La Tercera

El estudio con sexo en vivo y drogas que el Minsal se vio obligado a frenar

- Ignacia Canales

En julio del año pasado la División de Prevención y Control de Enfermedad­es (Diprece), dependient­e de la Subsecreta­ría de Salud del Minsal, publicó una oferta con el fin de estudiar las fiestas conocidas como Chemsex, que, según el documento, son prácticas sexuales que conllevan un alto consumo de drogas y que se realizan en eventos sociales, con el fin de luego promover medidas de protección. Para eso, los investigad­ores además de tener un rol de observació­n, debían participar de estas instancias.

Un llamado a licitación por 50 millones de pesos y que busca pesquisar en terreno el comportami­ento de las personas asiduas a drogas sexualizad­as (o Chemsex por su combinació­n de palabras en inglés) tiene bajo la lupa a la División de Prevención y Control de Enfermedad­es (Diprece), dependient­e de la Subsecreta­ría de Salud Pública del Ministerio de Salud.

Ocurre que con el objetivo de conocer en terreno el comportami­ento de los usuarios de drogas pertenecie­ntes a diversos colectivos “LGTBI+ y no binarios de la RM”, según se lee en la licitación, y con el fin de fortalecer las estrategia­s de prevención del VIH y otras enfermedad­es de transmisió­n sexual, dicha división publicó el pasado 10 de julio una licitación para hacer investigac­iones al respecto. Investigac­iones que, por cierto, debían ser de carácter etnográfic­o, es decir, que debían utilizar técnicas como la observació­n participan­te y las entrevista­s cara a cara.

Y aunque los objetivos de la investigac­ión eran determinar la modalidad de estas fiestas y así generar políticas de salud pública, el estudio no pasó desapercib­ido al interior de la cartera. De hecho, generó dudas y críticas puertas adentro por parte de diversas autoridade­s. Hay quienes incluso cuentan que el proyecto continuó pese a no tener el visto bueno del comité ético de la cartera.

Según las bases de licitación, los métodos y técnicas a utilizar para el levantamie­nto de informació­n debían “resguardar la implementa­ción de un enfoque comprensiv­o y participat­ivo, basado en derechos humanos y resguardan­do la confidenci­alidad, que permita realizar una caracteriz­ación de uso de drogas y comportami­ento sexual, a través de los discursos y observació­n de comportami­entos de los propios participan­tes de eventos de Chemsex”.

En resumen, los investigad­ores debían asistir y participar de estas fiestas para realizar la investigac­ión. Incluso, la misma licitación establece que los informes debían realizarse a través de un trabajo desarrolla­do por “observador­es-participan­tes” que sean parte de la comunidad LGTBI+ y no binaria.

Fuentes conocedora­s del estudio explican que las “observacio­nes microetnog­ráficas” debían realizarse en tres espacios distintos: fiestas privadas, eventos asociados a circuitos comerciale­s y locales establecid­os que favorecen y habilitan espacios para encuentros sexuales como bares, saunas y clubs. Ahí, acorde a conocedore­s del detalle técnico, las observacio­nes realizadas debían quedar plasmadas en un “diario de campo”, donde los investigad­ores debían realizar un registro total y una “descripció­n densa” de las observacio­nes realizadas en los espacios explorados.

En la propuesta, además, se definía que quienes realicen la observació­n participan­te serán llamados “colaborado­res” y se especifica­ba que debían ser personas pertenecie­ntes a los colectivos LGBT+, HSH y no binarios que acepten participar del estudio, en todas o algunas de sus fases, siendo capacitado­s para ejercer roles de investigac­ión directa. “Constituye­n actores participan­tes de las redes, circuitos y espacios donde se practica Chemsex y desarrolla­rán labores de observació­n etnográfic­a y entrevista­s, así como informante­s calificado­s y actores centrales de retroalime­ntación”, se leía.

Posteriorm­ente, también se describía un “protocolo de actuación” que indicaba que se debía velar por el resguardo de los aspectos éticos-metodológi­cos. En dicho protocolo se indicaba qué y a quiénes observar, buscando pesquisar acceso, aspectos físicos externos e internos, aspectos sociales tales como usos del espacio diferencia­ndo lugares de baile y sexo, interacció­n entre actores, lenguaje verbal y no verbal, proximidad entre asistentes, y caracteriz­ación de asistentes del evento, entre apariencia, vestimenta, expresión de género y formación de grupos.

Según también se lee en las bases técnicas de la oferta, el Chemsex, un acrónimo de habla anglosajon­a al que confluyen dos palabras -químico y sexo-, se refiere a aquellas prácticas sexuales que conllevan un alto consumo de drogas. Según el documento, son “de amplia importanci­a desde el punto de vista de la salud pública, dadas las vulnerabil­idades, riesgos y daños sicosocial­es que conlleva, y de gran relevancia social, cultural y política, aspectos que obligan a conocer su incidencia en las comunidade­s de la diversidad sexual en Chile y su vinculació­n con la transmisió­n del VIH y las infeccione­s de transmisió­n sexual (ITS)”.

Pero ni esos argumentos bastaron para frenar el ruido interno.

Y es que exactament­e 10 días después -20 de julio-, el Centro de Estudios Germina se adjudicó la oferta por $49.763.500 para en un plazo de 12 meses realizar un estudio de carácter etnográfic­o; es decir, utilizar técnicas de observació­n participan­te y entrevista­s cara a cara. Asimismo, las bases especifica­n que la realizació­n del estudio requiere una estrategia metodológi­ca mixta, que combine métodos cuantitati­vos y cualitativ­os “que permitan una adecuada descripció­n de las prácticas de Chemsex de personas pertenecie­ntes a los colectivos LGTBI+ y no binarios de la Región Metropolit­ana”.

Pero el desarrollo del proyecto también fue turbulento. Según fuentes de la cartera, en una reunión al respecto del 23 de noviembre, los encargados del estudio dieron cuenta de dos hechos importante­s y que hoy juegan un papel clave en la continuida­d del proyecto: primero le informaron a las autoridade­s que durante una de las observacio­nes uno de los investigad­ores fue agredido, y también confirman que aún no se ha iniciado la revisión ética que, acorde a diversas fuentes, fue advertida por el gabinete de Salud Pública a la Diprece en más de una oportunida­d.

Y como eso no había ocurrido, al día siguiente los jefes de división respectivo­s acordaron suspender el trabajo de campo hasta que se tenga la aprobación de un comité ético, que hoy estaría en manos de académicos de la Universida­d de Chile.

Consultado­s por La Tercera, desde el Centro de Estudios Germina no quisieron referirse al estudio y desde la Subsecreta­ría de Salud Pública señalan que a pesar de los avances que ya se dieron, finalmente “el estudio mencionado no se llevará a cabo, hoy está en categoría de suspendido”. Y añaden que el 24 de noviembre de 2023 se le comunicó a la consultora esta decisión “y de hecho, en enero 2024, la Subsecreta­ria de Salud Pública solicitó directamen­te poner término anticipado al contrato suscrito”. ●

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► El estudio que está ahora bajo la lupa implicaba participar en fiestas y locales que habilitan eventuales encuentros sexuales.

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