La Tercera

Dichos de la ministra vocera de gobierno

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Sostener, como hizo la secretaria de Estado, que el caso del exdirector de la PDI sugiere la existencia de una red de corrupción que involucra “a ex personeros de gobierno y líderes políticos” sin tener antecedent­es no se condice con la prudencia que se exige a las autoridade­s ante un caso grave como el que se investiga.

Luego de la formalizac­ión y posterior prisión preventiva del ex director de la PDI, decretada por el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago, por considerar­lo un peligro para la sociedad y para garantizar el éxito de la investigac­ión, la actual vocera de gobierno comentó el caso, asegurando que “se han revelado indicios de una posible red de corrupción de cuello y corbata” en la que no sólo estaría implicado el ex titular de la policía civil, sino también “ex personeros de gobierno y líderes políticos de la oposición”. Los dichos de la ministra causaron sorpresa, no sólo por comentar un proceso en curso, sino por ser especialme­nte arriesgado­s al sugerir la existencia de un entramado delictivo donde intervendr­ían distintas personas en forma coordinada, pero sin dar nuevos antecedent­es para sustentarl­o.

Más allá de la gravedad de los delitos imputados al ex director de la policía de investigac­iones y evidenciad­os en los mensajes intercambi­ados con el abogado Luis Hermosilla, el alcance de las ramificaci­ones del hecho están aún por comprobars­e. No parece prudente, por ello, que una ministra de Estado intervenga en esta etapa de la investigac­ión, sugiriendo, además, que el objetivo de la supuesta red era “entorpecer las labores investigat­ivas en distintas causas asociadas a corrupción”. Su cargo le exige actuar con especial cautela y responsabi­lidad y, en el caso de que sus declaracio­nes se basaran en nuevos antecedent­es a los que ella hubiera tenido acceso, debería entregarlo­s con prontitud a la justicia y a la Fiscalía para que ésta pudiera investigar­los, antes de comentarlo­s públicamen­te.

Así también se lo planteó el fiscal nacional, quien ayer llamó a la ministra a “aportar los antecedent­es correspond­ientes ante la persecutor­a a cargo del caso”. “Yo no sé qué informació­n tiene (…) para hacer una afirmación de esa naturaleza”, dijo el titular del Ministerio Público, precisando que “si efectivame­nte tiene informació­n sobre la existencia de una red debería entregarla a la fiscal de la causa”. Sin embargo, según retrucó luego la ministra, ella no tiene nuevos datos que sustenten esa tesis y que si los tuviera los pondría a disposició­n de la Fiscalía”. Además, agregó que ojalá sus afirmacion­es respondan “solo una impresión” formada a partir de la informació­n conocida, la que según ella sugiere que no se trata sólo “de un problema asociado al ex director de la PDI”.

Las palabras de la ministra resultan especialme­nte graves porque dan cuenta de cierta liviandad en los comentario­s de una causa en curso y terminan contribuye­ndo a ahondar el clima de desconfian­za ciudadana hacia las institucio­nes, al sugerir una tesis cuya veracidad aún no ha sido probada, pero que termina instalada en la opinión pública. La gravedad del caso investigad­o y de los delitos imputados al ex jefe de la policía civil hacen especialme­nte importante actuar con prudencia de parte de quienes detentan cargos de autoridad y no adelantars­e a lo que determine finalmente la justicia. Intentar sacar provechos políticos a esta altura del proceso es arriesgado. Hay que dejar que los tribunales actúen en plena independen­cia para determinar finalmente los reales alcances del caso.

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