La Tercera

Gaza, Maipú y Ñuñoa

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Buena parte del debate respecto a Gaza -con sus más de 30 mil muertes- remite a la proporcion­alidad en el uso de la fuerza. Quienes defienden la estrategia de Netanyahu consideran que el Ejército israelí está ejecutando lo estrictame­nte necesario para resguardar la seguridad del Estado frente a la amenaza terrorista. En contra de esta idea se señala que hay una desproporc­ión en la violencia ejercida que viola tanto el derecho humanitari­o como los principios de la guerra justa, pudiendo los objetivos de seguridad conseguirs­e de forma menos cruenta. Entre aquellos convencido­s de la desproporc­ión de la estrategia israelí se encuentra Gabriel Boric. A tanto llega esa convicción, nos dice el gobierno, que además de condenar junto a otras naciones las acciones de Israel, Boric decidió poner en riesgo el sistema de defensa chileno escalando el exabrupto diplomátic­o hasta la exclusión de las empresas de defensa israelíes (proveedore­s claves de la defensa chilena) de la próxima FIDAE. Exclusión a la que siguieron Diego Ibáñez y Gonzalo Winter -al estilo de toda dupla humorístic­apidiendo expulsar de Chile al embajador de Israel.

Hasta ahí, entonces, Gaza. La siguiente minuta del gobierno era celebrar sus dos años en el poder repitiendo que Chile estaba mejor que hace dos años. País normalizad­o. Estaban en eso cuando el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic, apareció en los medios pidiendo que una toma ilegal en su comuna fuera intervenid­a militarmen­te alegando descontrol del crimen organizado. Y eso (más de 3000 niños sin colegio) fue todo para la minuta de la normalizac­ión.

¿Por qué Vodanovic pide militares? Porque las campañas electorale­s edilicias ya están andando y es una idea popular entre vecinos asustados por la crisis de seguridad que vive el país. La minuta del gobierno -que parecía redactada por María Antonieta- no servía para nada en Maipú, así como tampoco en la mayoría de las comunas oficialist­as donde los alcaldes salieron también a pedir militares.

¿Tiene algún sentido utilizar militares en labores de policía? A primera vista, y según los propios militares, no. Ellos no están entrenados para cumplir labores policiacas y sus instrument­os son armas de guerra. El nivel de fuerza que toda acción militar supone es inútil o desproporc­ionado respecto a casi todos los escenarios civiles. Y esa desproporc­ión normalment­e implica una desventaja para la acción eficaz de los propios militares. Más todavía cuando saben que los políticos que los mandan a patrullar se lavarán las manos y los dejarán ir presos, apelando a cualquier instructiv­o sin sentido práctico (como el presentado por el propio gobierno la semana pasada), si efectivame­nte actúan. Si no hay respaldo político al uso de la fuerza, no habrá, en general, uso de la fuerza. Y ahí quedan los vecinos.

El Presidente Boric, por supuesto, sabe todo esto. Pero en vez de poner en su lugar a los alcaldes electorero­s y ofrecer propuestas en seguridad que involucren más y mejores policías, se puso a coquetear frívolamen­te con la idea de ampliar el concepto de “infraestru­ctura crítica” para dejar a militares a cargo del patrullaje policial de estaciones de metro y hospitales, liberando así carabinero­s para otras funciones. Es decir, Boric dijo que los militares no cumplirían labores de policía, salvo en ciertos lugares.

Los países civilizado­s que despliegan militares para resguardar instalacio­nes claves lo hacen para enfrentar amenazas terrorista­s –de ahí el concepto de “infraestru­ctura crítica”- y no como policías con fusiles. Esos militares desplegado­s, por ejemplo, en aeropuerto­s y centrales de energía, están listos para aniquilar combatient­es enemigos, no para resguardar el orden público.

Esta nueva frivolidad presidenci­al, además de todo lo dicho, muestra que el problema de la proporción en el uso de la fuerza no le importa a Boric cuando hay votos involucrad­os. Y también que le da lo mismo si algún otro cabo, como Pedro Lavín Villalobos, termina preso por atreverse a cumplir con su deber según fue entrenado. La ganancia mediática queda en el político; el riesgo, en el cabo.

Netanyahu, que por lo menos se reconoce responsabl­e de los actos de sus tropas, debe haber sonreído.

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