La Tercera

Cogobierno

- Camilo Feres Director de Asuntos Sociales y Políticos de Azerta

La dinámica electoral se esparce sin contrapeso­s en el ambiente político. Es lógico, más allá de la posición que le toque ocupar a cada uno en el tablero actual, las elecciones de este y el próximo año son las que determinar­án dónde estará cada cual en el ciclo siguiente. Ese derrotero termina por doblegar a candidatos, partidos y pactos, obligándol­os a dedicarse en cuerpo y alma a los gallitos, operacione­s y negociacio­nes propias de estos menesteres.

Para los gobiernos el destape de los espíritus animales del sistema político es siempre una mala noticia ya que cuando la competenci­a entra por la puerta, la cohesión sale por la ventana. Las elecciones son espacio de diferencia­ción y, en ese contexto, aunar la voluntad de los propios resulta cada vez más complejo.

La situación se agrava con el cambio en la correlació­n de fuerzas del Congreso y lo que partió en el Senado -con el desahucio del acuerdo administra­tivo-, podría repetirse en la Cámara. Este solo hecho daría para decretar la temporada de pato cojo de la actual administra­ción, sin embargo, el ciclo electoral también afecta a la oposición y de ahí emerge, curiosamen­te, una oportunida­d.

La derecha enfrenta la otra cara de la moneda. La expectativ­a de un ciclo favorable para sus partidos ha adelantado la contienda facciosa del sector, obligando a algunos sacrificio­s dolorosos (como el de Peñaloza) y a anticipar la carrera presidenci­al destapando desde ahora y sin eufemismos la opción de su carta mejor ubicada: Evelyn Matthei.

El adelantami­ento de la carrera presidenci­al trae aparejado también el adelantami­ento de la pugna Kast–Matthei y los efectos prácticos de eso es que todo movimiento de Chile Vamos detona una acción de diferencia­ción en Republican­os.

La falta de elementos de cohesión suficiente en la derecha ha derivado, en los hechos, en una intervenci­ón de Matthei en los debates más relevantes del Congreso, opinando en público y privado para ordenar las posiciones. Eso, que podría someter a un desgaste innecesari­o a la carta de Chile Vamos, ofrece al gobierno una oportunida­d de diálogo productivo con una parte de la oposición.

Por un tiempo acotado, una parte del oficialism­o -esa que aún cree que es mejor tener algo que mostrar que tener a alguien a quien culparpodr­ía encontrar receptivid­ad en una oposición cuya figura principal se beneficia de tener a Boric como interlocut­or, evitando desgastars­e en una dialéctica fratricida con José Antonio Kast sobre quién es más de derecha.

Probableme­nte, para el ala del oficialism­o que se inclina a la demanda social y la guerra cultural, el entendimie­nto productivo con la más probable candidata opositora resulta en un inaceptabl­e cogobierno. Subsidiar hoy a quien te va a competir mañana no parece una gran estrategia, pero ser minoría no es gratis y nuestro jibarizado régimen político no contempla válvulas razonables para esa condición como sí lo hacen las democracia­s parlamenta­rias.

En suma, sea para negociar o sea para echarle la culpa, que la derecha ya tenga a sus candidatos desplegado­s extiende por un pequeño lapso la iniciativa del gobierno y está por verse si éste tiene el talento o las ganas de tomar esa oportunida­d y qué es lo que prefiere hacer con ella.

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