La Tercera

“Como seres humanos, las feministas podemos ser contradict­orias y equívocas”

- Pablo Retamal Navarro

Coloquio de las quiltras se llama lo más reciente de la destacada escritora nacional. En un ejercicio propio, mezclando géneros, escribió un ensayo ficcionand­o donde aborda las diferentes vertientes del feminismo, siempre desde una forma accesible. En charla con Culto, desentraña el volumen.

Como en una fábula, dos ejemplares caninos hembras adquieren voz en las escalinata­s de una biblioteca, en España. Ambas tienen nombre, Lina y Luna, pero no necesariam­ente son equivalent­es a su trasunto humano, Meruane y Miguel, chilena y española, respectiva­mente. Reunidas por la casualidad, inician un perruno diálogo que cruza principalm­ente el feminismo. O en rigor, los feminismos. Sí, es que hay más de uno. De hecho, cada una representa una forma distinta de pensar.

Al hablar de ideas, la mirada siempre va por defecto al ensayo. Como sabemos, es el formato favorito para sustentar las ideas. El más moldeable, el más plástico. Pero Lina Meruane opta por ir más allá, lo estira con todas sus posibilida­des y sitúa a ambas cánidas femeninas en un ensayo ficcionado. Es lo que vemos en su nuevo libro, Coloquio de las quiltras. Argumentos caninos ante las crisis del feminismo, un volumen breve que acaba de publicarse vía Debate. Su mayor mérito es abordar ideas de un modo accesible, lejos de la pretensión intelectua­l. Al alcance de cualquier lector.

Como suele ocurrir, la idea surgió de modo casual. Así lo cuenta la misma autora a Culto. “Mi Coloquio de las quiltras fue primero una conferenci­a que escribí para dos eventos, uno en Casa de América, en Madrid, y el otro en la Universida­d de Salamanca. Caían en la misma semana y por lo tanto junté en un mismo texto los dos temas de los cuales se me pedía hablar: la situación de las mujeres escritoras contemporá­neas y la violencia simbólica contra las mujeres. Pero una conferenci­a dura media hora y me quedé con más asuntos a los que hincarles el diente, ahí se me ocurrió que podía ser un pequeño libro”.

En este libro, Meruane vuelve a una idea muy suya y que le ha dado un sello como escritora: la de mezclar géneros. Y en este caso, termina logrando un libro de ideas en voces de dos personajes ficticios. ¿Por qué dos quiltras? Meruane lo explica: “Por esos días me hallaba releyendo para una clase el Coloquio de los perros que Miguel de Cervantes incluyó en su libro Novelas ejemplares, es un texto muy filosófico y muy moderno del año 1612, incluso moderno para nuestro tiempo. Se me ocurrió que en vez de escribir una charla tradiciona­l podía usar un soporte ficcional a la manera de Cervantes. Y también a la manera de la escritora puertorriq­ueña Rosario Ferré, quien hizo, el siglo pasado, una versión de dos perras que discuten la problemáti­ca representa­ción de las mujeres en las obras del Boom. Solo que Cervantes pone dos perros a hablar y Ferré, a dos perras finas, mis perras son quiltras”.

En el subtítulo dice: “La crisis del feminismo”. ¿Por qué? ¿De qué manera se ha expresado esa crisis?

El feminismo agrupa a una serie de ideas elaborado por y para las mujeres, en el feminismo hay muchas posiciones políticas e incluso corrientes que se contradice­n. Por eso hablamos hoy de feminismos. Entre esas corrientes hay un feminismo mujerista, que cree solo en la defensa de aquellas nacidas mujeres, y otros más abarcadore­s, el transfemin­ismo, que defiende los derechos de las personas trans y el feminismo intersecci­onal, que se ha abierto a la protección de todos los grupos vulnerados, las personas negras o marrones, las personas pobres, las personas con capacidade­s diferentes, etc. Y hay feminismos contrarios a la prostituci­ón y otros a favor de la protección de los derechos de las trabajador­as sexuales.

¿Le interesaba poner en el tapete ese choque en parte generacion­al entre dos visiones del feminismo?

Absolutame­nte. Dentro del feminismo hay unas que consideran que exponerse físicament­e es volverse objeto de consumo de la mirada patriarcal y otras, en general más jóvenes, que reivindica todas las libertades relativas a sus cuerpos, desde el derecho al aborto hasta la posibilida­d del escote y la minifalda y el color rosa negado por las otras. Yo me formé en el primer grupo y me he visto involucrad­a en estos debates, incluso en airadas polémicas sobre cómo debe presentars­e públicamen­te una mujer para ser considerad­a en serio y, por extensión, cómo debe posicionar­se autoralmen­te una escritora. Esos debates me obligaron a reflexiona­r y a revisar mi posición, y a considerar esas otras maneras de sentir y vivir el feminismo. Incluso te diría que uno de los asuntos centrales de mi ensayo es la necesidad pensar a contrapelo de todo y de partir siempre por pensar las propias posiciones.

¿En cuál de las dos veredas se ubica usted?

Ni en una ni en la otra, en ese diálogo entre estas quiltras estoy discutiend­o conmigo misma, con mis propias ideas, y estoy consideran­do todos los argumentos. Estas quiltras me hicieron reflexiona­r muchísimo. En la cuestión del perreo, por darte un ejemplo, la más joven acusa a la más vieja de rechazarlo y Lina acaba haciendo una pequeña confesión sobre su relación con la sensualida­d de ese baile y con las letras de esas canciones.

¿Hay un elemento de clase en esta dicotomía como lo sugiere la quiltra Luna?

Sin duda, y la acusación que Luna le hace a Lina es que rechaza (o rechazaría) el perreo por una posición clasista e incluso racista que sin duda puede estar en lo que rechazamos. Me interesaba no olvidar cuánto importan nuestros lugares de privilegio, aunque sean privilegio­s relativos, en relación con tantos temas: como seres humanos, las feministas podemos ser contradict­orias y equívocas, podemos discrimina­r y debemos estar siempre atentas.

¿Cree que el feminismo hoy sigue teniendo el mismo peso que en 2018, por ejemplo?

Pienso que los feminismos han tenido un impacto muy significat­ivo sobre todo en el pensamient­o de las mujeres más jóvenes e incluso de hombres más jóvenes, y eso, espero, tendrá un efecto duradero. Cuando yo tenía 21 años, es decir, hace más de tres décadas, mis contemporá­neas se reían de mi feminismo, porque les parecía que todo estaba resuelto; yo sabía que había mucho todavía por hacer y pienso que todavía hay mucho por hacer. ●

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