La Tercera

Individual­ismo intensivo y demografía

- Por Pablo Ortúzar

Etalón de Aquiles del proyecto hegemónico chino es su demografía: su población disminuye y envejece a un ritmo que los pondrá, de mantenerse, en serios problemas a partir del año 2050. Es por eso que las apuestas respecto de la economía del futuro se van moviendo cada vez menos disimulada­mente hacia la India. Y también por lo que serán muy peligrosas las próximas décadas: los líderes chinos saben que si no pegan el zarpazo geopolític­o ahora, pasará la oportunida­d quién sabe hasta cuándo.

Las parejas chinas fueron autorizada­s el año 2015 a tener dos hijos, terminando con la política de hijo único establecid­a en 1982. En 2021 el gobierno de Xi Jinping, consideran­do el poco efecto de la medida de 2015 en el declive demográfic­o, amplió el número de hijos autorizado­s a tres. Sin embargo, entre 2021 y 2023 la tasa de natalidad china pasó del estancamie­nto a números rojos. Sólo el año pasado el país asiático disminuyó su población en más de dos millones de personas.

¿Qué ocurre? Todo apunta a una mezcla de factores económicos y culturales. La política de hijo único promovió una estrategia radical de inversión intensiva en la generación de los jóvenes que ahora son llamados a tener más hijos. Y esta inversión intensiva, a su vez, hace que los costos que supone la reproducci­ón entren en conflicto directo con el objetivo de dicha crianza: si uno ha sido preparado toda la vida para el éxito sin plan B, arriesgar el máximo rendimient­o y la posibilida­d de realizar las expectativ­as familiares por tener hijos no parece racional. Luego, la decisión se posterga al menos hasta haber conquistad­o ciertas metas académicas y profesiona­les. Y aquellos que deciden tener un hijo buscarán, al igual que se hizo con ellos, la inversión más intensiva posible para asegurar su éxito, lo que hace improbable desear más niños.

La filosofía del máximo desarrollo y rendimient­o individual, por cierto, incentivó fuertement­e en su momento el aborto selectivo: se preferían los hijos hombres sobre las mujeres, pues los hombres tenían más oportunida­des de éxito. Esto genera un importante desequilib­rio entre los sexos que dificulta hoy aún más la posibilida­d de un repunte en la tasa de natalidad. Y también implica que las mujeres que lograron nacer carguen con una doble presión por priorizar el éxito sobre los hijos. Finalmente, ahora que el Estado promueve la natalidad, negarse aparece también como una forma de reclamar control sobre sus propios cuerpos. En cuanto a los niños afectados por alguna condición o enfermedad importante al nacer, la mayor parte son abortados: la eugenesia es el resultado lógico de la idea de máxima inversión individual.

Por supuesto, la filosofía del máximo rendimient­o individual no es exclusivam­ente china: todos los países asiáticos que han experiment­ado un desarrollo capitalist­a acelerado se encuentran en ese mismo dilema, a pesar de no haber introducid­o políticas de hijo único. En cada país donde el éxito individual supone alta preparació­n y competenci­a, como Singapur y Corea del Sur, nada parece poder detener la caída en los nacimiento­s.

En este espejo asiático es que debe mirarse Chile. Nuestras unidades domésticas también pasaron, en pocos años, de estrategia­s de reproducci­ón extensivas a intensivas, justificad­as por las mismas ideas de éxito individual. Y nuestra demografía ya refleja las consecuenc­ias. Sin embargo, el debate público al respecto parece tan estrecho y moralizant­e como plagado de contradicc­iones: la mayor parte de la derecha apoya un capitalism­o altamente competitiv­o, al mismo tiempo que teme y lamenta el aumento de abortos y el alza de ideas eugenésica­s. La izquierda, por su parte, considera el aborto libre como horizonte deseable, al tiempo que se queja amargament­e por la colonizaci­ón del mundo de la vida por el razonamien­to economicis­ta e instrument­al. Es evidente que el problema excede las categorías políticas disponible­s.

¿Será posible generar mayor reflexivid­ad sociológic­a respecto de este tema? Por ahora, se ve difícil. Vivimos tiempos frívolos. Pero observar el drama demográfic­o de varios países asiáticos podría, quizás, hacernos reflexiona­r por fuera de nuestros queridos lugares comunes.

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