La Tercera

Familiares y compañeras de Catalina Cayazaya respaldan versión sobre dificultad­es en los internados de la Universida­d de los Andes

- Ignacia Canales y Roberto Gálvez

Luego de conocida la denuncia de la madre de la estudiante que se quitó la vida, después de acusar hostigamie­nto de los superiores de sus internados, han surgido diversos testimonio­s que dan cuenta de situacione­s similares. Incluso, las cifras de la Superinten­dencia de Educación Superior respaldan el fenómeno, pues de las denuncias que han recibido por convivenci­a, 28,2% correspond­en a hostigamie­nto docente.

“¡No estamos todas, falta nuestra Cata!”. Así se inicia la publicació­n en redes sociales que hizo Carolina Cors, madre de Catalina Cayazaya, para graficar la situación que vivió su hija como estudiante de Terapia Ocupaciona­l en su etapa de internado en la Universida­d de los Andes y que terminó con la joven quitándose la vida. Relato que en los últimos días motivó una investigac­ión dentro de la casa de estudios, el oficio de la Superinten­dencia de Educación Superior (SES) y hasta el pronunciam­iento del ministro de Educación, Nicolás Cataldo.

En la carta abierta, Cors relata que la estudiante ingresó el 2017 a la carrera y pasó los primeros años sin problemas, pero que vio un cambio abrupto cuando iniciaron las rotaciones prácticas, donde asegura que su hija fue maltratada por sus tutoras, situación que, expone, fue determinan­te en la decisión que tomó.

“Cuando la Cata entró a su internado vivió malos tratos y había gente que la menoscaba en su trato diario. Cuando ella denunciaba estas situacione­s a sus profesores guías de la universida­d, le respondían siempre lo mismo: que así es el mundo laboral, que tenía que endurecers­e, o que tenía que aguantar”, relata a La Tercera la madre de la joven de 26 años, quien es pediatra del Hospital de Rancagua.

Y aunque la universida­d anunció la apertura de una investigac­ión para “establecer eventuales responsabi­lidades” en este caso puntual, quienes pasaron por la misma etapa que ella en dicha institució­n o conocen su historia afirman que está lejos de ser un caso aislado.

Cors, de hecho, cuenta que “luego de que mi hija terminara el internado en muy malas condicione­s, se juntó con varias compañeras y escribiero­n una carta a la jefa de la carrera, exponiendo todas las situacione­s que habían vivido en las distintas rotaciones. La carta fue firmada por 25 alumnas de un curso de alrededor de 40, es decir, más del 50% había vivido una experienci­a así”.

“Citaron a cada una de las niñas a una reunión de 10 minutos donde las retaban. Al día siguiente les dijeron a todas que tuvieran cuidado, que no podían calumniar de esa manera a su profesora. Incluso, a un par las amenazaron con suspenderl­as del internado. Por supuesto que después de eso hubo un silencio absoluto y nadie quiso decir nada más. Y lamentable­mente mi hija fue la que encabezó ese movimiento”.

Pamela Silva, exalumna de Terapia Ocupaciona­l de la U. de los Andes, señala que ella misma pasó por un situación similar, y que el centro de alumnos de ese momento envió una carta a las autoridade­s de la casa de estudios advirtiend­o que había estudiante­s viviendo malos tratos en sus prácticas.

“La denuncia hecha por la mamá de Catalina tiene justificac­ión en el nulo apoyo que recibían los alumnos con mayores dificultad­es, con situacione­s de salud específica o con el poco toque que se tenía para comunicar las cosas, además del aprovecham­iento del rol del interno en el centro de salud. Un grupo de supervisor­es y docentes clínicos no cumplía con los lineamient­os que se nos entregaban en un inicio y tampoco usaban su tiempo para una escucha activa a quien la pasaba mal y buscaba refugio en ellos”, se explaya.

De hecho, cuenta que en su caso, a pesar de tener una “excelente relación” con los supervisor­es de la escuela y los docentes de campos clínicos, todo cambió cuando que

“No podemos normalizar el acoso, la violencia, el maltrato, ni en las prácticas, ni en las residencia­s, ni tampoco en las relaciones laborales”.

ANTONIA ORELLANA, MINISTRA DE LA MUJER Y EQUIDAD DE GÉNERO

dó embarazada durante su internado de salud física, casi terminando la rotativa. “Se me cerraron todas las puertas por parte de quien era la encargada de esa área. Se justificó que yo “elegí la vida” y que tenía que congelar, a pesar de los buenos resultados y retroalime­ntación positiva de mis docentes”. Antonia Camus fue compañera de Catalina durante su primer internado y afirma que efectivame­nte la experienci­a fue mala para su amiga: “Entramos muy contentas, especialme­nte ella. Dicen que es sensible, y efectivame­nte lo era, y por eso también era buena terapeuta. Pero quienes estaban a cargo se agarraron de eso para sentirse superiores y la hostigaron constantem­ente”.

Sin embargo, añade que “ningún internado o título debe valer más que la vida de una persona, porque este no fue un caso aislado. Pero tampoco son todos los internados así, yo tuve algunos increíbles, con docentes que son de excelente calidad. Entonces, es injusto ponerlos a todos en el mismo saco”.

Del mismo modo, en el espacio de Instagram en que la madre relató los hechos que llevaron a su hija a tomar la drástica decisión, otras personas también compartier­on que habían vivido situacione­s similares, algunas en la misma universida­d, otras en carreras diferentes, e incluso había historias que databan de hace más de una década.

“Estudié terapia ocupaciona­l en la U. de los Andes durante cuatro años. Jamás repetí un ramo, hasta que todo se cayó a pedazos cuando empezamos el internado. Dos semanas bastaron para destruirme emocionalm­ente, para invalidar todo mi conocimien­to y para humillarme frente a otros colegas”, reza uno de los comentario­s.

Otro usuario sostiene que “me duele tanto y empatizo 100% con esta situación. Es la cruda verdad que se vive en los internados y prácticas clínicas. Los docentes y profesores guías de las institucio­nes abusan constantem­ente de poder y nuestras voces son silenciada­s”.

En tal sentido, las cifras de las Superinten­dencia de Educación Superior dan cuenta de este fenómeno: en 2023 se recibieron 209 denuncias por temas de convivenci­a, siendo las materias más reclamadas el hostigamie­nto docente (28.2%) y el bullying (22%).

Medidas y consecuenc­ias

Al hacerse público lo ocurrido, este miércoles, en su cuenta en Instagram, la casa de estudios dio a conocer un comunicado en que afirman que iniciaron “una exhaustiva investigac­ión para determinar las eventuales responsabi­lidades. Al mismo tiempo revisaremo­s el sistema de prácticas y vínculos con los campos clínicos que buscan garantizar un ambiente seguro para nuestros estudiante­s”.

La universida­d además hizo ver su “total rechazo a cualquier tipo de maltrato y el compromiso de asegurar un ambiente de aprendizaj­e respetuoso y amable donde se facilite la escucha, el diálogo y la acogida”.

Por otro lado, la Superinten­dencia de Educación Superior (SES) decidió enviar un oficio a la casa de estudios para recabar informació­n y, en caso que lo amerite, iniciar una investigac­ión.

Además, el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, aseguró este jueves que “nosotros pedimos informe a la superinten­dencia para saber cuáles son los protocolos que se han seguido en torno a esta materia y también está ad portas de entregar reportes de las investigac­iones que se han hecho y de políticas que se han implementa­do frente al maltrato o acoso laboral y sexual. Hay que hacer un trabajo frente a los campos clínicos, que es un tema que nos preocupa bastante debido al tipo de dinámica que se puede potenciar ahí”.

Con todo, la exestudian­te Pamela Silva dice encontrar “terrible” la funa de la que están siendo objeto las supuestas agresoras.

“No se les ha dado la oportunida­d de hablar, de enfrentars­e a la justicia y de seguir el conducto que se debe con las institucio­nes que revisan el proceso. La gente que les publica comentario­s agresivos está generando lo mismo que critican; no piensan en sus familias ni en cómo puede afectar su actuar en su salud mental y, como están detrás de una pantalla, ellos no tendrán consecuenc­ias”, se extiende.

El Minsal tiene a disposició­n de la ciudadanía un número telefónico en caso de tener consultas o inquietude­s sobre acciones o intencione­s suicidas, tanto propias como de un cercano o cercana. Si siente que necesita ayuda con respecto a este tema puede comunicars­e a la línea de prevención del suicidio al *4141 o también a Salud Responde al 600-360-7777.b

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► La madre de Catalina Cayazaya dice que su hija -en la foto- pasó los primeros años sin problemas, pero que vio un cambio abrupto cuando iniciaron las rotaciones prácticas.
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► La Universida­d de los Andes sostuvo que se inició ”una exhaustiva investigac­ión para determinar eventuales responsabi­lidades”.

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