convoca a público transversal y se enciende con el rock y Limp Bizkit
La jornada debut de la versión 2024 de la cita en Parque Cerrillos tuvo un inicio lento, pero fue adquiriendo calor durante el día con números como Thirty Seconds to Mars y Limp Bizkit. También fueron evidentes las mejoras en la
tercera vez del espectáculo en el recinto.
Dos melodías casi inconfundibles -separadas por apenas unos minutosrecibieron este viernes 15 al público que llegó al Parque Cerrillos para una nueva entrega de Lollapalooza Chile. Primero, por los parlantes sonó la clásica fanfarria que hace despegar el tema central de Star Wars, compuesto por John Williams, una eterna manera de sugerir que algo grande va a suceder.
Luego, las guitarras frontales y el sonido urgente del punk, esta vez propiedad de Machuca, el señero grupo chileno que abrió uno de los escenarios centrales del evento. Star Wars y punk en un sólo equipaje: si se tiene mentalidad de almanaque y estadística, ambas expresiones tienen su fecha de origen hacia 1977. Pleno siglo XX. Aunque claro, la agrupación nacional tiene matrícula noventera, con un hit como Corazón desilusionado -interpretado en su presentación- que data del ya lejano 1995. Nuevamente: postales de días que no volverán.
Es quizás la sensibilidad que retrata al Lollapalooza edición 2024. Aunque en estos últimos años se había ido acercando a una audiencia cada vez más juvenil y adolescente, esta vez ha amplificado su rango de llegada para presentar un menú mucho más transversal, que satisface tanto a espectadores que ya sobrepasaron los 30 o 40 años, como a otros que recién debutan en las lides multitudinarias.
Por citar una mirada rápida, este viernes 15 florecieron en el recinto las poleras de Korn o Deftones, insignes del rock furioso que abrió el nuevo siglo hace casi 25 años, mientras por otro costado hasta se vieron imágenes estampadas de su némesis en la escena musical, Britney Spears, la reina que encarnó fiesta y desparpajo pop en el mismo lapso. Si en 2023 la medalla para los mejores shows se la colgaron Billie Eilish y Rosalía -representantes ubicuas de la nueva era de plataformas digitales, redes sociales y carreras independientes-, esta vez es muy probable que los aplausos vayan en dirección a Arcade Fire, Blink-182, The Offspring, Sam Smith o Limp Bizkit, todos héroes con más de 15 años de bagaje, epítomes del viejo mercado que sonaba en radios, MTV, CDs o iPods.
Incluso, como una manera de entender el cruce generacional de la velada, los primeros números de ayer saludaron a sus progenitores creativos a la distancia. La cantante boricua Gale versionó a Shakira, la canadiense Jessie Reyez hizo lo propio con Bob Marley, mientras que el conjunto emo Pierce the Veil transfiguró la melancolía de Radiohead.
Los primeros minutos del día también sorprendieron con la propuesta del cantautor argentino Florian, hijo de Vicentico -otra gloria que ya acumula deceniosy parte de Los Fabulosos Cadillacs, quien navega a medio camino entre las letras confesionales y los géneros de texturas más urbanas.
De a poco
Eso sí, el arranque fue lento. El público se asomó desde cerca del mediodía por Cerrillos, sin atochamientos masivos ni secuencias de mayor desmesura. El ingreso fue en orden y los horarios de los espectáculos se cumplieron sin variaciones. Incluso el calor fue más benevolente que en otros años: no azotaba inclemente ni pegaba de forma letal, suavizado además por una leve brisa que recorrió el parque.
Los shows que recorrieron las primeras horas estuvieron lejos de brillar (ver crítica pág. 42) y la cita sólo se sacudió de cierta mo
dorra con la aparición de Limp Bizkit cerca de las 19.45 horas en el escenario Banco de Chile: pura dosis de nü metal rabioso y que confirman a una agrupación que siempre parece con el ceño fruncido. Protagonistas de una de las mayores debacles de la historia de los festivales -aquella que los sitúa en Woodstock 99 como parte del caos y el desmadre que tumbaron para siempre a ese encuentro-, los nativos de Florida hicieron saltar a la masa y casi no dieron respiro. Las botellas y el agua volaron por los aires. Fue uno de los minutos altos del debut.
Igual que Thirty Seconds to Mars, la banda del cantante y actor ganador de un Oscar Jared Leto, que elevó el karaoke y agitó a los presentes, dueños de un magnetismo que han podido extender con el curso del calendario.
Antes, cerca de las 13.00, Ceaese demostró por qué es uno de los créditos más sólidos de la escena urbana nacional, con un despliegue que incluyó como invitados a Jona Sánchez, Kidd Voodoo y Denise Rosenthal, con quien en la semana estrenó el sugerente single Sólo aquí. El mismo que interpretaron en la cita.
Un sitio más amable
Más allá de las presentaciones, hubo un aspecto en que probablemente gran parte de los asistentes expresaron acuerdo y unanimidad: las mejoras que hoy presenta el Parque Cerrillos en comparación a su primera vez en 2022. Se nota mayor trabajo y detalle.
Por ejemplo, el Alternative Stage -donde pasaron figuras como el propio Florian o el mexicano León Larregui, voz del grupo Zoé- en esta ocasión lucía techado, cubierto con un pabellón de 1.600 mt2 que permitía soportar el calor de mitad de tarde. Durante gran parte del día, el lugar permaneció atiborrado, con cientos rasguñando un poco de sombra, casi un oasis en el corazón de un contexto desértico.
Aunque precisamente algunos cambios sustanciales han logrado espantar aquella sensación que situaba a Cerrillos como un espacio seco y sin áreas verdes, lo que detonaba las añoranzas por el Parque O’Higgins que recibió el evento por casi una década.
Hay más zonas de descanso, más puntos de hidratación, más lugares techados -tres veces más lugares de sombra, según la produccióny más mesones metálicos que permiten sentarse para recuperar el aliento. También hay más activaciones y hasta una rueda de la fortuna de más de 20 metros de altura traída de Recife, Brasil, elemento esencial de cualquier festival que se precie de la diversión total.
Lollapalooza Chile vivió una lenta jornada de despegue, pero coronada por el viejo rock, a momentos imbatible en vivo pese a que los números, los sonidos y los éxitos actuales dicten lo contrario. De hecho, al cierre de esta edición se esperaba la presentación del cantante colombiano Feid, quien cerraría con música urbana el primer cara a cara de Lolla 2024 con su público capitalino.
Para este sábado 16 los números llamados a generar el agite son Kid Voodoo, Francisca Valenzuela, The Offspring, Arcade Fire, Blink-182, Chencho Corleone y Diplo. Nuevamente, para todos los paladares. Lollapalooza quiere dejar felices a casi todos. ●
Como toda fiesta, Lollapalooza agarra vuelo mientras avanza la tarde a la espera de los cabezas de cartel, con Limp Bizkit y Feid como protagonistas. La previa de los nombres mayores fue una jornada francamente de relleno y fácil olvido, con pocas excepciones y algunas constantes: una alarmante tendencia a ofrecer poco espectáculo y saltarse olímpicamente reglas de lo que implica la música en vivo.
En este último caso, el caso más explícito fue el de Kenia Os en las primeras horas de la tarde. La youtuber e influencer mexicana devenida en cantante pop encarna un personaje erotizado -lució perlas y lencería-, que no se molestó en lo más mínimo en disimular su voz grabada. La artista de Mazatlán se preocupó de bailar, contonearse y seguir algunos pasos coreográficos, nada más. Para una disco o un espacio de música en vivo de medianas proporciones, quizás se entiende. Pero qué hace en un festival de estas dimensiones, un verdadero misterio.
Al otro extremo del parque la colombiana nacida en Medellín, Bad Milk, demostró que sí sabe cantar urbano y electrónica, mediante sentimiento y expresividad. Su música con desvíos spanglish, presenta detalles románticos y melancólicos con un inusitado protagonismo de la guitarra eléctrica, ejecutada por un músico desdoblado en batería, más la compañía de una chica gótica a cargo de máquinas. Sin embargo, con los músicos relegados al fondo del escenario, su espectáculo lució vacío, con escasa dinámica. Es complejo que una figura solitaria pueda cubrir todo el espacio que implica un escenario festivalero.
León Larregui, el líder de Zoé, se mostró incómodo en el Alternative stage porque el sol le daba de lleno, a pesar de los lentes de sol. “No estoy acostumbrado a tocar a las 12 del día o las tres de la tarde -se quejó-, no sé qué horas son”. Con una banda dominada por mujeres, el mexicano ofreció una veta no muy distinta de lo que hace en su grupo reputado entre lo mejor de la escena mexicana por décadas: pop rock de contornos siderales con estribillos evocativos y evidente oficio. Cuesta una enormidad entender qué canta Larregui y da un poco lo mismo, en virtud de la textura singular de su voz. Fue el primer número de la tarde que despertó cierto interés por parte del público.
En uno de los escenarios centrales siguió Dayglow, el nombre artístico del texano Sloan Christian Struble, probablemente el artista de más fácil olvido de la primera jornada. Anodino pop rock de manual de discreta performance, con algún descuelgue funk sin malicia alguna. Otro número para preguntarse qué diablos hace en un evento de estas características.
La presencia mexicana se reforzó con Latin Mafia, tres hermanos de Monterrey que combinan hip hop y urbano de discreta calidad. A pesar de las buenas armonías, desplegaron la actitud de tres zorrones con ganas de divertirse en un asado, así también lucían. Descoordinados, y sin mucha idea de qué hacer con el escenario -uno de ellos se sentó en el tercer tema, después recurrieron al truco qué lado canta más fuerte-, se sumaron a la interrogante de la tarde: cómo logran escalar a un festival donde sí o sí se debe ofrecer espectáculo.
En ese mismo lugar, la artista nacional Akrilla demostró similares falencias. A pesar de la buena voz y una presencia atractiva, la artista dedicada al trap no sabía qué hacer más allá de moverse de acá hacia allá, como quien pasea por el patio. Sin más ideas, también decidió sentarse. Para una fogata rematando un paseo veraniego, okey. No así en un evento de estas características.
Más tarde en uno de los escenarios centrales, Jessie Reyez contó que nació en Toronto, pero remarcó su origen colombiano. Desplegó una voz poderosa para el R&B y el soul, en un punto intermedio entre Amy Winehouse y SZA, con una personalidad coqueta y risueña.
Recién con Pierce the veil hubo demostraciones de entusiasmo colectivo. La banda estadounidense de pop punk y emo, arrastró fanaticada capaz de corear la mayoría de las canciones. Lanzaron confeti, corrieron como si se tratara de una competencia y aleonaron a la audiencia apenas pusieron un pie en el escenario. Musicalmente no representan aporte alguno al género, como tampoco sobran. Pero en el flojo contexto de la tarde, destacaron.
El irlandés Hozier logró sus propósitos de desplegar un acto litúrgico para lucir su voz poderosa en éxitos como Take me to church, la última canción de su set que funde sus mayores cualidades, básicamente replicar el manual de rock de estadios de sus coterráneos U2.
30 Seconds to Mars hizo lo que ya ha mostrado en Chile, que no es otra cosa que encarnar una banda de rock con la intención de salvar al planeta bajo composiciones desesperadas por el tono épico, al punto que los coros en torno a un largo “oohhh”, van grabados insistentemente. Después de un cuarto de siglo, 30STM sigue siendo el papel más flojo y predecible de Jared Leto.
Al cierre de esta crónica, Limp Bizkit impuso ambiente de verdadero festival con clásicos del costado más pop del nü metal como Break stuff, Rollin’ y Nookie, coreados masivamente por el público.