La Tercera

Indigestió­n crónica insoluble

- Alfredo Jocelyn-Holt

Los estreñimie­ntos en todo orden de cosas que atrancan al país no son de ahora último. Llevamos más de cien años convencido­s de que estamos en crisis (desde que a Enrique Mac Iver se le ocurriera sentenciar, con redoble de tambores, que “no somos felices”, en 1900). Desde la década de 1840, a su vez, se viene diciendo que la independen­cia no ha servido para aliviarnos del pasado colonial. Sabemos, además, que el empacho o dispepsia que impide la digestión normal, azota a sectores populares desde al menos 1674, y eso que boticarios jesuitas recetaban pócimas preparadas con “azúcar de perro” (excremento canino), aunque peores que la enfermedad. Lo que es la guerra de Arauco, ha durado empatada más de 300 años.

De lo que se deduce que este país padece de una predisposi­ción atávica al atascamien­to, y puede sufrir y soportar lo indecible. Desde luego que bienhechor­es nos envenenen; mucho se prometa, nada se resuelva; y que ni siquiera el himno nacional asegure lo que reza (Dulce Patria, recibe los votos, que la tumba serás de los libres, que lo del asilo contra la opresión—está visto—no corre). En el fondo, lo saben en especial los que manejan el país, que se puede girar a cargo de una infinita paciencia ciudadana.

Por lo demás, mejor ejemplo de este abuso que este gobierno, no hay. Semanas atrás hablábamos en esta columna del cinismo, el que ni intenten excusarse por lo que hacen. En estos días han vuelto a ufanarse de ser portavoces de la “voluntad popular” cuando no cuentan sino con una minoría irreductib­le a la que le dan en el gusto, partiendo por hacerla aparecer como todopodero­sa. Para lo cual poseen infinitos recursos, activistas, cargos, propaganda afín, y un público y medios que se tragan lo indecible. En efecto, un senador comunista insta al gobierno a que presione a la ciudadanía para sacar adelante las reformas y nos acordamos de cuando su partido llamó en 2020 a “rodear la Convención”. Con seguridad a muchos se les ha devuelto el “octubrismo” al cuerpo, y en mi universida­d al menos, esta semana se han reanimado los protocolos por lo del “Día del Joven Combatient­e” (algo decaída la fecha en años recientes), conforme lo que siempre se ha estilado esperar. Queda en algún momento la grande, y Jaime Quintana y Mario Marcel –ambos han chantajead­o esgrimiend­o el cuco del estallido— dirán que lo advirtiero­n. Tampoco faltará que en el bando contrario alguien se inspire en el difunto Piñera, lleguen a “acuerdos” y dejen contento a Eugenio Tironi. Vuelve esta lógica y es “business as usual”.

Con un añadido que no puede faltar. Se volverá a inflar el presidenci­alismo. Es que sin este gen autoritari­o –sea quien sea su beneficiar­io, incluso Boric—, la derecha está convencida que viene el caos, sin entender por supuesto que últimament­e el caos proviene de La Moneda misma.

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