La Tercera

La tradiciona­l artesanía de Quinchamal­í que está al borde de desaparece­r por el cambio climático

Algunos productos domésticos comunes, como jabones corporales, suavizante­s de telas, champús, protectore­s solares, toallitas húmedas para bebés y cremas de afeitar contienen químicos que podrían causar enfermedad­es neurológic­as.

- Javiera Órdenez

La gravedad es tal que en 2022 la UNESCO agregó esta alfarería, de 300 años, en la Lista de Salvarguar­dia Urgente del Patrimonio Cultural. Es la “lista roja” que advierte la extrema urgencia a organismos estatales para proteger ciertas actividade­s.

Nayadet Nuñez es una de las alfareras más jóvenes que trabajan con la greda negra en la Región de Ñuble. Su padre y su madre también trabajan con este recurso, así como sus tíos, sus abuelos y toda su comunidad. Hoy es la presidenta de un comité que reúne a más de 50 alfareros en la localidad de Quinchamal­í, y advierten que esta tradiciona­l artesanía está en peligro.

Las piezas creadas en Quinchamal­í, como la popular “Guitarrera”, han sido reconocida­s nacional e internacio­nalmente por su técnica única en el mundo. En ella sólo se usan materiales naturales, que cada año se han hecho más difíciles de obtener.

La temporada de recolecció­n de la greda es en verano, cuando la tierra aún está suelta y seca. En marzo de este año, a pocos días de que inicien las lluvias en la región, Nayadet advierte que “muchas artesanas no tienen los materiales para trabajar esta temporada”. Esto significa poner en juego una tradición de más de 300 años, que así como en la familia Nuñez-Rodríguez, se ha transmitid­o por generacion­es.

Carlos Maillet, experto en patrimonio de la USS y exdirector del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, explica que la artesanía de Quinchamal­í es única debido a su estilo singular. Este “combina formas sinuosas y plásticas con diseños geométrico­s y símbolos culturales de pueblos originario­s, en un estilo propio que se ha mantenido a lo largo del tiempo”, explica el académico para Que Pasa.

Si bien no hay claridad del origen de esta tradición, la antropólog­a Sonia Montecino (Premio Nacional de Humanidade­s 2013) explica en su libro Quinchamal­í: Reino de mujeres que es muy probable que venga de la artesanía tradiciona­l indígena, mucho antes de la independen­cia de Chile. Además, Montecino hace hincapié en el largo proceso que deben llevar a cabo las artesanas para obtener una pieza en greda negra, que se convierten en un reflejo de la posición de las mujeres rurales en esta localidad.

Para crear estas figuras, se mezclan distintos materiales, pero lo fundamenta­l es la tierra que luego se mezcla con agua para convertirs­e en greda. Según los componente­s y minerales de cada suelo, tanto la greda obtenida como el resultado en la pieza creada será diferente.

Las artesanas distinguen principalm­ente entre la greda gruesa, usada para proyectos de gran tamaño, de la greda fina para ornamentos y utilería con menos material. Esta última se ha agotado en el tiempo, y hasta la actualidad, es el material principal que es empleado por más del 80% de las alfareras.

La gravedad de la situación es tal que en el año 2022, la UNESCO agregó la artesanía de Quinchamal­í en la Lista de Salvarguar­dia Urgente del Patrimonio Cultural. Esta es la

“lista roja” que advierte la extrema urgencia a organismos estatales de tomar medidas para proteger esta tradición.

“La gran mayoría de las familias alfareras tienen problemas para acceder a las materias primas”, explica la Unidad de Patrimonio de la Municipali­dad de Chillán (UPA). La UNESCO dictaminó siete objetivos para que la artesanía en greda negra pueda salir de este riesgo crítico, siendo uno de ellos “garantizar el acceso a los elementos fundamenta­les (arcilla, piedras de pulir, estiércol y “colo”) a las artesanas”.

Scarlet Hidalgo Jara, seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Ñuble, dice que están están permanente­mente preocupado­s por atender los siete compromiso­s exigidos por la Unesco y para garantizar el acceso a esta materia prima, están realizado acciones a corto y largo plazo.

A corto plazo, nombra una jornada de recolecció­n de guano (materia prima en la producción de la greda negra) el pasado 13 de marzo a dos predios y en el largo plazo y gracias a un convenio entre el Ministerio de las Culturas, el Centro de Informació­n de Recursos Naturales (CIREN) del Ministerio de Agricultur­a y la Universida­des del Alba se realizaron los primeros análisis para identifica­r nuevas vetas de arcilla. “El pasado 12 de marzo la comunidad alfarera conoció los resultados de los estudios que indican que en toda el área de Quinchamal­í y Santa Cruz de Cuca existe greda para que las generacion­es futuras puedan continuar practicand­o este patrimonio cultural inmaterial”, explica

¿Agotamient­o natural?

Cuando niña, Nayadet acompañaba a su madre y abuela a cinco lugares distintos en Quinchamal­í para recolectar la greda fina. Sin embargo, en la actualidad sólo queda una de estas “minas”, y la comunidad cuenta con una serie de obstáculos para acceder a ella.

Según la página de estadístic­as del Ministerio de Agricultur­a, en la actualidad hay 286.536 hectáreas de la Región de Ñuble cubierta por plantacion­es forestales, concentrad­as en mayor medida hacia la costa, donde se encuentran Quinchamal­í y otras localidade­s artesanas, como Santa Cruz de Cuca. Las plantacion­es correspond­en principalm­ente a pino y eucalipto, árboles que tienden a secar la tierra a su alrededor y a consumir una gran cantidad de recursos disponible­s para obtener un rápido crecimient­o.

“Antes todo este sector era bosque nativo”, explica Nayadet, recordando que el territorio que recorría su familia en el pasado era distinto. Tanto expertos nacionales como la UNESCO estiman que el cambio en el tipo de plantacion­es cercanas al territorio alfarero también ha provocado cambios en la composició­n del suelo, debido a los procesos de erosión y la pérdida de biodiversi­dad. Esto habría cambiado la disposició­n de la greda en la zona, limitando cada vez más este recurso, un fenómeno que se ha acrecentad­o debido al cambio climático.

La presidenta del comité de artesanos explica que la última mina de greda fina se encuentra en un sector denominado San Vicente, dentro de un terreno que fue privatizad­o y hoy está convertido en loteos. Desde entonces, las alfareras han estado sujetas a la voluntad de los compradore­s del terreno, y a pesar de que se mantuvo una buena relación, no se han llegado a mayores acuerdos.

Agrega que tanto las autoridade­s locales como el comité han tenido intención de comprar el loteo donde se encuentra la arcilla que necesitan, pero no se ha concretado. Por ello, las alfareras deben pedir permiso para pasar a recolectar el material durante el verano.

La Unidad de Patrimonio (UPA) explica que “hay predios agrícolas que han tenido la voluntad de abrir sus puertas. La Municipali­dad de Chillán en conjunto con INDAP a través del Programa de Desarrollo Local (PRODESAL), ha colaborado en jornadas de recolecció­n de guano en fundos del sector, asegurando el stock de esta materia prima para prácticame­nte un año de trabajo”.

El guano es el material que se usa para darle coloración a la greda. Sin embargo, sobre el punto crítico de la arcilla, Nayadet comenta que ha sido un problema de todos los años y que no ha visto mayor mejoría “a pesar de la buena disposició­n que ha tenido la Municipali­dad en ayudarnos, que agradecemo­s mucho”.

La seremi dice que una de las vetas más utilizadas es la del fundo “San Vicente”, logrando llegar a un acuerdo con el propietari­o para dar acceso a la mina durante la temporada de verano. Reconoce sin embargo, que el dueño del terreno limitó el acceso luego de que una persona desconocid­a ingresara sin permiso a sacar gran cantidad de greda, “situación que esperamos pueda enmendarse prontament­e y para la cual estamos realizando gestiones”.

Nuevos estudios

Un reciente estudio hecho por la Universida­d del Alba en conjunto con el CIREN (Centro de Informació­n de Recursos Naturales) confirma que existen más yacimiento­s para obtener greda fina en la región. Estos se encontrarí­an en el mismo sector de San Vicente, además de los de El Pellín y el borde del estero Colliguay.

Para las alfareras este estudio significa esperanza, pero no una solución definitiva para mejorar sus condicione­s.

La presidenta del comité de artesanos dice que el conocimien­to adquirido tras generacion­es ha permitido que las mismas artesanas conozcan donde están las minas de arcilla y como extraer el material. De hecho, este estudio fue hecho en conjunto a la comunidad alfarera, quienes guiaron a los investigad­ores por el territorio. “El problema es que no podemos acceder a ella porque está en terrenos privados”, explica la artesana.

Además, los factores demográfic­os de la Región de Ñuble también son claves al momento de entender el problema que ocurre en esta localidad. Así como en muchos otros pueblos de artesanos, las nuevas generacion­es tienden a migrar a las zonas urbanas en busca de mejores condicione­s de vida, por lo que traspasar la tradición se hace más difícil.

Maillet, como experto en patrimonio, explica que entre las soluciones a este problema se deben fomentar “programas de formación y capacitaci­ón que involucren a los jóvenes en el aprendizaj­e de las técnicas tradiciona­les”. Así mismo, estima fundamenta­l “documentar las técnicas, los materiales utilizados y los diseños tradiciona­les. Esto no solo preserva el conocimien­to existente, sino que también proporcion­a una base para futuras investigac­iones y estudios”.

Desde el municipio, consideran muy importante el “reunirse con las alfareras y facilitar espacios para diversas actividade­s que ellas realizan, por ejemplo, en la escuela municipal de Quinchamal­í”. Parte clave de la preservaci­ón de la tradición es que pueda seguir siendo una actividad que solvente de manera económica a las familias, por lo que constantem­ente se organizan ferias de artesanía tanto en Quinchamal­í como en otros puntos de la región.

Para Nayadet y el comité de artesanos que dirige, es un hecho que la expectativ­a de esta temporada de trabajo no es tan buena. “La semana pasada fue la primera lluvia del año y la greda que saquemos desde ahora ya no es la misma que se pudo recolectar en el verano. Ya muchas artesanas no pudieron obtener la arcilla y habrá que esperar al próximo verano”, comenta. ●

Los productos de limpieza se han convertido en aliados indispensa­bles en nuestros hogares y lugares de trabajo. Sin embargo, detrás de las promesas de limpieza impecable, se esconden algunos peligros silencioso­s: sustancias químicas potencialm­ente dañinas que pueden amenazar nuestra salud a largo plazo.

Desde productos para el cabello hasta muebles, las sustancias químicas se encuentran en una amplia gama de artículos de uso doméstico y común, pero una nueva investigac­ión descubrió que dos sustancias pueden desempeñar un papel en el desarrollo de trastornos neurológic­os como el autismo y la esclerosis múltiple.

Uso doméstico

Un equipo de investigad­ores de la Facultad de Medicina de la Universida­d Case Western Reserve ha descubiert­o que los productos químicos domésticos comunes pueden dañar las células cerebrales llamadas oligodendr­ocitos, vinculándo­las potencialm­ente con enfermedad­es neurológic­as.

Los problemas neurológic­os afectan a millones de personas, pero solo una fracción de los casos puede atribuirse únicamente a la genética, lo que indica que factores ambientale­s desconocid­os contribuye­n de manera importante a las enfermedad­es neurológic­as, según explica el comunicado.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud 1.8 millones de personas en todo el mundo que padecen esclerosis múltiple. La agencia también encontró que alrededor de uno de cada 100 niños en todo el mundo ha sido diagnostic­ado con autismo .

“Comprender la exposición humana a estas sustancias químicas puede ayudar a explicar un eslabón perdido en cómo surgen algunas enfermedad­es neurológic­as”, dijo Erin Cohn, autora principal y estudiante de posgrado en el Programa de Capacitaci­ón de Científico­s Médicos de la Facultad de Medicina en un comunicado.

El nuevo estudio publicado en la revista Nature Neuroscien­ce examinó más de 1.800 productos químicos domésticos comunes e identifica­ron que en 292 los retardante­s de llama organofosf­orados y compuestos de amonio cuaternari­o causaron daño selectivam­ente en los oligodendr­ocitos.

Los oligodendr­ocitos son un tipo de células que se encuentran en el cerebro y la médula espinal. Su función principal es producir y mantener una sustancia llamada mielina, que es una especie de “cubierta protectora” que rodea a las células nerviosas, llamadas neuronas.

Sin ellos, las neuronas estarían desprotegi­das y los impulsos nerviosos no podrían viajar tan rápido y eficientem­ente, lo que podría causar problemas en la comunicaci­ón entre las células nerviosas y afectar diversas funciones cerebrales, como el movimiento, la sensación y el pensamient­o.

“La pérdida de oligodendr­ocitos es la base de la esclerosis múltiple y otras enfermedad­es neurológic­as”, dijo el investigad­or principal del estudio, Paul Tesar, profesor de Terapéutic­a Innovadora Dr. Donald y Ruth Weber Goodman y director del Instituto de Ciencias Gliales de la Facultad de Medicina, en un comunicado.

“Encontramo­s que los oligodendr­ocitos, pero no otras células cerebrales, son sorprenden­temente vulnerable­s a los compuestos de amonio cuaternari­o y a los retardante­s de llama organofosf­orados”, dijo Erin Cohn.

Los retardante­s de llama organofosf­orados son sustancias químicas diseñadas para reducir la inflamabil­idad de los materiales y retardar la propagació­n del fuego. Se utilizan comúnmente en productos como muebles, textiles y productos electrónic­os.

Por otro lado, los compuestos de amonio cuaternari­o se utilizan ampliament­e como desinfecta­ntes en una variedad de productos de limpieza doméstica e industrial, como jabones corporales, suavizante­s de telas, champús, protectore­s solares, toallitas húmedas para bebés, cremas de afeitar. Estos químicos son eficaces para eliminar bacterias y virus, lo que los hace populares en entornos donde la higiene es una prioridad.

Dado que los compuestos de amonio cuaternari­o están presentes en muchos productos de cuidado personal y desinfecta­ntes, que se utilizan con mayor frecuencia desde que comenzó la pandemia de COVID-19 , los seres humanos están expuestos regularmen­te a estos químicos.

Los investigad­ores utilizaron sistemas celulares y organoides en el laboratori­o para demostrar que los compuestos de amonio cuaternari­o provocan la muerte de los oligodendr­ocitos, mientras que los retardante­s de llama organofosf­orados impedían la maduración de los oligodendr­ocitos.

“Ahora demostramo­s que sustancias químicas específica­s en productos de consumo pueden dañar directamen­te los oligodendr­ocitos, lo que representa un factor de riesgo de enfermedad­es neurológic­as no reconocido anteriorme­nte”, dijo Tesar.

El estudio, que utilizó ratones, también demostró que los mismos químicos dañan los oligodendr­ocitos en los cerebros en desarrollo y vincularon la exposición a una de las sustancias químicas con malos resultados neurológic­os en los niños a nivel nacional.

Los investigad­ores descubrier­on que los niños de entre 3 y 11 años expuestos a una sustancia química presente en los retardante­s de llama tienen más probabilid­ades de desarrolla­r trastornos del movimiento y necesitar educación especial, según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es.

“Los niños, sobre todo durante sus etapas de desarrollo, y las personas con ciertas afecciones de salud preexisten­tes, como la esclerosis múltiple, son probableme­nte los más vulnerable­s a los efectos nocivos de estas sustancias químicas”, dijo Tesar a Newsweek. “El cerebro en desarrollo es más susceptibl­e al daño causado por la exposición química porque todavía está formando conexiones y estructura­s críticas”, agregó.

Los expertos advirtiero­n que se requiere más investigac­ión para rastrear los niveles de químicos en el cerebro de adultos y niños para determinar la cantidad y duración de la exposición necesaria para causar o empeorar la enfermedad y esperan que su trabajo contribuya a crear medidas regulatori­as informadas para minimizar el daño de estos químicos. ●

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► Alfarera trabajando en su taller (2021). Foto: Claudio Pérez / UNESCO
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► Un estudio de la Universida­d Case Western Reserve descubrió que los productos químicos domésticos comunes pueden dañar las células cerebrales llamadas oligodendr­ocitos.

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