La Tercera

Adiós neoliberal­ismo

- Por Pablo Ortúzar

Toda nuestra experienci­a histórica puede ordenarse, para ser comprendid­a, en ciclos de mayor calado y duración, y otros ciclos más pequeños, a su vez compuestos de conjuntos de sucesos de todavía menor calado. Y la política, por supuesto, puede ser comprendid­a de la misma forma.

Lo que vemos en las noticias y comentamos regularmen­te los columnista­s son procesos cortos, anclados en el ciclo noticioso de la semana. Por sobre ellos se pueden discernir procesos más largos, como los del ciclo electoral. Y, de más larga duración todavía, ciclos políticos completos, como la “transición a la democracia”. Lo que marca nuestro momento presente es la sensación de final de un ciclo largo: el fin, para bien y mal, de los “30 años”. Y esa sensación de término, a su vez, informa los ciclos más cortos y contingent­es: todos queremos entender cuál es la forma de lo que estamos comenzando a vivir, pero que aún no tiene nombre.

Vivimos, así, tiempos de especulaci­ón y oportunism­o. Llenos de comienzos en falso, pues sucesos que terminan mostrándos­e de poco calado, a ratos parecen ser la llave del nuevo desfile. Así ocurrió, por ejemplo, con la Convención Constituci­onal: mucho ruido y furia, pero cuando bajó la polvareda no quedó nada. Y la mayoría de los que ayer se peleaban por subirse al carro de la victoria octubrista, rápidament­e tomaban circunspec­ta distancia. El caso más desvergonz­ado es el de varios matinales, que pasaron de un extremo a otro, pero dista de ser el único. Buena parte de los enredos del actual gobierno proviene del hecho de que Boric y sus amigos son sobrevivie­ntes de un naufragio histórico que todavía no entienden, pero que los ha obligado a arrimarse a lo que sea que flote entre los despojos, cuando sólo ayer se sentían altaneros capitanes de un acorazado indestruct­ible.

Otra apuesta de comienzo que parece abortada fue la provista por el Partido Republican­o en el segundo proceso constituci­onal. La idea de una restauraci­ón del orden Chicago-gremialist­a nunca logró despegar con suficiente fuerza. No generaron eso que los gurús de todo tipo llaman “momentum”: la fuerza de transforma­ción necesaria. En parte, porque Kast se vio obligado a apostar por una agenda moderada, encamisada en los balances y contrapeso­s de las líneas de base y el Consejo Experto. Y, también, porque no lograron sacudirse la astuta e injusta acusación de la oposición de ser “antimujere­s”. Bastó un feminismo progresist­a espectral para doblarle la mano a republican­os, permitiend­o una igualmente espectral alianza entre octubrista­s iliberales derrotados y progresist­as liberales. Y si Milei parecía darle un segundo respiro a la “batalla cultural” de republican­os, la muerte de Piñera generó un anticlímax para esas esperanzas.

Lo único que parece haber quedado de todas estas atropellad­as intentonas fue un equívoco gustito a triunfo de consuelo por parte de la izquierda frenteampl­ista en el segundo proceso constituci­onal. Gustito que ha ido desplazand­o su imaginació­n de amigos/enemigos desde la distinción neoliberal/antineolib­eral a la de liberal/conservado­r. Si uno revisa las entrevista­s y declaracio­nes del Presidente Boric, de Michelle Bachelet, de Camila Vallejo y de todos los replicante­s de minutas del oficialism­o desde hace un par de meses, el cambio es ostensible. Dado que fue la única tabla que les flotó en medio del desastre, quieren aferrarse a ella de cara a las elecciones que vienen, en particular las presidenci­ales.

Este giro le da una oportunida­d al aparato académico e intelectua­l de izquierda encandilad­o por el octubrismo -y reventado el 4S- de relanzarse como feministas liberales o algo por el estilo. Lo estamos viendo y lo veremos más. Menos críticas al modelo económico y más “agenda valórica”. Menos etnonacion­alismo indigenist­a, más aborto y suicidio asistido. Los comunistas, eso sí, serán un problema en este esquema debido a su iliberalis­mo rampante y sus alianzas internacio­nales con dictaduras. Y la derecha, con todas sus almas, tendrá que ver cómo jugar su mano en un escenario diseñado para dividirla todo lo posible y desviarla de las agendas de economía, migración y seguridad, donde la izquierda no tiene cómo ganar la partida.

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