La Tercera

Un nuevo mapa político en el país

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La elección de la mesa del Senado dejó tras de sí una ola de recriminac­iones, disputas y cuestionam­ientos. “Cuando se rompen las confianzas, como lo hizo la derecha, las institucio­nes se debilitan”, aseguró el Presidente de la República, mientras que el timonel de la UDI lamentó que el Ejecutivo “haga de esto un punto político” y lo llamó a cuidar “el clima” de la discusión. Molestia también hubo al interior del propio oficialism­o y en sectores del PPD se acusó al gobierno de “vetar” a Pedro Araya para presidir la testera. Todo ello tras el fracaso del acuerdo administra­tivo alcanzado en 2022 entre la UDI y el oficialism­o para distribuir la presidenci­a de la corporació­n durante los cuatro años de gobierno de Gabriel Boric. Según el pacto, en esta ocasión le correspond­ía al PPD presidir el Senado, lo que iba acompañado de un cambio en la integració­n y el equilibrio de las distintas comisiones. Pero finalmente el cargo recayó en el RN José García.

El centro de la discusión fue la Comisión de Hacienda donde, según el documento del acuerdo, uno de los cupos le correspond­ía a la “DC/Ximena Rincón”. La senadora que renunció a ese partido y hoy preside Demócratas aseguraba que el puesto le pertenecía, pero en el oficialism­o insistían que era un cupo de la DC. En medio de las recriminac­iones, en la oposición sostienen que lo sucedido se explica porque el gobierno prefería perder la testera del Senado con el fin de mantener el control de la Comisión de Hacienda, mientras que en el oficialism­o responsabi­lizan abiertamen­te a la UDI de desconocer el acuerdo para aprovechar la nueva correlació­n de fuerzas en la Cámara Alta. Pero más allá de las acusacione­s cruzadas y las denuncias de falta de transparen­cia sobre los verdaderos motivos, la relevancia de lo sucedido va más allá y marca un antes y un después en la correlació­n de fuerzas políticas, cuyas consecuenc­ias aún están por verse.

El Senado contará ahora con una nueva mayoría de 27 escaños para la oposición frente a los 23 del oficialism­o, dejando definitiva­mente atrás el empate a 25 que surgió de las elecciones de noviembre de 2021. Un giro que comenzó a fraguarse tras la salida de los senadores Rincón y Walker de la DC hace poco más de un año y la creación de Demócratas. Cercanía de propósitos que en parte se hizo evidente tras el triunfo del Rechazo en el plebiscito constituci­onal del 4 de septiembre de 2022 y que desde entonces se ha venido afianzando. Un paso en ese sentido fue la firma del “Compromiso por Chile” a inicios de marzo, al cumplirse un mes de la muerte del ex presidente Piñera en el que participar­on además de Chile Vamos, Demócratas y Amarillos. Pero no cabe duda de que los acontecimi­entos de esta semana consolidan ese giro, al unir a sectores de la ex Concertaci­ón con la centrodere­cha, en una alianza que diseña un nuevo mapa político en el país.

Los alcances de esta nueva distribuci­ón de fuerzas están aún por verse. El primer paso será lo que suceda en los próximos días con la elección de la mesa de la Cámara Baja donde, según el acuerdo administra­tivo, le tocaría en esta oportunida­d al Partido Comunista asumir la presidenci­a. Sin embargo, es claro que la apuesta de esta nueva alianza va mucho más allá de cómo se organicen administra­tivamente el Senado y la Cámara de Diputados. El reflejo que tenga, por ejemplo, en las negociacio­nes para los comicios municipale­s y de gobernador­es y, el próximo año, en las elecciones legislativ­as y presidenci­ales será clave para definir su real proyección. Parece claro, en todo caso, que la correlació­n de fuerzas que primó en los 30 años posteriore­s al retorno a la democracia y que comenzó a desdibujar­se tras el triunfo de Gabriel Boric y el Frente Amplio en las elecciones presidenci­ales de 2021, quedó definitiva­mente atrás.

Ante este panorama, el desafío de Chile Vamos y de los sectores exconcerta­cionistas reunidos en Demócratas y Amarillos es convertir esta nueva alianza política en una mayoría electoral clara en las próximas elecciones. Ello exige compartir un proyecto común que vaya más allá de la sola oposición al actual Ejecutivo. De cómo se resuelva ese proceso dependerá si esta nueva mayoría logra consolidar­se en el tiempo. Por su parte, el gobierno en los dos años que le quedan debe asumir la actual realidad del Congreso, más allá de las recriminac­iones y acusacione­s cruzadas sobre el clima crispado que dejaron los sucesos del Senado, y planificar sobre esa base la discusión de sus reformas. Tras confirmars­e que no tendrá mayoría en ambas cámaras, el único camino para sacar adelante algunas de sus iniciativa­s será redoblar sus esfuerzos para alcanzar acuerdos y estar dispuesto a ceder, y no persistir en el voluntaris­mo que lo ha caracteriz­ado en estos dos años.

Lo sucedido esta semana en el

Senado, más allá de las acusacione­s cruzadas entre

oficialism­o y oposición, marca un profundo cambio en la correlació­n de las fuerzas políticas y deja definitiva­mente atrás los equilibrio­s que primaron tras

el retorno a la democracia.

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