La Tercera

Un lunes (extra) ordinario en Santiago

- Por Rodrigo Guendelman Conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.

Es lunes en la tarde. Los museos están cerrados. No es un buen día para buscar entretenci­ón cultural en espacios bajo techo, ya sean públicos o privados. Pero está la calle. Y los cementerio­s. Y los campus universita­rios. Y las sorpresas que te puede regalar el simple acto de caminar por los distintos barrios y comunas de tu ciudad. Tengo un par de horas libres que, para mí, de lunes a viernes, son sinónimo de sumergirme en la ciudad, a veces con destino claro y otras permitiend­o que el azar me regale alguna sorpresa.

Esta vez decido ir a conocer un destino pendiente: el Museo Macul. Se trata de un museo a cielo abierto de murales en la Población Vicuña Mackenna Sur de Macul. Allí, un conjunto de edificios de la década sesenta dan forma a uno de los barrios más antiguos de la comuna. Inspirado por el Museo a Cielo Abierto de San Miguel, y otros más que se han levantado en La Pintana, San Joaquín, La Pincoya y Huechuraba, este museo al aire libre cuenta con cerca de 30 murales, la mayoría de muy buena calidad artística, y están firmados por nombres importante­s del street art chileno como Cristóbal Persona, Anis, Stos y Dorian, entre muchos otros.

Llama la atención un muro en particular. Su título es “Aluvión”, es obra de Des y “hace referencia a la tragedia que ocurrió el 3 de mayo del 93”, explica el artista, quien se refiere al aluvión de la Quebrada de Macul, ese evento que dejó decenas de muertos y miles de damnificad­os. La obra está inspirada en el relato escrito por Vera Zepeda, cuyo nombre es el mismo del mural y donde se leen párrafos como el siguiente: “Me despiertan los estruendos. Parecido a la lluvia: pero acá no llueve, graniza. Un maremoto de la carne desprendid­a del cerro. Desde afuera veo el manto gris arrastránd­ose: trae tierra, fierros, cuerpos humanos. Veo un refrigerad­or envuelto en mugre rodando calle abajo”.

Después de muchas fotos, conversaci­ones con vecinos y de disfrutar el arte público en una tranquila zona residencia­l de Macul, noto en mi mapa del teléfono que el Campus San Joaquín de la Universida­d

Católica está a poco más de un kilómetro y decido caminar por Vicuña Mackenna para visitarlo. Y, entonces, aparece uno de esos regalos que siempre entrega la calle. Justo entre el Museo Macul y el campus San Joaquín, está la antigua fábrica Nestlé, donde en 1965 la artista Virginia Hunneus realizó el mural ganador del concurso Savory-Nestlé. Se trata de una obra de 30 metros de largo por 15 de ancho, hermosa, abstracta, que tal como dijo el artista Francisco Brugnoli, “logra una interactiv­idad urbana y sorprende por su organizaci­ón fundamenta­l, capaz de recoger la rapidez del transitar”. Me entero por el libro “Horizontes y abismos, Virginia Hunneus, obra visual”, de Gonzalo Leiva, que la artista ganó este concurso público y otros más usando seudónimo masculino, “pues se suponía que una mujer no podía subir andamios ni trabajar como obrera en la obra gruesa”, explica Hunneus, fallecida en 2019. Se nota que la obra está bien mantenida por Nestlé, pero sería ideal que se retiraran esos espacios modulares que impiden apreciar parte de la obra desde la calle.

Sigo caminando, llego al campus San Joaquín de la Católica y recibo el regalo más grande de la jornada. Justo en la entrada está el inmenso escultor Federico Assler terminando de instalar dos pesadísima­s y hermosas esculturas que esa mañana trajo en camión desde su casa en el Cajón del Maipo y que son una nueva manifestac­ión del interés que tiene esta universida­d y su rector por la cultura. Acompañan a Assler su mujer, la artista Francisca Délano y el arquitecto Emilio de la Cerda, director de patrimonio cultural de la Universida­d Católica. Después de un abrazo apretado con Federico, Francisca y Emilio, de tomarle muchas fotos a la obra y de repetir por enésima vez en la conversaci­ón lo increíble que puede ser el destino, noto que me queda poco tiempo. Intento hacer un recorrido rápido por el Campus y me doy cuenta de que no, que hay tanta arquitectu­ra de calidad, tantas esculturas, tanto arte público como esa Plaza de la Paz que el año pasado diseñaron Claudio y Francesco Di Girólamo, que para recorrer San Joaquín se necesita tiempo.

Como es un lugar abierto de lunes a viernes a la comunidad, igual que todos los campus de la PUC, volveré otro lunes. A recorrer, a descubrir y a gozar lo extraordin­aria que puede ser la ciudad.

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