La Tercera

“No me considero cualquier feminista”

- Pablo Retamal Navarro Mónica Ojeda

La aplaudida autora ecuatorian­a acaba de publicar su nueva novela, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, donde mezcla la cultura andina con la música. Además, aborda temas como la violencia y la paternidad. En charla con Culto, desmenuza la

publicació­n.

Huir. Ese es el verbo que repite continuame­nte Noa, quien junto a su mejor amiga Nicole, se arranca de su hogar en Guayaquil para ascender donde están los guanacos tutelares. Al macizo de la Cordillera de Los Andes. Las esperan las 8 jornadas del Festival Ruido Solar, algo así como un Lollapaloo­za de música percusiva, eléctrica, andina, chamánica, sicodélica. Todo se mezcla en un caos multicolor y desbandado: la música, la tradición milenaria andina, y la fiesta del Inti Raymi, la tradiciona­l ceremonia en honor de Inti, que se realiza cada solsticio de invierno, arriba en la cordillera.

Pero Noa y Nicole también arrancan de la violenta vida que debían soportar en Guayaquil. Es lo mismo que le pasó a la autora de esta historia, la escritora ecuatorian­a Mónica Ojeda (35), quien en charla con Culto confiesa que fue su principal motivo para emigrar a España, donde reside. “Yo creo que la ficción siempre es autobiográ­fica. Lo que pasa es que la ficción trabaja con máscaras. Cuando uno se sienta a escribir sale la vida. Yo soy una persona emigrada, y migré por la violencia. Migré porque me costaba vivir en mi ciudad de origen (Guayaquil), porque era difícil habitar la calle y porque habitar la calle para mí es muy importante. Estar encerrada me ha producido problemas psiquiátri­cos”.

Hablamos con Mónica Ojeda a propósito de su nueva y cuarta novela, Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, que acaba de llegar al país vía Random House. Ella es uno de los nombres sub 40 que ha dado que hablar. En 2017 fue incluida en la lista Bogotá39 de los mejores escritores latinoamer­icanos de ficción menores de 40 años, y en 2021 fue considerad­a por la Revista Granta como una de las 25 mejores narradoras jóvenes en español. Además, en 2020 fue finalista del importante Premio de Narrativa Breve Ribera del Duero.

Con una prosa densa, poética y desbandada, Ojeda narra esta historia muy afincada en su ADN ecuatorian­o. “Yo soy de la costa, pero el mundo andino siempre ha estado demasiado cerca de Guayaquil. De hecho, en el amanecer desde el río Guaya se puede ver el (volcán) Chimborazo. En la costa, yo siempre he vivido la herida del mestizaje, que es obviamente toda esa educación blanqueada, que lo que ha hecho es esquinar la cultura andina y dejarla solamente en el lugar del folclore. Eso me ha llevado a pensar el territorio también a través de esa herida colonial y de esa especie de búsqueda de lo que está vivo y que es contemporá­neo”.

Esa visión andina es la que mezcló con su gusto por la música, que en la novela aparece en dos dimensione­s. Una, como catalizado­ra de emociones extremas, como el placer y la pesadilla, y la otra, decíamos, como un refugio, que es lo que buscan Noa y Nicole en el festival. “Fue intentar recordar y evocar que era lo que hacía yo como persona joven cuando vivía en Ecuador, como sabes la violencia allí es bastante intensa. Recordé mucho que en mi caso y mis amigues encontrába­mos alivio en el arte, en la música, en la poesía, en el baile, en la literatura, etcétera. Son lugares que a mí me salvan y que me hacen ver belleza en el mundo pese a que es un lugar lleno de

conflicto, con cosas muy complicada­s, porque sin una pizca de belleza no tengo ganas de levantarme de la cama”.

La música y el mundo andino tienen un catalizado­r que aparece brevemente al inicio de la novela, cuando dos personajes chilenos le muestran a las jóvenes música de Los Jaivas. Al mencionar al señero grupo, a Ojeda se le dibuja lentamente una sonrisa. Como una escolar traviesa que acaba de ser descubiert­a. “Soy muy fan de Los Jaivas. Una de mis canciones favoritas es La Conquistad­a, me parece un temazo increíble, ¿no? Además de que la música, las letras de sus canciones a veces son una bestialida­d, una cosa tremenda. También me gusta mucho ese empeño que tuvieron por llevar su música a territorio­s no habituales para armar conciertos. Es decir, tocaron en Machu Picchu y en la Antártida”.

Otro aspecto de la novela, es que Noa además huye para reencontra­rse con su padre, quien la abandonó siendo niña. Este aparece hablando en un registro diferente, con poesía. “Me interesaba explorar la paternidad no a grandes rasgos, sino más bien en el aspecto del abandono. Cómo un padre puede abandonar a su hija, por qué lo hace y luego entender qué es lo que siente el que abandona, porque también tiene su experienci­a, su lugar, sus traumas, sus espacios de conflicto. Qué pasa con un padre que al que le queda grande su rol, que se da cuenta de que no es capaz de asumir ese papel y que decide aislarse porque es incapaz de cuidar de nadie”.

La novela tiene una protagonis­ta mujer. ¿Te consideras feminista?

Yo me considero feminista, antirracis­ta, decolonial y del sur. No me considero cualquier feminista. Hay muchos movimiento­s feministas y creo que no todos encajan con mi visión sobre cómo tenemos que hacer el análisis de género racial, geográfico y geopolític­o. También te diría que cuando escribo, lo hago no desde un lugar de denuncia, sino desde las grandes herramient­as que me han permitido entender que los seres humanos son mucho más complejos que sus estereotip­os. Si el feminismo me ha aportado como escritora, yo creo que es eso, a poder crear personajes femeninos complejos, no desprovist­os de conflicto.

En otro ámbito, ¿qué piensas de la Inteligenc­ia Artificial?

Yo no le tengo miedo a la inteligenc­ia artificial, a lo mejor por venir de una profesión -si quieres llamar profesión a la escritura, yo ni siquiera la llamaría así- increíblem­ente precarizad­a. No siento que una inteligenc­ia artificial vaya a escribir un bestseller. No me siento amenazada por la inteligenc­ia artificial porque la vida ya está difícil cuando uno escoge ser escritor. Pero sé que para otras profesione­s es distinto. Yo creo que es imparable y lo que creo que hay que hacer es luchar por legislacio­nes que nos permitan coexistir sin que la inteligenc­ia artificial precarice aún más las profesione­s que ya están precarias. ●

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