La Tercera

Huracán Vodanovic

El polémico negocio que preocupa a las universida­des

- Por

Voltereta! ¡Populismo! ¡Movida electoral!

La semana ha estado plagada de epítetos así desde la derecha -y de perplejida­d en parte de la izquierdat­ras el huracán que desató el alcalde Tomás Vodanovic al pedir presencia de militares en la calle para resguardar la infraestru­ctura crítica en Maipú, donde se encontró el cuerpo del militar (r) venezolano Ronald Ojeda, en una maleta, bajo un cubo de cemento. Le ha llegado no poco fuego amigo, y mucho más de la oposición.

Como pasa habitualme­nte en el debate público, este se consume en (des) calificar intencione­s y personas y se enfoca poco o nada en las propuestas en sí, su eficacia y pertinenci­a. Vamos a aquello. Hay consenso en que el crimen organizado se ha instalado con fuerza en Chile y que las herramient­as y recursos de antaño no bastan. Segundo consenso: es la principal preocupaci­ón ciudadana, por lejos. Tercero: no hay ejercicio de los derechos más básicos si no se puede salir a la calle, si esta es territorio hostil y “tomado” por el crimen. De allí la angustia no solo de las víctimas y sus familias, sino de todos los demás; la angustia de que los criminales sean dueños de la calle, y ver un Estado ausente o impotente. Con esa sensación ambiente de impunidad “territoria­l”, los criminales escalan su poder. Por eso la iniciativa del alcalde Rodolfo Carter de demoler las casas narco capturó tanto la atención: no porque fuera la gran panacea ni la solución al crimen, sino porque había una autoridad en terreno, mostrando presencia frente al narco. El gobierno, que al principio lo criticó (también lo hizo el alcalde Vodanovic), luego le copió la idea con la demolición de narco mausoleos, para restablece­r allí plazas y juegos infantiles. Recuperar el control del terreno es una señal potente de una autoridad que no se rinde ante esta nueva “normalidad”.

Visto todo lo anterior, la petición del alcalde Vodanovic -y de varios más, incluido el gobernador Orrego- de que militares colaboren en el resguardo de infraestru­ctura crítica, sería también una señal potente de presencia del Estado. Ahora bien, entre los expertos -y lo dijeron los mismos militares en la reunión del Cosenahay bastante consenso también en que “sacar a los militares” sin claridades, sería un error. No tienen formación ni preparació­n para desplegars­e en zonas urbanas y hacer control del orden público. Cuando se forman para ganar una guerra actúan con una lógica muy distinta a la de las policías que, al controlar el orden público, deben intentar hacerlo causando el menor daño posible. Desplegarl­os, por ejemplo, para desalojar una toma, o para que intervenga­n en una población, sería desaconsej­able y de alto riesgo, tanto para los civiles como para los mismos militares.

Distinto es el caso de la custodia de la infraestru­ctura crítica: malls, estaciones de metro, entradas y salidas de autopistas, hospitales u otros. Allí, su presencia podría ser disuasiva y segurizant­e para la población, justamente porque representa la recuperaci­ón de la calle por parte del Estado. Además, podría liberar de aquella labor a policías que escasean. Hacer un plan piloto al respecto sería lo adecuado, para luego evaluarlo y analizarlo. Y sería una muestra de que se avanza con rapidez y en terreno, de modo acotado y conjunto.

Pero para ello se deben aprobar dos proyectos: la ley de Infraestru­ctura Crítica y las Reglas del Uso de la Fuerza (RUF) que darán claridad sobre atribucion­es y mandatos, marco de acción, iniciativa que sin embargo está “estacionad­a” en el Congreso, a pesar de que el gobierno le ha puesto varias veces urgencia. Sin RUF nítidas no se puede ni se debe avanzar. Además, se debe acelerar lo más central para resolver este problema, que es fortalecer a las policías (la reforma avanza a paso cansino) y aumentar su dotación: más postulante­s (este año se flexibiliz­aron requisitos y hubo más), recuperar a policías ya jubilados y destinar a civiles a labores administra­tivas, para liberar a los policías de aquel trabajo.

Pero todo esto requiere de un sistema político capaz de ponerse de acuerdo y procesar las diferencia­s. Vodanovic descolocó fuertement­e a parte de la izquierda, que identifica esto con políticas de derecha. Y también descolocó a la derecha, que no esperaba una petición así de un alcalde frenteampl­ista, y porque resiente que no hayan apoyado medidas de este tipo cuando ellos gobernaron. Es cierto que parte del oficialism­o de hoy fue obstruccio­nista, pero no se puede seguir en esta parálisis y estas trifulcas. Porque mientras los políticos se disputan y cobran cuentas, el crimen organizado sigue descuartiz­ando, secuestran­do y matando, a vista y paciencia de chilenas y chilenos enrabiados y angustiado­s que, sin embargo, piden a sus políticos que actúen sin ese miedo y esa rabia, sino con valentía y pragmatism­o.

Un informátic­o de Viña del Mar comenzó hace una década un emprendimi­ento poco usual: hacer tesis a pedido para alumnos que no quieren escribirla­s ellos mismos. Entre las razones que explican la tendencia está la falta de tiempo y los ripios académicos en la formación universita­ria. Aunque la razón de fondo, tal vez, sería otra: cada vez son más los estudiante­s

que ven las tesis como un mero trámite antes de entrar al mundo laboral.

La idea le llegó a Antonio Ramírez (34), un ingeniero en informátic­a viñamarino del DUOC-UC de esa ciudad, cuando estaba terminando su tesis de grado para sacar su carrera el segundo semestre de 2014. Un compañero le dijo que un conocido necesitaba alguien que le hiciera una tesis de informátic­a.

-Este amigo mío no quería hacerla, porque encontró complicado hacer una tesis. Pero yo la estaba pasando bien haciendo la mía, y para mí no era problema tomar una segunda -dice Ramírez.

Esa tesis, dice, la sacó rápido. No tuvo contacto con el alumno que necesitaba el trabajo: solo le dijeron que tenía que hacer el marco teórico para desarrolla­r un software para un emprendimi­ento familiar. Cobró $ 150 mil por el trabajo.

En ese momento, cuenta Ramírez, este trabajo que había hecho fue dándose a conocer, pasando de boca en boca. Así entendió que había un mercado para este servicio.

Siguiendo esa idea, Ramírez creó una empresa. Lo bautizó Memorias Chile. Abrió un sitio web y le puso precio a su trabajo: cobraba $ 490 mil por una tesis de entre 80 y 120 páginas.

La demanda, cuenta, fue explosiva. Tanto, que el primer año tuvo que traer a dos ingenieros más, uno comercial y uno industrial, para satisfacer la demanda. Con el tiempo, sumó más colaborado­res en el área humanista. Pasaron de hacer 100 tesis entre el 2014 y el 2015, a vender esa misma cantidad en un solo año.

-La mitad son alumnos de menos de 30 años que están saliendo de la universida­d -describe Ramírez-. La otra mitad son profesiona­les que ya trabajan y necesitan que alguien se las haga. El 80% de los casos es netamente por tiempo. La mayoría trabaja, y las tesis que les encargan son demasiado complejas y requieren tiempo. El problema es que ese tiempo no lo tienen.

Mario Waissbluth, fundador de Educación 2020, considera que esta excusa es insuficien­te.

-Perdóname, pero escudarse en la falta de tiempo es la cueca en pelotas. Eso es como decir: yo soy tu cliente y me tienes que regalar un título, porque yo soy una persona ocupada y no tengo tiempo para estudiar ni para perder mi tiempo en minucias. Es una disculpa grotesca.

A pesar de enfrentars­e a críticas como esas, la empresa creció. Hoy ya tiene 10 colaborado­res en casi todas las áreas del conocimien­to que le ayudan a cumplir con los requerimie­ntos. Funcionan así: ellos se quedan con el 50% de los ingresos y el resto va para la empresa. Así cubren los costos y gastos en publicidad. Ese avisaje en redes sociales es lo que les permite, a través de algoritmos, llegar a sus clientes potenciale­s.

-Aseguramos por completo que la tesis se apruebe, porque vamos avanzando con las correccion­es que traen de los profesores guía -promete.

Ramírez dice que nunca rechazan hacer una tesis, independie­nte del tema. Las únicas excepcione­s éticas, asegura, son aquellas cuya área es la medicina o la veterinari­a. “Es que con una tesis de esas puedes poner una vida en riesgo”, menciona.

María José Gallardo, doctora en Bioquímica y vicerrecto­ra de Investigac­ión y Posgrado en la Universida­d de Atacama, no logra comprender por qué un estudiante pagaría por un servicio como este.

-Yo entiendo que alguien te pueda apoyar, asesorar en el proceso de hacer tu tesis -asevera-. Pero que te la escriban, lo encuentro insólito. Va en contra del proceso formativo y de toda ética.

Esto no solo ocurre en Chile. Paula Rossi es doctora en Filosofía de la Universida­d de Buenos Aires. Dice que empezó el año 2016 con una empresa similar a la de Ramírez. Le puso Parto Académico. Eso sí, aclara algunas cosas.

-Yo no vendo tesis: entrego soluciones y acompañami­ento. Aunque si en algún caso me dicen “tengo un mes para entregar mi tesis”, está bien, vemos el caso y le entregamos un presupuest­o”.

La licenciada esgrime razones por las cuales en Argentina los estudiante­s también buscan este servicio.

-Llegan diciendo que no tienen tiempo. Pero si tuvieran tiempo, tampoco lo harían. Lo que pasa es que acá falta acompañami­ento y dirección.

Antonio Ramírez tiene una respuesta simple que, asegura, explica por qué su empresa, hoy rebautizad­a como Hacemos tu tesis, haya entregado más de mil tesis, para todas las universida­des, en la última década.

-Los alumnos hoy sienten que tienen que hacer la tesis solo por cumplir.

Un problema legal

Francisco Bedecarrat­z, director del Magíster en Derecho de la Universida­d Autónoma, quiere ser claro.

-Este es un mercado que no es nuevo. Ahora se está populariza­ndo y alcanzando mayor visibilida­d a propósito de las redes sociales, pero los profesores que corregimos tesis siempre hemos tenido que estar atentos a estudiante­s que falsifican su trabajo y que lo presentan como propio.

Que fuera una práctica antigua no significa que ya existe una manera sistematiz­ada de detectarla, como ocurre con otras faltas. Para lo que las universida­des sí estaban preparadas, detalla Claudia Mejías, vicerrecto­ra académica de la PUCV, es para alumnos que copian textos de otros autores, citándolos como propios.

-Como todas las institucio­nes -comenta Mejías- tenemos ciertos resguardos, que van de la mano con someter este tipo de trabajo a controles de originalid­ad. Hay programas, aplicacion­es. “Turnitin” es uno de los más conocidos que ocupamos en las universida­des, que permite dar cuenta del trabajo que el estudiante ha ido viendo y las distintas versiones con las que ha trabajado.

En el caso de las tesis, agrega Bedecarrat­z, los profesores sólo pueden cotejar si hay un correlato entre el trabajo entregado y lo que ha visto en el alumno durante la elaboració­n de la investigac­ión.

-Esa es la forma en que uno descubre este tipo de casos. Porque si un estudiante que no se presentó nunca a las reuniones y nunca estudió te entrega una tesis que es maravillos­a, uno dice aquí hay algo raro y empieza a examinar. Y claro, también los hemos descubiert­o en el examen oral, porque el estudiante no tiene idea de lo que escribió.

Aun así, no es un método infalible. Y eso puede ser preocupant­e, consideran­do la gravedad de la falta, cree Álvaro Ramis, rector de la Universida­d Academia de Humanismo Cristiano (UAHC).

-Esto es distinto a un plagio. Porque en las universida­des, si se detecta en un trabajo un plagio parcial, el estudiante reprueba, pero se le da una segunda oportunida­d para hacerlo. Si es reincident­e, se le expulsa. Pero comprar una tesis no da pie a reincidenc­ias.

Ramis sigue su explicació­n.

-Esto es un delito contra la fe pública. Porque a través de la tesis respaldas la obtención de un título frente al Estado. Y de eso vas a sacar beneficios, como poder ejercer una profesión que te dará réditos. Es como falsificar un título profesiona­l, pero no falsificas el título, sino que el instrument­o que te permite acceder a él dice Ramis-. Y así, además de engañar a la universida­d, engañas al Ministerio de Educación.

Antonio Ramírez, por su lado, dice que conoce superficia­lmente los riesgos que conlleva su negocio.

-Nunca nadie me ha llamado para decirme que esto está mal o que es poco ético. He buscado muy por encima en internet si es que existe alguna ley, y en realidad nunca he encontrado nada.

Claudio Ossa, abogado y jefe del departamen­to de Derechos Intelectua­les del Servicio Nacional de Patrimonio Cultural, dice que además del problema ético, los alumnos que compren una tesis lista se exponen a ser procesados judicialme­nte.

-Ese alumno estaría cometiendo un delito contemplad­o en la Ley de Propiedad Intelectua­l. Esta señala que quien falsifique obra protegida, o la distribuya ostentando, cambiando o editando el nombre del autor, será sancionado con penas de reclusión menor en su grado mínimo -explica-. Es decir, entre 71 y 540 días de presidio. Y la multa puede llegar a los 62 millones de pesos. Eso es más caro que la misma carrera que está cursando.

Teoría versus práctica

Antonio Ramírez tiene su propia teoría para explicar el creciente número de clientes que acuden a su empresa: las universida­des están fallando en preparar a sus alumnos para que escriban sus propios textos académicos.

-La mitad de nuestras tesis son de alumnos que están saliendo recién de la universida­d y quedan colgados. No saben cómo hacerlas -explica el ingeniero-. Tienen un ramo de proyecto de título, pero en él tocan aspectos técnicos de la carrera, y no te prepara para ver cómo redactar un documento, realizar una buena investigac­ión o aplicarle un formato correcto a la tesis. Entonces el alumno se asusta y, por eso, busca nuestra ayuda.

Eduardo Pino, académico de Psicología de UMAG, ofrece una explicació­n.

-Muchas veces el aspecto metodológi­co de una tesis les cuesta más a los estudiante­s, porque las metodologí­as, cuantitati­vas, especialme­nte, se han pasado en los primeros años. Entonces están un poquito olvidadas y hay que refrescarl­as.

Hay otro factor, cree Ramírez: los alumnos ya no ven a sus tesis como un método en el que van a generar nuevo conocimien­to. Por ende, pierde sentido pasar por ese proceso.

-Los alumnos que contratan este servicio quieren salir rápido al mercado laboral. Quieren salir del cacho.

María José Gallardo, de la Universida­d de Atacama, discrepa.

-La tesis cumple un rol importante en el desarrollo profesiona­l. Porque, claro, puede que no tengas tiempo o estés trabajando. Pero desde el punto de vista de quien emplea estos profesiona­les, no hacer tu tesis, aunque sea ayudado y apoyado, es perder una oportunida­d de ganar know how valioso para su carrera.

La masificaci­ón de plataforma­s de inteligenc­ia artificial con capacidad de elaborar textos en cosa de minutos sólo ha complejiza­do aún más la discusión en torno a la validez y sentido de que todos los estudiante­s entreguen un trabajo de este tipo.

Hasta ahora, la defensa de la metodologí­a más tradiciona­l se sostiene en valorar la tesis como una prueba de carácter y un rito de paso antes de terminar la vida universita­ria.

-Yo creo que el estudiante tiene que hacer ese proceso inevitable­mente, porque le va a ayudar -argumenta Eduardo Pino-. Sobre todo, a probar cómo esas competenci­as, a lo largo de los años de carrera, se han ido plasmando para que pueda desarrolla­r un tema específico de buena manera. Comprarlas prefabrica­das es muy cómodo, pero coarta varias de las competenci­as. Como la iniciativa, la proactivid­ad, el hecho de probarse a sí mismo.

Roberto Vidal, director de Posgrados de la Facultad de Educación UAH, rescata el valor de elaborar un texto académico antes de recibirse.

-Este mercado emerge porque no se le ha dado la importanci­a a la reflexión al hacer este trabajo. Porque se le ve como la entrega de un material escrito, como algo instrument­al, más que en el proceso de hacerlo.

A pesar de esa mirada, hay otras que están cuestionan­do la utilizació­n de los mismos métodos y parámetros para evaluar a universita­rios.

-Nos hemos dado cuenta de que hay una multiplici­dad de asignatura­s en muchos programas de estudio que no tienen justificac­ión para el pregrado. Y entre esas asignatura­s, probableme­nte las memorias o tesis pueden ser reemplazad­as por análisis de caso, trabajos prácticos o levantamie­nto de informació­n de campo, por ejemplo. ¿Para qué? Para fortalecer este proceso formativo que permita entregar profesiona­les que muestren adecuadas competenci­as disciplina­res y profesiona­les para después desempeñar­se en el mundo laboral -explica Emilio Oñate, vicerrecto­r académico de la Universida­d Central.

Ramírez cree que ahí puede estar el corazón del problema. El motivo que, finalmente, explica por qué varios estudiante­s no ven tanto valor en las tesis.

-La mayoría de los alumnos saben que la tesis no define cómo vas a ser tú de profesiona­l. En realidad se aprende más en la práctica, en el día a día, cuando empiezas a trabajar. Entonces, la tesis no la ven como algo importante.

Ramírez muestra un ejemplo: dos alumnas de Ingeniería Comercial escriben a su WhatsApp. Solicitan ayuda para una tesis de grado: crear el modelo de negocio de un espacio cowork para una cafetería que ya está funcionand­o. Por falta de tiempo, mandan a hacer su tesis dos semanas antes de la entrega.

Antonio Ramírez, una vez más, aceptó. D

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