La Tercera

EL RÉGIMEN: A MEDIO CAMINO

- Por Daniela Lagos Periodista

Hay afirmacion­es que en algún punto pasan de ser una opinión para ser más bien un hecho. Por ejemplo: es siempre un agrado ver aparecer a Kate Winslet en la pantalla que sea y una garantía de que si todo lo demás falla, al menos su actuación será impecable. Y si bien es cierto que este no es -completame­nte- el caso de su último estreno, lo cierto es que ella termina por volver bueno un producto que de otra forma sería más bien mediocre.

El régimen es el nombre de la miniserie estrenada en HBO y la plataforma Max. Se trata de una sátira política centrada alrededor de la figura de Elena Vernham (Winslet), la canciller de un país ficticio de Europa Central que además de tener un poder absoluto en su país,

Kate Winslet una vez más se luce en esta serie, aunque ahora en un campo que no suele ser el que más habita: la comedia.

sufre de una particular hipocondrí­a y paranoia. Ella encuentra un aliado inusual en un soldado caído en desgracia (Matthias Schoenaert­s) que pasa de ser un sirviente de poca monta a convertirs­e en su consejero y cuasi médico, una figura que la hipnotiza y, al menos por un tiempo, convence de casi cualquier cosa, convirtién­dose en una especie de Rasputín, un titiritero del poder.

Ellos son los personajes al centro de una historia que habla del poder y quienes lo abusan, de política, de nacionalis­mos, de egos, de falsas medicinas y también de luchas por los privilegio­s; y si bien es una serie disparejam­ente entretenid­a e interesant­e, y que a ratos se la juega por escenas incómodas y momentos de absurdo, peca de quedar a mitad de camino.

Es una sátira pero tampoco tiene tantos chistes, es una trama plagada de personajes reprochabl­es (al estilo de

Succession, Breaking Bad o la magistral sátira política que fue Veep), pero tampoco se decide y les encuentra algo de redención, además de, en varios casos, quedar cortos con lo interesant­es que son.

Dicho todo esto, hay que volver a Winslet, que una vez más se luce, pero esta vez en un campo que no suele ser el que más habita: el de la comedia, con un personaje que a ratos se está desmoronan­do y otros momentos en que está más fuerte que nunca, que tiene tics y a veces reacciones ridículas y que se vuelve creíble como alguien que sostiene un poder ilimitado a pesar de estar muchas veces al borde del colapso.

Una actuación sin fallas en un producto que sí las tiene, pero que logra salir a flote.

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