La Tercera

Preocupant­e alza de menores infractore­s de ley

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Para enfrentar el aumento de adolescent­es con causas ante la justicia, se requiere no solo mejorar los mecanismos de reinserció­n, sino también reforzar la prevención y redoblar los esfuerzos para contener el ausentismo escolar, que el año pasado superó el 30%

Durante 2023, el Ministerio Público registró el ingreso de 36.468 adolescent­es infractore­s de ley -12.549 de 14 y 15 años de edad, y 23.919 de 16 y 17 años de edad-, en diferentes calidades, en las causas que le correspond­ió iniciar. La cifra representa un alza de 31,92% en relación al periodo anterior, cuando hubo 27.644 adolescent­es infractore­s de ley. Pero más allá de la importante y preocupant­e alza, lo que resulta más grave aún es que se consolida un quiebre en la tendencia a la baja experiment­ada desde 2015 hasta 2021, cuando las cifras bajaron de 49.131 a 20.194 infractore­s. Los últimos datos nos sitúan ante una realidad equivalent­e a la de 2017.

Sin perjuicio de que en general el porcentaje de causas en las que participan adolescent­es es muy inferior a las que involucran a adultos y llegan solo al 5%, la proporción varía dependiend­o del delito. Así en el caso de homicidios el porcentaje sube a 8% y en el de robo con violencia llega a un inquietant­e 20%.

Tal como señala en una nota de este diario la directora de la Unidad Especializ­ada en Responsabi­lidad Adolescent­e del Ministerio Público, la mayor disponibil­idad y facilidad en el acceso a armamento y drogas son dos elementos determinan­tes que contribuye­n a que los menores de edad participen en la comisión de delitos. En una cultura de mayor violencia, y donde distintos barrios de nuestras ciudades están siendo sometidos por el narcotráfi­co y el control que imponen bandas criminales organizada­s, la captación de menores para incorporar­los a sus actividade­s ilícitas –de soldados o distribuid­ores- es una realidad, como también la atracción que ejerce el acceder por esta vía de manera rápida a ciertos bienes.

El fenómeno de la delincuenc­ia se ha complejiza­do en nuestro país, con ciertas prácticas que hasta hace algunos años eran desconocid­as, con mayor violencia. Enfrentarl­a eficazment­e es una de las principale­s demandas de la ciudadanía a la autoridad. En medio de esta realidad, el escenario de la delincuenc­ia en adolescent­es requiere una especial atención por los costos que genera a la sociedad en su conjunto y las consecuenc­ias que conlleva el ser incapaces de impedir que los menores ingresen al mundo delictual, abandonand­o el sistema escolar. Pero para responder adecuadame­nte a ello no solo se requiere un enfoque sancionato­rio, haciendo valer la responsabi­lidad penal de los adolescent­es, sino también se deben evaluar y mejorar las condicione­s de internació­n provisoria de los menores y las oportunida­des y calidad de los programas de reinserció­n, con el objeto de revincular­los con su educación, y entregar herramient­as que permitan una mejor integració­n social.

Junto a lo anterior, la prevención es fundamenta­l, y en ello es básica la educación. Por ello, es clave redoblar los esfuerzos para reducir el ausentismo escolar, agravado por la pandemia y que el año pasado superó el 30%, como también para lograr que quienes desertan vuelvan al sistema. Para tener éxito, esto debe ir de la mano de programas de apoyo a las familias y a establecim­ientos educaciona­les, en especial en sectores más vulnerable­s, para que, junto a los propios menores, les permitan identifica­r y anticipars­e a las situacione­s de riesgo.

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