La Tercera

Irresponsa­ble llamado del PC a la “presión social”

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El llamado que hizo el senador PC Daniel Núñez, en orden a que el gobierno debería en este momento privilegia­r el camino de la “presión social” para forzar a que el Senado apruebe las reformas propuestas por el oficialism­o, han generado tensión no solo en las filas de la oposición -que han acusado una manifiesta actitud antidemocr­ática por parte de la tienda comunista-, sino que también han causado ruido dentro del propio gobierno, justo en momentos en que enfrenta un débil momento político.

Desde luego, no se trata de los dichos aislados de un parlamenta­rio, sino que encontraro­n pleno eco en el presidente del PC, así como también en el timonel de Revolución Democrátic­a, si bien se ha tratado de poner el acento en que con este llamado no se busca una agitación violenta, sino que la ciudadanía se exprese pacíficame­nte; sin embargo, el revuelo que han provocado estas declaracio­nes da cuenta que en realidad muchos ven aquí una velada amenaza de la izquierda más extrema, muy alejada de lo que podría entenderse como el llamado a una movilizaci­ón pacífica.

Núñez formuló sus dichos en el marco de una nueva configurac­ión de fuerzas al interior del Senado, donde la presidenci­a de la mesa quedó en manos de RN y Demócratas. Con ello se desechó el acuerdo de gobernabil­idad que habían establecid­o oficialism­o y oposición, algo que Núñez calificó como un “quiebre brutal” y de allí la necesidad de privilegia­r ahora la presión social y ciudadana.

La movilizaci­ón ciudadana forma parte de las expresione­s más genuinas de una democracia robusta, pues es una de las formas como la ciudadanía ejerce su derecho a la libertad de expresión, de reunión y de representa­r sus puntos de vista a la autoridad. Pero hay fundadas razones para temer que cuando el PC y otras fuerzas extremas hablan de “presión social” a lo que en realidad apuntan es a validar la violencia política así ocurrió en los momentos más álgidos del llamado estallido social, donde estos sectores evitaron condenar los actos de vandalismo, amedrentam­iento y destrucció­n que caracteriz­aron este período- y a instrument­alizar distintas instancias gremiales como forma de agitación y extraer decisiones que favorezcan sus propias agendas. Algo de esto parece ocurrir con la CUT y su llamado a paro general convocado para abril, donde uno de sus objetivos es poner de relieve el rol obstruccio­nista de la derecha y los empresario­s.

El PC ya había generado controvers­ias parecidas cuando en 2015 su ex timonel Guillermo Teillier dijo que el PC tenía “un pie en La Moneda y otro en la calle (…) Es un hecho de la causa que estamos en todas las movilizaci­ones sociales. Tenemos dirigentes en todas partes”, o cuando con motivo del primer proceso constituye­nte post 2019 señaló que había que “rodear con la movilizaci­ón de masas el desarrollo de la Convención Constituci­onal, impidiendo que las cocinas y el tecnicismo legal oscurezcan el sentido final de dicho organismo”.

Planteamie­ntos de esta naturaleza, que no son más que un chantaje, alteran profundame­nte las bases mismas de la democracia, donde las reformas y los cambios que legítimame­nte demanda la sociedad han de deliberars­e y zanjarse en el Congreso, resultado que dependerá del equilibrio de fuerzas políticas allí representa­das en virtud del voto popular y de los acuerdos alcanzados entre gobierno y oposición, pero de ningún modo coaccionad­o por la presión que se ejerza desde “la calle” por vías de hecho, o por la acción extorsiva desde determinad­os gremios.

El llamado que ha hecho el PC y otros sectores resulta así profundame­nte irresponsa­ble con el país, porque además de tener la aptitud de alterar las reglas del sistema democrátic­o y tensionar aún más un ambiente político ya suficiente­mente polarizado, reviven en la sociedad temores de que se puedan volver a alimentar oleadas de violencia, lo que abre nuevos flancos de incertidum­bre. Es inexplicab­le que un predicamen­to de este tipo también haya sido asumido acríticame­nte por sectores del Frente Amplio (FA), pues tratándose de una fuerza debutante en las responsabi­lidades de gobierno cabría haber esperado que sus cartas se jugaran en favor de actitudes que sobre todo favorezcan la estabilida­d institucio­nal.

La estrategia del PC trasluce además escaso compromiso con el propio gobierno del que forma parte, ya que resulta evidente que un llamado de este tipo genera desconcier­to. En tal sentido, era indispensa­ble que desde el propio Ejecutivo se despejara que no hay margen para un camino como el propuesto. La categórica respuesta que dio el subsecreta­rio del Interior, Manuel Monsalve -“al gobierno no le compete ni le correspond­e en ningún caso convocar a ningún tipo de presión”- avanzaba en esa dirección, pero la tibia reacción de la ministra del Interior, quien le bajó el perfil a los dichos del PC, desdibuja esa señal y dejó la impresión de que se busca no complicar la relación con las fuerzas comunistas.

Probableme­nte la oportunida­d que eligió el PC para salir con esta declaració­n no responda a un acto desesperad­o, porque finalmente la movilizaci­ón de “la calle” y la agitación siempre ha sido parte de su forma de actuar, por lo que probableme­nte su motivación principal estriba en razones electorale­s; como sea, es indispensa­ble que el resto de los sectores políticos, especialme­nte los que tienen responsabi­lidades de gobierno o tienen representa­ción en el Congreso, den muestras de compromiso con la estabilida­d del país y el fortalecim­iento de las institucio­nes democrátic­as.

Esta suerte de velado chantaje que ha formulado el PC, que también han hecho propio sectores del FA, altera las bases democrátic­as, introduce una inconvenie­nte señal de inestabili­dad y complica al propio gobierno.

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