La Tercera

El llamado de la selva

- Juan Ignacio Brito Periodista

El misterioso caso de la “explosión” en el barrio Yungay que solo parece haber escuchado el Presidente de la República a las tres de la madrugada del martes 16 puede ser revelador en más de un sentido. Aunque circulan distintas interpreta­ciones, quizás todo se deba a una nostalgia por el estallido. Eso podría explicar el fuerte ruido que escuchó Gabriel Boric y el retorno a la movilizaci­ón que pregonan comunistas y Frente Amplio. El llamado de la calle es para ellos tan irresistib­le como el llamado de la selva para Buck, el perro-lobo de la novela de Jack London.

Los que proponen recurrir a la “presión popular” desnudan su incapacida­d política para avanzar por la vía institucio­nal, su inclinació­n por la vía de los hechos y una realidad controvert­ida: hay algunos a los que solo les acomoda el poder total.

El libreto es conocido: como el Ejecutivo es incapaz de convocar a la mayoría de los parlamenta­rios para que estos aprueben sus reformas, se hace recomendab­le salir a la calle a protestar y presionar por cambios, tal como se hizo en 2019.

La disyuntiva es la de siempre para la izquierda. Hace medio siglo fueron los socialista­s “termocéfal­os” contra los comunistas más calculador­es; hoy la situación se invierte, con el PC convocando a ejercer “presión social por las demandas sociales” y la respuesta del subsecreta­rio del Interior, Manuel Monsalve (PS), quien apoya la búsqueda del consenso para generar “grandes acuerdos nacionales” que cuenten con mayoría en el Congreso y respaldo ciudadano.

La izquierda radical es hija de las marchas de 2011 y entiende al estallido de 2019 como un momento de victoria y legitimaci­ón. Esa visión romantizad­a es la que intenta revivir hoy. Se encarna en la necesidad política de que el director de Carabinero­s sea formalizad­o por violacione­s a los DD.HH. y también en la convocator­ia a la movilizaci­ón.

Hay, sin embargo, diferencia­s sustantiva­s entre 2019 y 2024. La primera es que ahora la izquierda es gobierno, y ello supone responsabi­lidades indelegabl­es. La segunda, que la opinión pública se ha distanciad­o del 18-O y es crítica de la violencia que se desencaden­ó entonces. Una tercera es que el sector ha perdido sintonía con las demandas de la ciudadanía, la cual hoy atraviesa por un momento conservado­r en el que pide orden y rigor en la lucha contra la delincuenc­ia. Las “demandas sociales” que reclama la izquierda no son las que la gente quiere. El mejor ejemplo es el hecho de que la opinión pública aspire a que el 6% extra de cotización que propone la reforma previsiona­l vaya íntegro a las cuentas de capitaliza­ción individual.

Al final, tal como la explosión fantasma que desvela al Presidente, el ruido de “estallido social” que pretende impulsar la izquierda radical parece solo escucharlo ella misma.

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