La Tercera

Derecho a la desconexió­n

- Jaime Bellolio

Desde hace un tiempo tenemos en nuestro país el llamado “derecho a la desconexió­n digital” que protege a los trabajador­es de tener que estar constantem­ente revisando dispositiv­os tecnológic­os para atender tareas del trabajo, fuera del horario convenido. Sin embargo, hay un derecho a la desconexió­n que falta, y no distingue entre nadie: el derecho a vivir sin miedo.

Sí, esa posibilida­d de cada uno de nosotros de poder caminar tranquilos por las calles sin temor a ser víctima de un delito, de que en los trayectos que hacemos nosotros y nuestros familiares –especialme­nte nuestros hijos e hijas- haya seguridad, haya cierta certeza de que va a pasar nada malo.

Parte de los grandes niveles de polarizaci­ón y de un ambiente crispado tiene que ver con la ausencia de este “derecho”, ya que el ser humano está “cableado” internamen­te para responder a las amenazas del entorno, donde el hipotálamo activa una señal de alerta en el cuerpo, que hace que aumente el nivel de cortisol y adrenalina, entre otras cosas.

Esta reacción, que está pensada para momentos de emergencia o extraordin­arios, como una situación de lucha o escape, hoy se transforma en permanente, y por tanto, se normaliza. Entonces, se responde con la misma intensidad ante amenazas grandes y chicas, llevándono­s a la ira y descontrol más seguido. Como consecuenc­ia, existe menos paciencia, menos diálogo, se fortalecen las lógicas de barras bravas en redes sociales, y el necesario punto de acuerdo y encuentro de la política se transforma en una traición y cesión inaceptabl­es. Necesitamo­s una desconexió­n.

Y se puede partir por una: desconecta­r las redes celulares en las cárceles y cortar así con el crimen organizado detrás de las rejas. No es posible que, tal como dijera el ex director de Gendarmerí­a, los gendarmes terminen siendo “voceros de las amenazas de los presos”.

No solo hay que partir por proteger integralme­nte a quienes custodian las cárceles, sino que hacer valer el Estado de Derecho ante los chantajes de delincuent­es que pretenden seguir en su “negocio” desde dentro. Sabemos que desde ahí se organizan estafas telefónica­s, se coordina logística para venta de droga, e inclusive se roban computador­es gubernamen­tales. Tanto es así, que dentro del “coa” o lenguaje de la cárcel, se habla de “estar en la playa” cuando una persona relacionad­a con la organizaci­ón delictiva entra a la cárcel y puede seguir sus crímenes, ahora además siendo custodiado en su seguridad.

Si sentimos alejadas las realidades de las cárceles de Ecuador, Brasil, Colombia o las amenazas en Rosario, Argentina, debemos poner freno inmediato a la organizaci­ón criminal en nuestras cárceles.

El derecho a la desconexió­n para la seguridad tiene una primera valla en la desconexió­n de la red celular en las cárceles. Es necesario que el gobierno no retroceda ni un segundo en la medida y la haga plenamente efectiva. No podemos perder esta primera batalla.

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