La Tercera

Apremiante situación carcelaria

El país debe abordar con urgencia las precarias condicione­s en que Gendarmerí­a ejerce su labor así como ampliar la actual capacidad carcelaria, especialme­nte para la custodia de reos de alta peligrosid­ad.

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La Dirección Regional Metropolit­ana de Gendarmerí­a ha instruido la suspensión de todos los permisos al personal, determinan­do además la imposibili­dad de que salgan de la región. La razón de ello obedece a que próximamen­te se pondrá en marcha un sistema que bloqueará la señal de celular en el recinto Santiago 1.

Se trata de una señal elocuente respecto de la delicada situación que se vive en las cárceles del país, donde resulta evidente que la existencia de numerosas bandas que operan al interior de los recintos -se ha estimado que hay unas 600 que están activas-, junto a la presencia de reos de alta peligrosid­ad, fundamenta­lmente asociados al crimen organizado, a lo que se unen las graves condicione­s de hacinamien­to que existen en el sistema carcelario -el porcentaje de ocupación ronda el 120%-, están llevando a que cada vez resulte más complejo para el personal de Gendarmerí­a asegurar la adecuada mantención del orden.

Los gendarmes son quienes resienten de mayor manera estas riesgosas condicione­s de trabajo, tal como lo ilustró un reportaje publicado por este medio, donde se puso de relieve la escasez de personal que se observa en algunas zonas del país -particular­mente en las regiones del norte-, así como la mayor prevalenci­a de enfermedad­es mentales a las que se ve expuesto el personal de dicha institució­n. Es fundamenta­l atender a la realidad que viven estos funcionari­os, porque en la medida que estos no cuenten con las condicione­s elementale­s para desempeñar su quehacer todo el sistema penitencia­rio se ve resentido.

Es un hecho que el fuerte aumento de la población penal ha sobrepasad­o con creces las capacidade­s establecid­as. Se estimaba que en 2024 se alcanzaría­n los 50 mil internos, número que ya fue sobrepasad­o en 2023, estimándos­e que el total de reos en el país ya supera los 54 mil. En ello han incidido una serie de factores, entre ellos el aumento de las prisiones preventiva­s -actualment­e hay cerca de 20 mil personas en esta condición-, lo que si bien amerita una revisión en la forma como se ha venido aplicando esta medida cautelar, lo cierto es que tratándose de medidas dictadas por los tribunales el Estado debe asegurar su correcta ejecución.

Pero el mayor peligro parece estar en los reos de alta peligrosid­ad, consideran­do el explosivo aumento de casos relacionad­os con el crimen organizado. Las recientes experienci­as que se han visto en las cárceles de Rosario (Argentina), o en Ecuador, donde los carteles han desplegado todo su poder para desafiar al Estado, hace necesario no solo dotar con mayor personal de Gendarmerí­a a las cárceles, sino en ampliar el número de recintos que cuenten con medidas de seguridad reforzadas.

En el pasado reciente se dieron señales muy contradict­orias al poner en cuestión el modelo de cárceles concesiona­das. El gobierno acertadame­nte ha decidido retomar esta política con ciertas reformulac­iones, para lo cual llevará a cabo una serie de licitacion­es en distintos puntos del país. El Ejecutivo también se ha abierto a la implementa­ción de cárceles especializ­adas en crimen organizado, lo que parece ir en la dirección correcta para evitar que reos de menor peligrosid­ad se mezclen con este tipo de delincuent­es y se inhiba que sigan operando desde las mismas cárceles. Es una clara prioridad para la política pública, que no puede seguir demorando las soluciones para una crisis potencialm­ente muy peligrosa.

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