La Tercera

Una nueva oportunida­d para el sistema político

Los cambios propuestos por un grupo transversa­l de expertos para corregir nuestro dañado sistema político deberían ser recogidos por el gobierno, los partidos y el Congreso, porque dichos cambios son prioritari­os para el país.

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Ha trascendid­o que un grupo de 11 expertos -representa­tivos tanto del oficialism­o como de la oposición- han elaborado un documento que contiene 24 propuestas para reformar el sistema político chileno, tomando como base los acuerdos que se alcanzaron en el último proceso constituye­nte, donde fue posible consensuar una serie de aspectos que avanzan en corregir una serie de problemas que dañan el funcionami­ento de nuestra democracia.

Puesto que la propuesta constituci­onal fue rechazada en las urnas, existía el riesgo de que todo lo que se había logrado avanzar en reformas al sistema político terminara diluyéndos­e irremediab­lemente, sobre todo porque en principio se ve difícil que los partidos así como los parlamenta­rios cuenten con la suficiente motivación para renunciar a una serie de privilegio­s y espacios de poder.

Existe un diagnóstic­o ampliament­e compartido de que nuestro sistema político se encuentra altamente atomizado -una veintena de partidos tienen hoy representa­ción parlamenta­ria-, en tanto que las prácticas de “discolaje” se han hecho cada vez más recurrente­s, debilitand­o así el rol de conducción de los partidos y alimentado la formación de nuevas colectivid­ades, las que muchas veces terminan siendo meras plataforma­s para satisfacer las pretension­es de caudillos. En un escenario así, la posibilida­d de alcanzar acuerdos en el Congreso se ha vuelto una tarea cada vez más compleja -una prueba manifiesta de ello es la imposibili­dad de alcanzar un consenso en torno a la reforma previsiona­l, a pesar de que lleva años tramitándo­se en sede legislativ­a-, atentando contra elementale­s niveles de gobernabil­idad.

El diagnóstic­o sobre el cual se elaboró el segundo proyecto constituci­onal recogió expresamen­te la necesidad de fortalecer los partidos y apuntar hacia la conformaci­ón de grandes colectivid­ades que fueran representa­tivas de amplias sensibilid­ades, desincenti­vando su proliferac­ión desmedida. Para ello se contempló un umbral del 5% de la votación nacional para efectos de lograr representa­ción en la Cámara de Diputados, o bien contar con un número mínimo de parlamenta­rios electos o en ejercicio. Otra de las normas incorporad­as fue la pérdida del escaño parlamenta­rio en el caso de la renuncia al partido de origen.

La nueva propuesta en que han trabajado los expertos recoge estas iniciativa­s, así como el hecho de que el jefe de Estado pueda priorizar algunos proyectos en la tramitació­n parlamenta­ria, e incorpora una serie de otras materias, como por ejemplo las relativas a los parlamenta­rios independie­ntes.

Las primeras reacciones de los partidos políticos frente a este documento han sido en general de tibia recepción o de abierta distancia, en el caso de algunas colectivid­ades más pequeñas. Determinad­as voces ya han hecho ver que la prioridad del país deben ser las reformas sociales y el ámbito de la seguridad, sin margen para volver a abrir procesos que solo interesarí­an a la clase política, además de hacer ver que la inminencia de procesos electorale­s hace aún más improbable una tramitació­n expedita. Tales predicamen­tos desconocen la importanci­a fundamenta­l para nuestra democracia de que el sistema político busque ser corregido, porque a la larga con ello se abren más chances de que las grandes reformas encuentren un cauce de mayor fluidez, además de asegurar mayores niveles de estabilida­d política. El gobierno, los partidos y los parlamenta­rios tienen en sus manos la responsabi­lidad de concretar estos indispensa­bles cambios, en el entendido de que son prioritari­os para el país.

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