La Tercera

¿QUO VADIS GENDARMERÍ­A?

- Claudio Martínez Cerda Ex director nacional de Gendarmerí­a

SEÑOR DIRECTOR:

La irrupción del fenómeno conocido como “crimen organizado”, que opera desde el interior de las cárceles, ha evidenciad­o la necesidad de realizar cambios estructura­les y radicales en el sistema penitencia­rio. Los jefes de bandas por defecto han instalado sus oficinas al interior de estas, gracias al uso de celulares principalm­ente. Desde allí articulan, coordinan y ordenan delitos graves como el secuestro, el sicariato, la trata de personas, la extorsión y, por cierto, el tráfico de drogas. La instalació­n de inhibidore­s de señal en algunos de los recintos de mayor complejida­d criminal solo representa una respuesta parcial al problema, pues deja en evidencia que no es posible controlar el ingreso masivo de celulares a las cárceles, salvo que esto sea funcional a un trabajo de inteligenc­ia. Aun así, el ingreso de celulares sigue siendo un problema no resuelto.

Gendarmerí­a hoy es clave en el combate de la delincuenc­ia y del crimen organizado, puesto que al interior de las cárceles hay una enorme cantidad de informació­n cautiva y localizada; sin embargo, la institució­n depende del Ministerio de Justicia y no de Interior, responsabl­e de la seguridad ciudadana, como ocurre en muchos países del mundo. Por ello, su dependenci­a debiera estar en el futuro en el Ministerio de Seguridad Pública.

Pero Gendarmerí­a necesita más cambios. Una segunda reforma estructura­l es el rediseño del tratamient­o de los reclusos. El actual sistema “sesentero y paternalis­ta” se crea en un contexto muy diferente del actual. La reiserción hoy debe considerar­se como parte de la seguridad, por lo que es necesario precisar con claridad el alcance de los derechos de los presos de alta criminalid­ad, pues el uso abusivo de los mismos termina por violar los derechos humanos de ciudadanos honestos.

Por último, en esta línea de reformas estructura­les, no es necesario militariza­r el sistema, se trata de un servicio ya militariza­do y armado, solo que debe dejar de ser simbólico. La verticalid­ad y responsabi­lidad del mando resultan incompatib­les con la proliferac­ión de gremios existentes al interior del servicio. Las estrategia­s y acciones del combate contra el crimen organizado son parte de un conjunto de políticas públicas de carácter nacional y multisecto­rial por lo que deben estar ajena a intereses corporativ­os.

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