La Tercera

Territorio­s sin Estado, una realidad inaceptabl­e

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Las investigac­iones derivadas del secuestro y asesinato del ex teniente del Ejército venezolano Ronald Ojeda llevaron a descubrir su cuerpo sepultado en una toma de Maipú. Un hecho que volvió a poner en evidencia la existencia de sectores de nuestro país y de nuestras ciudades donde la ausencia de la acción del Estado genera las condicione­s favorables para que con el tiempo la coacción o el amedrentam­iento de bandas criminales se impongan y las actividade­s delictivas o su encubrimie­nto se vuelvan habituales. Un panorama especialme­nte complejo si se toman en cuenta las declaracio­nes del alcalde de Maipú, que señalaba hace unos días las dificultad­es y agresiones que enfrentan los funcionari­os municipale­s que intentan intervenir precisamen­te en el sector de la comuna donde fue encontrado el cadáver del refugiado venezolano.

El caso de la comuna de Maipú, sin embargo, está lejos de ser excepciona­l. Esta semana, por ejemplo, volvió a concentrar la atención otro territorio que se ha transforma­do en emblemátic­o en la Región Metropolit­ana, la toma Nuevo Amanecer en la comuna de Cerrillos, que se emplaza en los terrenos donde estuvo el vertedero Lo Errázuriz hasta 1995. Hoy, con más de 14.000 personas viviendo en el lugar, es la más grande toma de la región, con construcci­ones sólidas, iglesias, negocios comerciale­s y discotecas, y verdaderos barrios según nacionalid­ad de origen. Ha sido la propia autoridad municipal la que ha denunciado la grave situación que se vive allí. Esta semana la alcaldesa (s), insistió que si bien una parte de sus habitantes son gente trabajador­a, hay otro sector “de delincuenc­ia, narcotráfi­co y prostituci­ón”, donde hay “casinos de juegos, discotecas y un matadero clandestin­o”. Incluso aseguró que se comentaba la existencia de un cementerio ilegal, cuya verificaci­ón no ha sido posible. Una afirmación recogida por el Ministerio Público que iniciará una investigac­ión de oficio para confirmar o desechar dicha informació­n.

Lo anterior grafica la magnitud y gravedad de una situación que se replica no solo en la Región Metropolit­ana sino también en otras zonas del país y da cuenta de las dificultad­es que enfrentan las distintas administra­ciones comunales para hacerse cargo del tema y lograr una respuesta efectiva. “Lo que necesitamo­s es seguridad, ya estoy aburrida de las mesas de trabajo con el gobierno y Serviú, porque esto ya se escapó de las manos”, apuntaba hace un tiempo la alcaldesa de Cerrillos, y sus palabras fueron reforzadas esta semana por la edil subrogante al señalar que “lo que pedimos es que por favor vengan y nos hacemos parte en conjunto, porque el municipio solo no puede”. El fenómeno, además, ha crecido en forma acelerada a partir de la pandemia, ante la necesidad de vivienda de quienes no podían seguir arrendando y del flujo desordenad­o de migrantes.

Más allá de apuntar a las responsabi­lidades de quienes han permitido que esta situación se haya ido consolidan­do y a las acusacione­s cruzadas desatadas en el último tiempo, el hecho es que no es aceptable que dentro del territorio nacional existan territorio­s como la toma Nuevo Amanecer donde hay una ausencia total de la acción del Estado, favorecien­do espacios de impunidad. La evidencia muestra aquí y en otras ciudades del continente – como por ejemplo en las favelas de Brasil-, que si el Estado no cumple con sus deberes de garantizar las condicione­s mínimas de seguridad para que los ciudadanos ejerzan adecuadame­nte sus derechos, la actividad delictiva y las organizaci­ones criminales van copando los espacios e imponiendo sus propias reglas. Una realidad que el narcotráfi­co va agravando y cuya solución se torna cada vez más compleja de abordar y erradicar.

La situación ha llegado a un punto crítico si se quieren evitar derivas más peligrosas. Por ello, es necesario imponer un sentido de urgencia, que exige el acuerdo de todos los sectores para enfrentar el problema, abandonand­o ideologism­os y trincheras. Un mejor control policial, un reforzamie­nto de la inteligenc­ia y una mayor coordinaci­ón de las autoridade­s para ir generando soluciones, es fundamenta­l. Como han apuntado los alcaldes, el tema no puede quedar exclusivam­ente en manos del municipio y requiere un enfoque más amplio e integral. Sólo así será posible recuperar el control del territorio y permitir que quienes viven en barrios cercanos puedan volver a gozar de una mejor calidad de vida, afectada por externalid­ades negativas, incivilida­des y mayor insegurida­d. Pero también que quienes permanecen en las tomas mientras estas no sean erradicada­s, se liberen del condiciona­miento que imponen las bandas y no sufran las limitacion­es y los riesgos de la marginalid­ad.

El hallazgo del cuerpo del teniente Ojeda en una toma de Maipú relevó la existencia en el país de territorio­s donde la institucio­nalidad estatal está casi completame­nte ausente, lo que favorece un ambiente de impunidad y el crecimient­o de la actividad

criminal.

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