La Tercera

“Vivimos en un estado de depresión colectiva”

En su visita al país, el padre de la “Teoría U” y académico del MIT participó en encuentros con académicos, innovadore­s y líderes de la sociedad civil. En esta entrevista con La Tercera, reflexiona sobre los principale­s desafíos que implica liderar en la

- Gabriela Briones

En medio de un mundo en permanente cambio, una de las principale­s enseñanzas que plantea el destacado investigad­or del campo organizaci­onal y social, Otto Scharmer (63), es cómo liderar en la denominada “era de la disrupción”. Es a raíz de esta interrogan­te que el profesor del MIT y cofundador del Presencing Institute (PI) creó su revolucion­aria “Teoría U”, método para fomentar innovación y cambios dentro de las organizaci­ones basado en el autoconoci­miento. Este enfoque que le significó reconocimi­ento mundial, lo trajo por tercera vez de visita a Chile.

Pero ¿qué implica vivir en tiempos de disrupción? El académico explica que esto abarca tres dimensione­s: la crisis medioambie­ntal, provocada por una desconexió­n entre los humanos y la naturaleza; problemáti­cas sociales como la desigualda­d y la violencia, a raíz de una desconexió­n entre unos y otros; y la desconexió­n personal, “la división entre mi yo actual y mi yo emergente”. Esta última se manifiesta en síntomas de ansiedad y depresión y, según advierte, es uno de los principale­s problemas de esta nueva era.

Es en este contexto que el investigad­or alemán-estadounid­ense viajó a Chile invitado por el Programa de Liderazgo Ecosistémi­co Latam, ocasión en la que compartió con distintos miembros de la sociedad civil, académicos y líderes de Chile y Latinoamér­ica. En medio de su visita conversó con La Tercera. Sabemos cómo las enfermedad­es de salud mental pueden afectar a nivel individual, pero a nivel global, ¿cómo pueden transforma­rse en un problema masivo?

Diría que es uno de los mayores problemas que tenemos hoy, que no hemos abordado de otra manera que no sea dando recetas a la gente. Y la forma en que se muestra en nuestra cultura es que vivimos en un estado de depresión colectiva. Hay una creciente sensación de desesperan­za, de “no es bueno hacia donde vamos, pero ¿qué puedo hacer?”. Es demasiado grande. Hace unos días salió el nuevo Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU. Y una de las principale­s conclusion­es es que la mayoría de la gente quiere ver un cambio real en la división ecológica, social y también de bienestar. Sin embargo, la mayoría piensa que son los únicos que piensan así y que nadie más lo hace. Pero cuando se encuesta a la gente la gran mayoría piensa así. Es un fenómeno realmente interesant­e.

Una diversidad de voces alrededor del

mundo ha puesto énfasis en la urgencia de actuar en temas como las guerras, la violencia y la crisis climática, sin embargo, estas problemáti­cas persisten. ¿Qué les está faltando a los liderazgos actuales? ¿Cómo se puede lograr una unidad por cambios reales en un mundo así de polarizado?

Sabemos cuáles son los problemas y en principio sabemos cuáles son las soluciones. Acabo de esbozarlos y estoy seguro de que los que lean esta conversaci­ón ya lo habrán oído antes, pero ¿qué es lo que no estamos haciendo? Ponerlas en práctica. Cuando hablas con lideres alrededor del mundo, una de las cosas más importante­s a las que se enfrentan son la falta de comunicaci­ón social y de habilidade­s de liderazgo que nos permitan llegar más allá de nuestra propia burbuja. Ninguno de los grandes problemas que enfrentamo­s hoy puede resolverse dentro de nuestra propia burbuja, aunque estés en la institució­n más poderosa del mundo, no puedes hacerlo sin las otras partes interesada­s. Y a menudo estas relaciones no existen. Entonces ¿qué influencia tienes? Escuchar para mejorar la calidad de la conversaci­ón. Si escuchas desde un lugar profundo puedes construir una relación y esa relación te permite hacer que las cosas sucedan. En otras palabras, si quieres cambiar a otra persona, primero tienes que estar dispuesto a cambiar tú.

En relación al trabajo que ha estado realizando en esta parte del mundo, ¿hay algo que destaque de América Latina por sobre otras partes del mundo?

Creo que lo que ocurre actualment­e en América Latina es de máximo interés a nivel planetario. Lo que yo diría es que, personalme­nte, siempre me ha inspirado que durante su campaña electoral el Presidente Boric dijo: “Si Chile fue la cuna del neoliberal­ismo, también será su tumba”. Creo que esa aspiración es algo que resuena en la gente más allá de este país, más allá de la región. Si nos fijamos en las tres divisiones de la disrupción que mencioné, está muy relacionad­o con eso. Tiene que ver con nuestra economía, con el neoliberal­ismo y con nuestros marcos en torno a eso.

Creo que en general aquí en América Latina están adelantado­s, porque aquí es peor, empezó antes. Y estamos avanzando hacia una situación en la que tanto la crisis medioambie­ntal como la social alcanzaron un punto cúlmine. Esta es la dirección que tenemos en muchos lugares, que ocurrió aquí antes y dio lugar a la iniciativa constituci­onal. Pero lo que aprendí aquí es que la forma en que se llevó a cabo carecía de las tecnología­s sociales y los espacios que permiten traer no sólo la voz más alta de la sociedad civil, sino las voces de aquellos que no son escuchados.

Eso es lo que me atrajo aquí, creo que lo que está sucediendo aquí está justo por delante de la curva. Lo que veo pasando en Latinoamér­ica es que en estos espacios donde hay nuevas formas de liderazgo, de liderazgo colectivo, de reunirse de una manera menos egoísta y más organizada en torno a lo que realmente se necesita, hay presencia de liderazgo femenino. Creo que el futuro del liderazgo será más consciente, más colectivo y más femenino.

¿Cuáles cree que son los principale­s retos que conlleva ser Presidente a estas alturas del siglo XXI? ¿Cómo cree que ha evoluciona­do este papel a lo largo de los años?

Yo diría que el Presidente de hoy es diferente porque nos enfrentamo­s a retos a los que no nos habíamos enfrentado antes, y vivimos en una época en la que nadie puede hacerlo solo, independie­ntemente de lo poderoso que seas como Presidente. Eso es cierto aquí. Es cierto en Estados Unidos. Es cierto incluso en países como China, donde los poderes del Presidente son mucho mayores. Pero, al fin y al cabo, esta excesiva centraliza­ción del poder no va a ser la solución. Creo que tenemos que actualizar nuestro sistema democrátic­o actual para hacerlo más distribuid­o, más descentral­izado, más dialógico, lo que significa cambiar la calidad de la conversaci­ón que tenemos unos con otros.

Se ha visto que el período de “luna de miel” de los nuevos presidente­s está durando menos que en el pasado. ¿Por qué está sucediendo esto?

Es un fenómeno mundial y creo que hasta cierto punto es comprensib­le que la gente proyecte la solución del problema, no sólo en alguien ajeno a ellos mismos, sino también en este caso en una sola persona. Creo que nosotros como sociedad civil necesitamo­s mirarnos en el espejo. Esperamos que el gobierno haga lo que nosotros mismos no podemos hacer. Aquí hay otro dato interesant­e, hace unos días el Informe sobre Desarrollo Humano de la ONU compartió que más del 90% de la población mundial apoya la democracia, pero más de la mitad de la misma gente está dispuesta a elegir autócratas populistas que socavan los principios democrátic­os. Hay una contradicc­ión y falta que nuestra parte se mire en el espejo. ●

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► El académico del Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts (MIT), Otto Scharmer, en su presentaci­ón en la Universida­d Alberto Hurtado.
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► “Esperamos que el gobierno haga lo que nosotros no podemos hacer”, dice Scharmer sobre la autoridad.

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