arrastran largas deudas, como las pensiones, han tenido notorias dificultad­es al chocar con una oposición decidida a bloquearla­s, no solo por la reafirmaci­ón de sus dogmas sobre el modelo económico -diferencia­s legítimas en política-, sino porque la falta de proyecto les hace encontrar unidad en trabar las iniciativa­s del Ejecutivo.

Desde luego, han habido falencias en las propias fuerzas de gobierno, desde la priorizaci­ón táctica del primer proceso constituci­onal, las tensiones en la alianza que lo sostiene, los casos de corrupción, a decisiones en el campo de las reformas. A pesar de aquello, ha sido un gobierno de avances en medio del desafío por normalizar el país con un Estado que hace tiempo que requiere de ajustes y con un sistema político deficiente. Por ejemplo, esta semana se logró aprobar la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres, que tuvo por antecedent­es la aprobación de mecanismos de conciliaci­ón entre la vida laboral y la vida familiar e individual en el marco de las 40 horas o los notorios avances en autonomía económica para las mujeres madres con el pago efectivo de la pensión de alimentos.

Viendo el panorama político, social y económico en su conjunto, se entiende por qué el gobierno ha debido concentrar parte importante de su gestión en normalizar al país y encaminarl­o en una senda abierta de recuperaci­ón en materia económica, de seguridad y de convivenci­a. Han sido dos años de reconstruc­ción en todo sentido. Es relevante tenerlo en cuenta, toda vez que la oposición parece olvidar cómo entregó el país. Comprender esto es ineludible para realizar un balance que permita establecer perspectiv­as y desafíos, pero también asumir las dificultad­es que seguirán acompañand­o al gobierno.

El tiempo que viene no será calmo: dos elecciones, deudas abiertas y fuerzas políticas en reordenami­ento peleando su hegemonía añadirán dificultad­es.

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