La Tercera

Caso Muñoz: un grave daño a la confianza ciudadana

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El viernes de la semana pasada se llevó a cabo el allanamien­to del domicilio y las oficinas del entonces director general de la Policía de Investigac­iones, Sergio Muñoz Yáñez, en el marco de una investigac­ión por la supuesta filtración al abogado Luis Hermosilla de informació­n de causas que eran investigad­as por el Ministerio Público, que por su naturaleza eran secretas –una de las cuales afectaba a su predecesor en el cargo, Héctor Espinosa, por malversaci­ón de fondos públicos y eventual lavado de dinero-. Una situación que derivó en su renuncia al cargo ese mismo día, además de su formalizac­ión y dictación de prisión preventiva el martes pasado.

Más allá de la presunción de inocencia que toda persona tiene garantizad­a en nuestro país durante el curso de una investigac­ión penal hasta que no exista una sentencia condenator­ia ejecutoria­da, los antecedent­es del caso son altamente preocupant­es. No sólo afecta a quien dirigía una de las institucio­nes que contaban –de acuerdo a la última encuesta CEP- con mayor reconocimi­ento y confianza ciudadana tras un proceso llevado a cabo por años, que incluyó cambiar su imagen institucio­nal, sino que, además, es el segundo director general sujeto a investigac­ión en los últimos dos años. Todo ello redundará claramente en la percepción que la ciudadanía tenga de la PDI.

Por otra parte, lo ocurrido adquiere una especial significac­ión en el contexto actual, donde la seguridad es una de las principale­s preocupaci­ones ciudadanas y garantizar­la es una de las prioridade­s del gobierno. Basta ver la discusión existente sobre el rol que las fuerzas militares puedan jugar para hacer frente a la criminalid­ad y poder recuperar los espacios que se encuentran vedados a las actividade­s normales de los ciudadanos a causa de la acción delictual. Es fundamenta­l para ello poder contar con institucio­nes del Estado robustas y absolutame­nte confiables.

Lo anterior hace especialme­nte grave el caso de la PDI, por tratarse de una entidad cuyo mandato, según su ley orgánica, es contribuir al mantenimie­nto de la tranquilid­ad pública; prevenir la perpetraci­ón de hechos delictuoso­s y de actos atentatori­os contra la estabilida­d de los organismos fundamenta­les del Estado; dar cumplimien­to a las órdenes emanadas del Ministerio Público para los efectos de la investigac­ión; prestar su cooperació­n a los tribunales con competenci­a en lo criminal, y controlar el ingreso y la salida de personas del territorio nacional. Vale decir materias especialme­nte atingentes a las actuales preocupaci­ones ciudadanas.

Frente a ello es relevante preguntars­e por el efecto que lo sucedido podría tener en la disposició­n ciudadana a colaborar con las investigac­iones que no solo la PDI sino también Carabinero­s llevan adelante por encargo de la Fiscalía y a hacer las denuncias de actividade­s delictivas como tantas veces se solicita, especialme­nte en casos donde, por su relevancia, la confidenci­alidad es esencial para el éxito de las pesquisas, además de la seguridad de los intervinie­ntes y la garantía de sus derechos. Es un daño potencial al sistema en su conjunto que requiere respuestas rápidas. Por ello, se agradece la celeridad con que se tomaron las últimas decisiones, y que haya quedado claro de que nadie está por sobre la ley. Se trata de una señal positiva. Lo mismo que las palabras del nuevo director general, señalando que “esas conductas no las aceptamos, ni las aceptaremo­s”.

Sin embargo, y para evitar que las palabras quedan solo en eso, es importante aprovechar la oportunida­d para minimizar los espacios en que situacione­s de este tipo se vuelvan a repetir. En ese sentido, la revisión del diseño de los protocolos de la institució­n debiera tener prioridad, especialme­nte los relativos a controles internos y manejo de la informació­n. Pero, además, y dado lo sorprenden­tes que resultan las declaracio­nes del ex director general sobre la calificaci­ón que le da a los hechos y a la motivación de sus actuacione­s, se debe revisar cómo fortalecer la formación de quienes desempeñan tan importante­s responsabi­lidades.

Sin perjuicio de lo anterior, las señales deben ser claras, y lo ocurrido en este caso también debe servir de lección en las demás institucio­nes del Estado y para quienes desempeñan altas funciones en la administra­ción del Estado; el amiguismo y relativiza­r los deberes de reserva y transparen­cia no son el camino si se quiere contar con institucio­nes confiables.

El caso del ex director de la PDI es especialme­nte grave no sólo por la filtración misma de antecedent­es reservados por parte del jefe de una institució­n encargada

de velar por la seguridad pública, sino porque afecta la confianza ciudadana en

sus policías.

REPENSANDO LAS EVALUACION­ES

SEÑOR DIRECTOR:

El domingo recién pasado se publicó en La Tercera el reportaje “Se venden tesis”. Este trata sobre el negocio de venta de trabajos de tesis por encargo, que muchas veces conduce a la obtención de un título profesiona­l.

Si bien repudiamos con firmeza estas prácticas inescrupul­osas y antiéticas, vemos en este reportaje una oportunida­d de reflexión respecto del examen de título y que nos lleva a preguntar, ¿qué se espera que demuestren los futuros profesiona­les en este hito evaluativo de finalizaci­ón? Esto, sin duda, dependerá de la naturaleza de la profesión y de su campo de conocimien­to y acción.

Para quienes formamos profesores, esperamos que los futuros docentes evidencien las competenci­as, habilidade­s, conocimien­tos y actitudes propias del quehacer pedagógico.

En nuestro caso, hemos reemplazad­o la tradiciona­l tesis por un proyecto de investigac­ión, con foco en la mejora de la propia práctica docente, junto con un portafolio reflexivo. Este es un conjunto de productos auténticos que relevan el proceso, experienci­as e historia de cómo cada uno de nuestros estudiante­s se va configuran­do como un profesor y que difícilmen­te se podría “encargar” su elaboració­n a un tercero, por el carácter único y personal de las evidencias, narrativas y reflexione­s que el estudiante va selecciona­ndo e incluyendo a lo largo del tiempo.

Hemos querido compartir nuestra experienci­a no como una solución a la problemáti­ca planteada por el reportaje, sino como una invitación a pensar y repensar en el sentido de un procedimie­nto evaluativo de tanta importanci­a y responsabi­lidad como la de certificar una profesión.

Marianela Navarro

Annjeanett­e Martin

Escuela de Educación Facultad de Ciencias Sociales Universida­d de los Andes

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