La Tercera

El lenguaje no miente

- María José Naudon Abogada

Las palabras dicen mucho más de lo que estamos dispuestos a reconocer. Las elecciones lingüístic­as, así como nuestra forma de expresarno­s, son, por tanto, sumamente relevantes. Ya Platón sostenía que la relación entre política y lenguaje resulta profundame­nte intrigante y argumentab­a que cada sistema político suele tener una forma de expresión propia, un vocabulari­o distintivo que refleja sus dinámicas y valores fundamenta­les.

Por eso, resulta primordial estar atentos a las palabras: in lingua, veritas; esto es, el lenguaje no miente. Veamos cómo andamos por casa.

Comencemos observando la tendencia al alza de las aclaracion­es en el discurso político; inclinació­n que deja la sensación de que cada palabra es un diamante en bruto esperando ser tallado con precisión una vez sopesado el impacto. Lejos del objetivo esperado; aclarar malos entendidos, corregir informació­n errónea o brindar más contexto sobre un tema particular, termina siendo una táctica para eludir responsabi­lidades, minimizar daños o incluso cambiar el significad­o original de una declaració­n controvers­ial. Como consecuenc­ia, alimentan la controvers­ia, minan la confianza y termina por hacer evidente aquello que se quiso matizar. Ejemplos concretos no faltan. ¿Alguien tiene alguna duda sobre a qué se refería Natalia Piergentil­i con los “monos peludos” o Gonzalo Winter cuando sostuvo que “pareciera que el gobierno no está luchando por la justicia social, sino solamente por los acuerdos” o, en la otra vereda, Daniela Peñaloza al calificar como “una deslealtad” la irrupción de Marcela Cubillos en la competenci­a por Las Condes, consideran­do que todas fueron “aclaradas”? Cuando la claridad es una especie en extinción, el discurso se vuelve un hábitat inhóspito para el debate de las ideas.

Un segundo fenómeno podría ser calificado como disonancia lingüístic­a y abarcaría todos aquellos casos donde las palabras no se condicen con los hechos. Un caso paradigmát­ico ha sido, esta semana, la arremetida de Marcela Cubillos. La exconvenci­onal ha justificad­o su incursión en las elecciones municipale­s sobre la idea de alcanzar la unidad del sector. Contrario a esa vocación, ha desatado una batalla de dimes y diretes que ha llevado al presidente de la UDI a declarar que su candidatur­a daña la unidad de propósito de la oposición. La disonancia habla de otras agendas y otros objetivos.

Otro ejemplo emblemátic­o han sido las declaracio­nes del Presidente Boric y sus ministros con motivo del segundo aniversari­o de su mandato, afirmando que el país se encuentra en una mejor situación que hace dos años. Curiosa evaluación que contrasta con la percepción ciudadana que en un 66% desaprueba la gestión del Mandatario, que evalúa con un 3,6 el segundo año de gobierno y que en un 71% cree que el Presidente no ha cumplido sus promesas. En este mismo orden de cosas, resulta inevitable considerar que aquello que el Presidente ha descrito como “recibimos un país en una situación muy complicada y hoy se ha normalizad­o” se acerca bastante más a reparar el mal causado, que a avanzar en la ruta.

Si Samuel Johnson tiene razón al afirmar que el lenguaje es la ropa de los pensamient­os; entonces la banalidad de nuestros discursos nos obliga a pensar que los pensamient­os pasean hoy desnudos por nuestro país.

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