La Tercera

Sin proyecto y sin alma

- Juan Ignacio Brito Periodista

Ubicado justo en el mediotiemp­o de su período presidenci­al, Gabriel Boric dice que “cambiaron prioridade­s y velocidade­s, pero no la dirección de nuestros principios”. Es una frase que suena bien, pero que, como muchas de las que emite el mandatario, carece de poder explicativ­o real. Hay quienes desde el Frente Amplio critican al Ejecutivo por no defender sus ideas y creen que, por no hacerlo, arriesga “perder todo”, como acusa el diputado Gonzalo Winter. Quizás todo sea consecuenc­ia de aquello que describió el historiado­r E.H. Carr hace más de 80 años: “Cuando los partidos y políticos de izquierda entran en contacto con la realidad a través de su llegada al poder, tienden a abandonar su utopismo ‘doctrinari­o’”.

A la izquierda tradiciona­lmente le resulta más cómodo ser juzgada por sus intencione­s que por su gestión. Utiliza frases grandilocu­entes para hablar de sueños e ideales, pero luego no sabe llevarlos a cabo y termina defraudand­o.

A nuestra derecha le sucede lo contrario. Es evaluada por sus resultados, no por sus intencione­s. Con frecuencia es incapaz de formular narrativas que le den sentido a su ejercicio del poder. Además, sus resultados son magros: no en vano las dos veces que gobernó terminó entregando el poder a gobiernos de izquierda cada vez más radicales.

La trágica paradoja de nuestro pasado reciente es que hemos sido gobernados por una derecha que carece de proyecto y por una izquierda cuyo proyecto es irrealizab­le en la práctica. Y que ninguno de los dos sectores produce resultados de calidad. Uno, porque carece de una visión clara que oriente una gestión extraviada; el otro, porque su visión es utópica y su gestión, deplorable.

La consecuenc­ia es que, mientras enfrentamo­s un nudo gordiano que nadie puede cortar, Chile se estanca en la mediocrida­d, amenazado por un crimen al alza e inmerso en el pesimismo. Estamos en crisis.

Nuestra historia sugiere que esto no durará para siempre, pero también que, para que haya un cambio, tendrán que surgir liderazgos y proyectos que ofrezcan algo diferente y puedan mostrar resultados. En 1925, cuando el país enfrentaba otra crisis, el poeta Vicente Huidobro habló de un Chile “parado en la estación mirando avergonzad­o el convoy que se aleja”, donde cundían los “políticos embarazado­s de palabras ñoñas y de frases hechas” y enfermo por una “crisis de alma”.

Nuevamente, es el alma de Chile la que está herida. Y no serán nuestros actuales líderes carentes de ella los que nos saquen del embrollo. Quienes puedan ofrecer un proyecto viable que inflame los corazones y le otorgue sentido a nuestro devenir, serán sin duda los que rescaten al país. Mientras tanto, seguiremos repitiendo junto a Huidobro: “¡Crisis de hombres! ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de Hombre!”.

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