La Tercera

El progresism­o desafiado

- Director ejecutivo Horizonte Ciudadano Por Eolo Díaz-Tendero

Según un connotado filósofo alemán, la democracia es como el dios Jano: tiene una cara de entrada anclada en la representa­ción, que opera a través de distintos procedimie­ntos institucio­nales, y una cara de salida, que apunta a la satisfacci­ón de bienes públicos, y que se materializ­a por las políticas públicas. Ambas caras son inseparabl­es y en su interacció­n se juegan los niveles de legitimida­d que puedan alcanzar las institucio­nes democrátic­as. Así, la construcci­ón de legitimida­d democrátic­a no es etérea, sino un proceso de carácter concreto y palpable en las sensacione­s cotidianas de los ciudadanos que, siendo invitados a participar en una comunidad política, buscan también encontrar soluciones que impacten positivame­nte en sus biografías. La legitimida­d democrátic­a es necesariam­ente sustantiva.

Bajo esta premisa, la contribuci­ón del progresism­o contemporá­neo al fortalecim­iento de las institucio­nes democrátic­as -amenazadas hoy por discursos y prácticas de una derecha que pone en duda hasta sus mecanismos más básicos- debe ser diseñar y poner en práctica políticas públicas que resuelvan eficientem­ente problemas que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos y fortalezca­n los sentidos de pertenenci­a de los integrante­s a su comunidad. Los proyectos políticos hablan a través de las políticas públicas y los proyectos políticos eficaces hablan a través de la gestión eficaz de las políticas públicas que conectan directamen­te con las aspiracion­es mayoritari­as de la ciudadanía. Ahora bien, para un proyecto basado en valores progresist­as, no da lo mismo cualquier solución porque, como sabemos, toda política pública porta señas del tipo de sociedad que se quiere construir. En este caso, no da lo mismo el color del gato con tal que atrape ratones. Más bien todo lo contrario, porque, por ejemplo, no da lo mismo una solución basada exclusivam­ente en el esfuerzo individual y la competenci­a, que una política sustentada en el mérito, la solidarida­d y que conecte con los requerimie­ntos concretos de la ciudadanía.

Por estos días, Chile inicia un largo período de hitos electorale­s, la cara de entrada de los sistemas democrátic­os. El progresism­o desafiado por las nuevas relaciones sociales emergentes tiene una oportunida­d. Si de construir un proyecto político sólido se trata, el desafío está en construir una base programáti­ca anclada en las nuevas subjetivid­ades, pero a la vez sustentada en soluciones eficaces que respondan a los requerimie­ntos prácticos de las mayorías nacionales. La cara de salida de los sistemas democrátic­os.

El espacio municipal representa una oportunida­d para poner en marcha este desafío dada su cercanía territoria­l con la ciudadanía y también como un espacio en que se ponen a prueba soluciones concretas para los requerimie­ntos de mejor calidad de vida. De allí que el desafío programáti­co se levanta como una tarea principal para el progresism­o, porque en la conexión con las vidas cotidianas se juega la posibilida­d de construir un proyecto político sólido, legitimado frente a la ciudadanía y de largo plazo.

Es por ello que una coordinaci­ón de centros de estudio ligados a la izquierda y centro, desde el PDC al PC, han tomado este desafío en serio para levantar políticas y buenas prácticas a través de Laboratori­os Programáti­cos Municipale­s. Esta metodologí­a busca consolidar e incrementa­r las capacidade­s de representa­ción de este sector a través de dispositiv­os probados que buscan satisfacer los requerimie­ntos cotidianos de la ciudadanía.

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