La Tercera

¡Paguen mejor!

- Por Gonzalo Cordero | Abogado

El conocimien­to científico es producto de la modernidad, la racionalid­ad aplicada metódicame­nte a conocer y explicar los fenómenos nos permitió dejar atrás la época en que los seres humanos atribuíamo­s a fuerzas misteriosa­s la explicació­n de casi todo. La enfermedad se entendía como el desequilib­rio de los “humores”, líquidos que determinab­an la salud y diversas cualidades de los seres humanos. Dioses arbitrario­s y genios malignos actuaban en la sociedad de manera cotidiana.

Pero la observació­n, la experiment­ación y la inteligenc­ia nos llevaron a descubrir que en la naturaleza existen leyes que dan cuenta de los fenómenos, que la enfermedad no es un desequilib­rio de “humores”, sino que deriva de alteracion­es a nivel celular, la acción de microorgan­ismos como las bacterias y de muchas otras causas que se pueden conocer y explicar racionalme­nte. Los médicos dejaron de “sangrar” a sus pacientes, los augures fueron reemplazad­os por modelos matemático­s, genios como Gauss nos enseñaron esa maravilla estadístic­a que es la distribuci­ón normal.

Surgieron disciplina­s nuevas como la economía, que tiene sus leyes que explican el comportami­ento humano en ámbitos muy importante­s. Descubrimo­s así principios como el de la escasez y que el precio de cualquier bien está determinad­o por el equilibrio entre la oferta y la demanda.

Sin embargo, la izquierda latinoamer­icana se lleva mal con el pensamient­o científico, todavía cree que la economía está controlada por genios malignos. Por eso, la ministra Jara, comunista y fiel exponente de la política con realismo mágico, conmina a los empresario­s a pagar más, porque para ella es una cuestión de mera voluntad, le resulta imposible creer que existe el mercado del trabajo, tampoco concibe eso de que es un factor productivo y que la interacció­n libre de oferentes y demandante­s, así como el valor que el trabajador agrega al proceso productivo, determinan esencialme­nte lo que se paga por él.

A la ministra le resulta inconcebib­le que la informalid­ad, las remuneraci­ones y la capacidad de negociació­n de los trabajador­es, depende mucho más de los políticos y los gobiernos, en cuanto son capaces de generar condicione­s que fomenten la inversión, el crecimient­o económico, la generación de puestos de trabajo a un nivel que rentabilic­e, por ejemplo, la capacitaci­ón, para tener cada vez más trabajador­es que aporten más valor y, por lo tanto, ganen más.

No, para ella todo se reduce al genio maligno, por eso cree en la proliferac­ión de leyes y burócratas fiscalizad­ores que lo combatan, lo debiliten, para que la negociació­n sea más pareja, porque todo se reduce a un juego de suma cero, a una lucha de poder. Es la expresión social del equilibrio de los humores que buscaban los médicos en la antigüedad con el sangramien­to que terminaba matando a los pacientes.

Es el pensamient­o mágico pre moderno que en Latinoamér­ica nos ha dado buena literatura, pero una política retrógrada, llena de conflictos y que nos condena a la insalvable pobreza del subdesarro­llo.

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