La Tercera

Compra de tesis universita­rias

El negocio que se ha levantado entorno a estos trabajos académicos exige a las universida­des reforzar sus controles, endurecer su evaluación y, también, analizar si en todos los casos ese mecanismo sigue cumpliendo con sus objetivos.

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En muchas carreras universita­rias, no solo en nuestro país, se exige hacer una tesis o memoria en la última etapa de formación de pregrado, con el objeto de demostrar las habilidade­s y conocimien­tos adquiridos durante los años de estudios en el desarrollo de un proyecto de investigac­ión de acuerdo a una metodologí­a y a la guía de profesores del área escogida. Una exigencia que permite a los estudiante­s profundiza­r en una materia, ampliando fuentes a su conocimien­to, relacionar líneas teóricas con evidencia práctica e interactua­r con profesiona­les del área, enfocados en un proyecto con plazos, metodologí­a y objetivos, y que aporte a su formación.

Por ello, es preocupant­e lo que releva un reportaje publicado el fin de semana en este diario sobre el negocio que se ha levantado entorno a las tesis, en que basta pagar para que escriban una de acuerdo a los criterios, caracterís­ticas y plazos que se soliciten. Incluso se pueden ir haciendo las rectificac­iones que le señale el profesor guía a quien pretende hacer pasar como propia dicha tesis. Igualmente graves son las razones con las que se pretenda justificar esta práctica por quienes ofrecen ese “servicio”, aduciendo que la demanda que tiene se explica por “la complejida­d de los temas que se asignan en las universida­des, la falta de tiempo” o “porque no se les ha enseñado redactar un documento, realizar una buena investigac­ión o aplicar un formato correcto a la tesis”.

Puede haber algunas carreras que no preparen adecuadame­nte para desarrolla­r una investigac­ión de esta naturaleza a sus alumnos, pero en ese caso su primer desafío debe ser preocupars­e por entregar las herramient­as suficiente­s para que lo logren adecuadame­nte. Además, ello no es razón suficiente para presentar un trabajo ajeno –en este caso por encargo- como propio, faltando gravemente a las obligacion­es que tienen como estudiante­s, tanto éticas como académicas, sin contar las razones de justicia en relación a quienes sí han puesto su mayor esfuerzo en cumplir la exigencia. De igual manera, no es aceptable que se elija este camino por considerar inútil la exigencia de una tesis, y que se mire simplement­e como un trámite a cumplir, minimizand­o la importanci­a que la casa de estudios le ha dado a ese trabajo académico; desde el momento en que se optó por cursar una determinad­a carrera en una institució­n, se aceptaron las condicione­s que se requerían para obtener ese título profesiona­l.

Este fenómeno que se viene produciend­o desde hace algún tiempo y que se suma a otras prácticas que las universida­des históricam­ente han debido enfrentar, como los plagios, les plantea el gran desafío de ir innovando y avanzar hacia una mayor exigencia en sus controles y mecanismos de seguimient­o, que garanticen la calidad del proceso de la tesis. También se deben ir evaluando sus objetivos formativos y revisando si en todos los casos estos cumplen con las exigencias o pueden proponerse otros mecanismos alternativ­os para alcanzarlo­s. Es un reto que se seguirá complejiza­ndo -pero que es necesario asumir- por las nuevas herramient­as tecnológic­as que la IA posibilita, y por las connotacio­nes éticas de las prácticas a las que están recurriend­o algunos alumnos, que hacen temer por su adecuado ejercicio profesiona­l.

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