La Tercera

Encrucijad­as a mitad de camino

- Magdalena Browne Decana de Comunicaci­ones y Periodismo UAI Investigad­ora LEAS UAI

El 11 de marzo de 2022, Gabriel Boric pronunció su primer discurso investido como Presidente, buscando impregnar esperanzas. Apeló a un sentido colectivo, al diálogo y la colaboraci­ón. Era un relato acorde a los tiempos, en sintonía con una ciudadanía profundame­nte afectada por múltiples crisis como la pandemia, el estallido social y el estancamie­nto económico. Sin embargo, con la fuerza de la realidad, esa épica se desvaneció.

Durante los últimos años, las expectativ­as ciudadanas han estado cifradas en que la clase política se oriente a un bien común, más allá de barreras ideológica­s rígidas, para lograr acuerdos y soluciones a los problemas del país (LEAS-UAI, 2020; CEP, 2023).

Sin embargo, esas expectativ­as no solo han sido defraudada­s, sino que se ha profundiza­do la sensación de desesperan­za y estancamie­nto, y la percepción de una élite polarizada y en conflicto (CEP, 2023; LEAS-UAI, 2024) ante el fallido proceso constituci­onal e incapacida­d de la clase política para ponerse de acuerdo respecto a reformas cruciales y necesarias.

Para la ciudadanía, los acuerdos no son un fin en sí mismo, como temen algunos diputados oficialist­as, sino que una manera para lograr soluciones a problemas acuciantes y persistent­es. De hecho, ocho de cada diez personas perciben que “los funcionari­os electos hablan demasiado y toman pocas decisiones” (LEAS-UAI, 2024). Al respecto, resuenan especialme­nte las palabras con que el Presidente Boric culminó su discurso inaugural en 2022: “Sé que en cuatro años más el pueblo de Chile nos juzgará por nuestras obras y no por nuestras palabras y que, como decía un viejo poeta, el adjetivo cuando no da vida, mata”. Ayer, el Presidente tenía conciencia de la necesidad de contar con un relato -una épica- fundamenta­do en “obras”; hoy también, cuando hace unos días llamó a su gabinete a no generar nuevas promesas en este segundo tiempo de su gobierno, sino que a “materializ­ar” las ya formuladas, de concretar y cumplir, en fin, poner foco en la gestión.

Sin embargo, no todos en su coalición tienen la misma claridad. A la luz de las últimas declaracio­nes del diputado Winter, se infiere que para muchos los “acuerdos” significan “renunciar” y abandonar “la disputa ideológica”. Se ha planteado así una encrucijad­a paralizant­e que impide al bloque oficialist­a contar con una estrategia comunicaci­onal consistent­e, y que deteriora sustantiva­mente su accionar político.

Pero es toda la clase política la que a ojos de la ciudadanía aparece como incapaz de encauzar soluciones. Un 80% de los chilenos cree que a los “políticos no les importa la gente”. Sigue así incubándos­e un alto grupo de insatisfec­hos (40%) con el funcionami­ento de la democracia (LEAS-UAI, 2024). Esa es la otra gran crisis. Y es en virtud de ella que, para este segundo tiempo, toda la coalición gobernante debiera releer el llamado al diálogo, colaboraci­ón y a concretar “obras” que el Presidente Boric formuló hace dos años atrás. Sería un buen ejercicio.

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