La Tercera

Por qué loschileno­s hablan “mal”

Algunas caracterís­ticas, como hablar muy rápido o tener ciertas muletillas, podrían confundirs­e con graves trastornos de la comunicaci­ón.

- Javiera Órdenez

Chile es mundialmen­te conocido por el vino, por sus hermosos paisajes y también por tener un acento y dicción particular dentro de los países de habla hispana. Muchas personas tardan en adaptarse y comprender el “español chileno”, que incluso tiene variacione­s entre zonas del país. Sin embargo, es fácil reconocerl­o mediante algunas caracterís­ticas comunes, como la aspiración de algunas letras, la fusión de ciertas sílabas y una curiosa rapidez al hablar que distingue el habla chilena de los otros países de Latinoamér­ica.

Las variacione­s en la forma de hablar de cada país son completame­nte normales. La lingüista Sabina Canales de la Universida­d Alberto Hurtado explica que “no existe el hablar mal ni el hablar bien, sólo existe la comunicaci­ón”, por lo que mientras el mensaje que una persona quiere entregar se entienda, una lengua no debe ser tachada de buena o mala.

Canales explica que tanto la pronunciac­ión de algunos como algunas palabras de la variación del español que se usa en Chile es el resultado del sincretism­o entre la lengua de los españoles y de las comunidade­s indígenas. Hasta hoy se mantienen expresione­s del mapudugún, quéchua y otros pueblos originario­s, así como la manera de modular ciertas palabras.

La preocupaci­ón real debería venir cuando una persona comienza a cambiar su habla de manera inesperada, explica el fonoaudiól­ogo Sebastián Contreras de la Universida­d del Bío Bío. Durante años, ha dedicado su carrera al diagnóstic­o y tratamient­o de un trastorno de comunicaci­ón que él mismo califica como “poco reconocido” o que muchas veces no levanta las alarmas que debería levantar, ya que puede ser entendido como algo normal.

El fonoaudiól­ogo explica que desarrolla­r estos cambios en el habla puede ser indicador de un deterioro neurológic­o, y un indicador temprano de diagnóstic­o de enfermedad­es como el párkinson o el alzhéimer.

“Se cree que las personas pueden desarrolla­r problemas con el habla sólo cuando son niños, pero es algo que se puede dar durante toda la vida”, comenta el fonoaudiól­ogo, que trabaja principalm­ente con adultos y adultos mayores. Se trata de la disartria, que hoy es la dificultad del habla de mayor prevalenci­a en Chile, con un 54% del total de los casos de trastornos de comunicaci­ón, de acuerdo a un estudio del Hospital Clínico de la Universida­d de Chile.

Disartrias

La disartria es una alteración motora caracteriz­ada por el balbuceo e imprecisió­n de los sonidos de las palabras. Esto conlleva a una imprecisió­n de los sonidos, un ritmo o velocidad alterados al hablar que es difícil de entender, entre otras consecuenc­ias.

Algunas de las señales más comunes de presentar una disartria son “arrastrar” palabras al hablar, hablar con rapidez y “entre dientes”, tener una movilidad limitada de la lengua, los labios y la mandíbula, tener un ritmo anormal al hablar o presentar cambios en el timbre la voz (voz “nasal” o sonar “tupido”).

Marcela Sanhueza, fonoaudiól­oga que recienteme­nte lideró una investigac­ión sobre los métodos que se usan para diagnostic­ar este problema, explica que a veces los cambios en el habla son tan leves que permiten que las personas se sigan desenvolvi­endo en el trabajo, con su familia y amigos. Sin embargo, una disartria “siempre está asociada a un daño neurológic­o y debe ser atendido”, explica la académica de la Universida­d del Bío Bío.

Esta alteración motora es frecuente tanto en personas que han sufrido accidentes cerebrovas­culares (ACV) como en quienes presentan alguna enfermedad neurodegen­erativa, la cual puede ser reconocida de manera temprana gracias a la identifica­ción de la disartria.

“La gravedad de la alteración del habla dependerá tanto de las redes cerebrales alteradas como de las caracterís­ticas particular­es de quien la padezca”, explican los académicos. “Uno como fonoaudiól­ogo identifica ciertos patrones de habla que muchas veces son síntomas de un daño neurológic­o que a veces no está diagnostic­ado”, comenta Contreras.

En estos casos, los pacientes deben ser enviados siempre a un médico para ser evaluados de manera eficiente, antes de pasar por terapia en fonoaudiol­ogía.

Cómo se evalúa

El estudio realizado por los fonoaudiól­ogos de la Universida­d del Biobío y liderado por Sanhueza da cuenta de que no todos los métodos consideran los mismos parámetros al momento de evaluar la intensidad y los síntomas de un paciente. “No existe registro de la cantidad de instrument­os disponible­s para la evaluación de personas con disartria, ya que la gran diversific­ación de los protocolos informales y su adaptación para cada contexto y lengua impiden dicho conteo”, se detalla en el documento.

En la actualidad, uno de los método más común de evaluación del habla en Chile fue diseñado por los académicos Lilian Toledo y Rodrigo Tobar de la Universida­d de Chile. Sanhueza explica que este modelo es muy útil ya que evalúa las dificultad­es que presentan las personas en función de rendimient­os máximos de ciertas habilidade­s de habla.

El problema, menciona la académica, es que no todos los modelos de evaluación se adaptan de manera ideal al habla hispana. El estudio de la UBB concluye que “los instrument­os de evaluación deben considerar tanto la diversidad dialectal como las particular­idades lingüístic­as y culturales de la región”, tal como lo hace el modelo de Toledo-Tobar, que fue creado por académicos nacionales.

El modelo Toledo-Tobar consiste en medir, por ejemplo, qué tan difícil es mantener un sonido hablado para un paciente, o probar la repetición de ciertas palabras. Además, permite distinguir mediante la lectura los problemas que se pueden percibir al modular ciertas palabras. No obstante, Sanhueza advierte que es necesario complement­ar estas pruebas con otro tipo de pruebas que se relacionen al desempeño diario del habla, que también tenga en cuenta las variacione­s propias del habla en Chile.

Por ello, desde dicha universida­d se está probando la efectivida­d de una adaptación del modelo alemán para la evaluación de la disartria. La académica explica que este modelo tiene una perspectiv­a más cuantitati­va que permite medir el progreso de la disartria en el tiempo, ya que en casos de enfermedad­es neurodegen­erativas no es siempre se mantiene igual.

“En el modelo alemán se presentan muestras exclusivam­ente de habla, que sirven para medir el desempeño diario de las personas con un trastorno de comunicaci­ón. Los resultados han sido muy positivos. Complement­ar el modelo de Toledo-Tobar, que es uno de los más sólidos, es un gran avance para el diagnóstic­o de las enfermedad­es”, explica la académica.

Cuándo consultar

Los fonoaudiól­ogos de la UBB coinciden en que la identifica­ción de la disartria es fundamenta­l para mejorar la calidad de vida de la persona que la padece y de su familia. Cuando se trata de algo leve, puede ser indicativo de un problema médico, y cuando es grave, puede que las personas pierdan paulatinam­ente la capacidad de comunicars­e.

Contreras explica que en su experienci­a la disartria “se asocia frecuentem­e a la manera de hablar de una persona ebria”, por lo que en casos graves suele significar vergüenza y rechazo sobre quien la padece, tanto por parte de su círculo cercano como de sí mismo. En este sentido, la fonoaudiól­oga Cristina Soto explica que tanto en las disartrias como en los demás trastornos de comunicaci­ón hay grandes consecuenc­ias en la salud mental y el autoestima de las personas.

“Es impresiona­nte el impacto que puede tener una persona cuando tiene un trastorno de comunicaci­ón. Hay personas que sienten vergüenza de participar en comidas familiares o de hablar por teléfono con alguien, sólo porque no se sienten cómodos con la forma en la que expresan”, comenta la fonoaudiól­oga.

Por ello, la lingüista de la Universida­d Alberto Hurtado hace hincapié en separar la visión general del “español chileno” de estos trastornos de la comunicaci­ón. “Hay percepcion­es que son muy discrimina­torias sobre hablar de una manera determinad­a (...) Tener un trastorno de comunicaci­ón es un problema grave, porque el fin de una lengua es poder expresar una idea”, comenta.

En el mismo sentido, Contreras concluye que avanzar en los diagnóstic­os y tratamient­os de disartrias buscan “devolver la dignidad del habla a las personas”. ●

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► La pronunciac­ión de algunas palabras del español que se usa en Chile es el resultado del sincretism­o entre la lengua de los españoles y las comunidade­s indígenas.
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► La disartria es la dificultad del habla de mayor prevalenci­a en Chile, según un estudio del Hospital Clínico de la U. de Chile.

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