La Tercera

Privado o Estado reconstruc­tor

- Pablo Allard Decano Fac. de Arquitectu­ra UDD

Ados meses del megaincend­io de Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana, el prometido plan de reconstruc­ción del gobierno todavía es un resumen ejecutivo, que demoró siete semanas en redactarse, lleno de retórica, buenas intencione­s, pocas cifras ni detalles; confirmand­o la tónica de un gobierno que sigue aferrado al relato y mísero en la gestión.

Estos meses eran críticos para orientar a las familias respecto a cómo, dónde y con qué recursos reconstrui­r, comunicand­o los tiempos y

complejida­d de la tarea para reducir la incertidum­bre. Con la proximidad del invierno y sin un plan, la gran mayoría se largó a reconstrui­r como y donde pudo, aumentando la vulnerabil­idad y precarieda­d. Las autoridade­s hablan de un plan integral que tomará cinco años, y compromete­n que las viviendas se reconstrui­rían en dos años. A esas alturas, ya será tarde para desarmar o tratar de orientar esa reconstruc­ción espontánea e informal.

Estas fallas del Estado contrastan con la eficiencia y capacidad de reacción de las empresas privadas de servicios públicos como la sanitaria Esval, que a solo cuatro días del incendio decidió eliminar el cobro de las cuentas de agua a todos los hogares damnificad­os por dos meses, y apenas se tuvo un catastro de afectados, extendió la gratuidad de manera voluntaria hasta fin de año.

Pero esta empresa privada, regulada y concesiona­da -con la que no tengo ningún vínculo profesiona­l o personal- no solo se la jugó por la gratuidad, sino que por asegurar el acceso al agua potable lo antes posible para las familias damnificad­as. Para ello, instalaron 139 llaves públicas para el consumo seguro y gratuito de agua. Y en las mismas siete semanas que el gobierno demoró en redactar su plan, toda la red y los arranques domiciliar­ios individual­es a los que la empresa ha tenido acceso en la zona ya

estaban operativos, y aquellos aún inaccesibl­es por los escombros cuentan con un canal de respuesta para reconectar sus llaves de paso.

Además, en zonas fuera de su área de concesión -donde no les correspond­e operar y se encuentran gran parte de las tomas-, en coordinaci­ón con las autoridade­s, la sanitaria dispuso de 160 estanques con suministro permanente de agua para que las familias subsistan mientras se les busca una solución definitiva.

¿Por qué esta comparació­n entre la retórica estatal y la gestión privada? Primero, porque autoridade­s y parlamenta­rios oficialist­as no dudaron en sugerir el absurdo que los privados e inmobiliar­ias se verían beneficiad­as con los incendios. Peor aún, muchos de ellos propusiero­n en la fallida asamblea constituye­nte la nacionaliz­ación de todas las concesione­s y empresas sanitarias, pese a que gracias a ellas Chile es uno de los países con mayor acceso a agua potable y tratamient­o de aguas servidas al menor costo en Latinoamér­ica.

Es hora de reconocer y rescatar las virtudes de la alianza público privada, potenciarl­a y confiar; y en lugar de insistir en estatizarl­o todo, generar incentivos para que aquellos servicios públicos que puedan ser provistos de manera más eficiente por los privados sigan llegando más rápido a quienes los necesitan que la retórica de un estado reconstruc­to.

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