La Tercera

“La actitud de Lula ha sido siempre mantener a los militares felices y satisfecho­s para poder gobernar”

En entrevista con La Tercera, el profesor de derecho constituci­onal y columnista analiza el 60° aniversari­o del golpe militar en Brasil, el fenómeno del bolsonaris­mo y el rol de los militares en democracia.

- Fernando Fuentes

En vísperas del 60° aniversari­o del golpe militar en Brasil, perpetrado entre el 31 de marzo y el 1 de abril de 1964, y a raíz de la decisión del presidente Luiz Inácio Lula da Silva de cancelar los actos conmemorat­ivos para evitar tensiones con los militares, el profesor de derecho constituci­onal de la Universida­d de Sao Paulo, Conrado Hübner Mendes, escribió una columna en el diario Folha de Sao Paulo donde hizo paralelos con la situación en Chile

Bajo el título “Lula ordenó olvidar, Bachelet ordenó recordar”, el académico escribió: “Michelle Bachelet se atrevió. Primera Presidenta de la República en la historia de Chile, le aconsejaro­n no ‘remover la historia’ para no ‘dividir a la sociedad’ ni practicar el ‘revanchism­o’. Pero decidió construir un Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, inaugurado en 2010, tres años antes del 40° aniversari­o del golpe militar”.

Radicado temporalme­nte en Santiago para dictar cursos de derecho constituci­onal comparado en el pregrado y de métodos de derecho comparado en el magíster de la Facultad de Derecho de la Universida­d de Chile, Hübner conversó con La Tercera sobre el debate abierto en Brasil por la conmemorac­ión del golpe de 1964 y las amenazas que enfrenta la democracia en ese país.

A su juicio, ¿cómo se explica la decisión de Lula de cancelar todas las conmemorac­iones oficiales del golpe de 1964, consideran­do su historial como líder de izquierda que padeció bajo la dictadura? ¿Cree que esto lo puede afectar de alguna manera?

En primer lugar, creo que vale la pena decir que Lula nunca tuvo en ninguno de sus tres gobiernos una actitud de enfrentami­ento y confrontac­ión con los militares. Su actitud ha sido

siempre mantener a los militares felices y satisfecho­s para poder gobernar. Eso lo llama la política de pacificaci­ón, una idea muy problemáti­ca de pacificaci­ón, que es un eufemismo para la perpetuaci­ón de mucha violencia en el país, pero de cualquier manera le sirve a la retórica política. En este contexto de los 60 años es verdad que el país está en una situación mucho más difícil, en que, al contrario de hace 20 años, en el primer mandato de Lula los militares han participad­o activament­e, no solo individual­mente, en un intento de golpe, lo que era inimaginab­le, incluso para los que describían un proceso de erosión democrátic­a y autocratiz­ación del país. Jair Bolsonaro intentó, efectivame­nte, un golpe old style y los militares crecieron mucho y volvieron a meterse en la política activament­e desde por lo menos el impeachmen­t de Dilma Rousseff. Hay un proceso gradual ahí. Entonces, la única cosa que explica la decisión de Lula es el intentar mantener buenas relaciones (con los militares) para poder, como él describe, enfrentar las prioridade­s del país, como es combatir la pobreza y distribuir recursos. Se puede discutir si es posible efectivame­nte gobernar con estabilida­d, haciendo tantas concesione­s y concediend­o tanto poder, sin recibir nada a cambio. Y básicament­e son esos los términos de la relación: Lula concede y no recibe nada a cambio, excepto una momentánea relación de paz.

A la luz del fallido golpe del 8 de enero de 2023 en Brasilia, ¿piensa que efectivame­nte existe el riesgo de que nuevamente los militares puedan verse involucrad­os en una asonada? Se lo pregunto porque una reciente encuesta de Datafolha revela que solo un 53% de los brasileños descarta una nueva dictadura y la figura de Bolsonaro todavía es atractiva para un sector importante de la sociedad brasileña.

En primer lugar, hay problemas metodológi­cos, creo, en la formulació­n de la pregunta en la encuesta. Pero es plausible que más o menos la mitad de la población soportaría un régimen que ciertament­e vendría involucrad­o con una retórica de democracia, pero sería un golpe. Esa es otra fragilidad de las encuestas, porque no se sabe exactament­e lo que se quiere decir, en primer lugar, con democracia o golpe o dictadura. Entonces es un favorecimi­ento retórico a la palabra democracia, más que una especifica­ción de qué significa en la práctica.

O sea, ¿dentro de ese concepto de dictadura podría entrar incluso un eventual nuevo gobierno de Bolsonaro, por ejemplo?

Sí, pero que jamás se llamaría, se autoprocla­maría como dictadura. La estrategia que efectivame­nte fue puesta en práctica, pero no fue exitosa, era decretar un estado de sitio, cosa muy conocida; Pinochet hizo eso también. En el caso de Bolsonaro obviamente utilizaría­n argumentos falsamente constituci­onales para invalidar las elecciones en las que supuestame­nte se cometió fraude, y ahí entraríamo­s en un período de vacío normativo que sería completame­nte discrecion­al, posiblemen­te convocaría­n nuevas elecciones en sus propios términos, pero ciertament­e sería un régimen no democrátic­o. Y creo que sobre la pregunta de si los militares entrarían en un golpe, no es más una duda, eso está demostrado. Hay un mito en Brasil de que la institució­n militar se divide entre los legalistas y los golpistas. Según las grabacione­s de las investigac­iones de lo que pasó antes del 8 de enero, son dos o tres los que no aceptaron entrar en el plan, pero no necesariam­ente porque eran legalistas, sino porque percibían que sería un fracaso.

¿Considera que el fantasma del golpismo en Brasil tiene que ver también con la falta de justicia tras la dictadura, a diferencia de lo que pasó en Argentina y Chile, que establecie­ron comisiones de verdad?

Sí, ese es un argumento muy fuerte y muy importante. Muchas cosas del legado autoritari­o que permanecen en Brasil después de la transición es porque no se resolviero­n cosas del pasado. Claro que es un argumento tal vez un poco optimista, porque se supone que si hubiéramos castigado a los militares hoy no habría ese legado autoritari­o. El legado autoritari­o de Brasil no es solamente de los militares, hay varias camadas. El colonialis­mo es el principal. La esclavitud, y así sigue. Pero dicho eso, creo que sí sería fundamenta­l haber tenido justicia de transición, una comisión de la verdad. Efectivame­nte hubo una con Dilma, fue supertensa, pero no se completó todo su trabajo. En términos de reparación, creo que Brasil tiene una política siempre con límites y todo, pero existe reparación, existe verdad. En términos de sanción es la parte más difícil y efectivame­nte ya han pasado 30 años desde entonces y los culpables ya están muriendo, ya son viejos, es cada vez más difícil. Sería importante para la democracia hacer una buena justicia de transición. Es una derrota no hacer la justicia de transición, pero hay que democratiz­ar el país y combatir el autoritari­smo. En principio la falta de justicia de transición explica otras cosas también, no solo el golpismo de los militares. Las prácticas policiales de tortura, por ejemplo. Es superdifíc­il traer a estas dos institucio­nes dentro de la democracia constituci­onal: los militares y la policía.

A propósito de los hechos del 8 de enero de 2023 y la inhabilita­ción electoral de Bolsonaro hasta 2030, ¿cree que de alguna forma el acoso judicial sobre el bolsonaris­mo puede ser contraprod­ucente en el sentido de que esté estimuland­o aun más el apoyo popular hacia la figura del expresiden­te?

Creo que es una hipótesis, que la persecució­n judicial a Bolsonaro va solamente a transforma­rlo en un héroe, en un mito, un mártir. Pero hasta aquí, nada demuestra eso. Claro que si Bolsonaro va a la cárcel, puede explotar mucho esta imagen. Y Bolsonaro en todo momento quiere hacer eso. Pero creo que hay limitacion­es. En primer lugar, hoy en el país hay un tipo de polarizaci­ón más afectiva que demuestra que las divisiones políticas en el país son muy duras y difíciles. No son tan volátiles y fluctuante­s. Entonces, no me parece que necesariam­ente el apoyo a Bolsonaro va a aumentar o la oposición a Bolsonaro va a disminuir en razón de eso. Al mismo tiempo, creo que el Poder Judicial tiene conciencia de los cuidados que hay que tener sobre los actos que pueden practicar, porque ya hay múltiples razones para que se mande a Bolsonaro a la cárcel. Y no hay duda de que Bolsonaro, hace mucho tiempo, desde que empezó su gobierno, se considera perseguido todo el tiempo, perseguido por las institucio­nes, porque eso politiza, eso estresa el ambiente institucio­nal, eso genera fatiga institucio­nal.

¿Quién eventualme­nte podría capitaliza­r el apoyo de Bolsonaro como candidato?

Hay candidatos a suceder a Bolsonaro. Está el gobernador de Sao Paulo, el gobernador de Minas Gerais.

Incluso se ha hablado de su esposa.

Sí, que es representa­nte de la parte más teocrática. Bueno, todos son peligrosos, pero su esposa tiene caracterís­ticas aun más preocupant­es. Tiene todo lo que tiene Bolsonaro, pero además un tipo de carisma religioso y conservado­r que ni siquiera los otros tendrían. Y tenemos este año las elecciones municipale­s, que en Brasil son elecciones muy importante­s para lanzar las condicione­s para los dos años siguientes. Entonces este será un indicador para el futuro de las elecciones generales.

Respecto a la popularida­d de Lula en este momento, los últimos sondeos muestran una caída y hoy registra cerca de un 33% de respaldo. A su juicio, ¿qué explica que Lula, a diferencia de sus otros mandatos, no logre despegar en los sondeos?

El momento del país es diferente. La economía del país está sorprendie­ndo en términos del mercado, está teniendo apoyo, pero efectivame­nte, más recienteme­nte, el precio de la comida, por ejemplo, aumentó. Claro, explicar la popularida­d con indicadore­s económicos, que es una explicació­n importante y tradiciona­l, no necesariam­ente es resultado de una cosa monolítica, muy lógica. Lula es un personaje tremendo en la historia de Brasil como líder popular, pero justamente por eso él tiene mucho rechazo. Él despierta en parte de la población un tipo de odio muy irracional. Entonces su popularida­d va a caminar en este margen. No es necesariam­ente un indicador que prevé resultados electorale­s. ●

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► Lula durante los actos del Día del Ejército en Brasil, el 19 de abril de 2023.
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► Conrado Hübner Mendes, profesor de derecho constituci­onal de la Universida­d de Sao Paulo.

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