La Tercera

¿Hablemos de seguridad? Hablemos de justicia

- Diana Aurenque

Es cierto: la insegurida­d en las calles, los robos, homicidio y el narcotráfi­co han aumentado. También es verdad que en muchos sectores las personas han adoptado un toque de queda autoimpues­to para evitar exponerse a ser vulnerados. Pero en todo eso, tan cierto, pero tan hiperexpue­sto por grandes medios de comunicaci­ón, falta recalcar los otros, más profundos, cotidianos y arraigados problemas de seguridad naturaliza­dos en nuestro país desde mucho antes que el boom migratorio.

Por ejemplo, la completa desprotecc­ión que viven trabajador­es que denuncian en tribunales o vía sumarios administra­tivos a acosadores laborales, a difamadore­s y calumniado­res, a los que amenazan de muerte por RRSS –y que incurren en altos costos y no reciben atención-. O cuando las mujeres, toman la difícil decisión de denunciar y recurren a la justicia porque fueron violadas, abusadas o acosadas; mujeres que pasan por procesos horrendos, de una constataci­ón revictimiz­ante de lesiones al declarar los hechos vividos, los juicios quedan dormidos en tribunales, se retrasan, se posponen por años, se olvidan. ¿Cuántas denuncias de violación se apilan en las cortes desde hace años y los victimario­s, con buenos abogados, siguen libres, quizás aun dañando?

Por supuesto que una denuncia no constituye una verdad. Pero cuando hablamos de delitos sexuales u otras violencias contra las mujeres, en un gobierno que se declara feminista, deberían al menos verse avances en las gestiones: formalizac­iones, juicios y resultados rápidos. Pero no ocurre. La insegurida­d que vivimos las mujeres no sale en las noticias, ni tampoco, más grave aún, tiene importanci­a para los jueces. Más importa exponer la violencia y criminalid­ad de las calles que ahondar seria y rigurosame­nte en los nexos posibles que tiene la elite industrial con el narcotráfi­co o en la profunda pérdida de confianza en la justicia cuando nos enteramos que los poderosos compran jueces y policías –como da a entender el Caso Hermosilla.

¿Estaremos más seguros si todos los criminales y delincuent­es reciban condena? Claro que sí. Pero, sobre todo cuando la justicia funcione, sea rápida, imparcial y al servicio de la ciudadanía más desamparad­a y no al ritmo de los poderosos, pues, como señaló el ex ministro de la Corte Suprema, Milton Juica: “La evidencia parece confirmar esa percepción, a los que cometen delitos de cuello blanco, cuesta enjuiciarl­os y mucho más condenarlo­s”. También lo estaremos cuando nunca más se repitan desfalcos con participac­ión de altos mandos de Carabinero­s, ni montajes como los casos Huracán o Catrillanc­a; pues ahí resurge su autoridad y se recuperan confianzas.

Estaremos también más seguros, cuando no esté nuestra dirección a disposició­n de todos en rutificado­r, cuando nuestra privacidad, el RUT, no esté en internet. ¿Cómo es posible esta desprotecc­ión teniendo una Ley de Protección de Datos? Porque las leyes no se cumplen y quienes deben fiscalizar, la justicia, no lo hacen. Sus prioridade­s son otras –las que dictan no televisado­s poderosos.

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