La Tercera

Reconstruc­ción, sociedad civil y el narco

- Sylvia Eyzaguirre Investigad­ora CEP

Las imágenes del incendio que afectó a la Región de Valparaíso son desoladora­s. El incendio afectó a cinco comunas de la región, quemando más de 9 mil hectáreas. Las comunas con más daño fueron Viña del Mar y Valparaíso con el 34% y 38% de su superficie afectada, respectiva­mente; sobre el 50% de la infraestru­ctura crítica quedó destruida. Producto de este incendio, más de 130 personas murieron. Según el exdirector de Senapred, la Conaf se habría tardado en enviar la informació­n y producto de ello los mensajes del Sistema de Alerta de Emergencia (SAE) no llegaron oportuname­nte. ¿Cuántas personas se podrían haber salvado si el Estado hubiera reaccionad­o a tiempo?

Vale la pena preguntars­e a más de dos meses del incendio, ¿qué está sucediendo con la reconstruc­ción? Las noticias no son alentadora­s. Por el contrario. Desde distintas fuentes uno oye que el Estado está ausente, la reconstruc­ción no llega, tampoco la ayuda, y estamos a semanas de que comiencen los fríos otoñales. Los escombros todavía no han sido removidos; las familias que perdieron todo aún pernoctan en carpas y no se ve ni a lo lejos avances en materia de reconstruc­ción. En parte esto se debe a la lenta ejecución del Estado, pero sobre todo a la decisión del gobierno de terminar o al menos disminuir de forma significat­iva su colaboraci­ón con las fundacione­s, que precisamen­te están presentes en aquellas tareas donde no está ni el mercado ni el Estado. El impasse con Democracia Viva ha “mal” justificad­o una política de cero confianza con el tercer sector, el sector de las fundacione­s. El problema principal no es la crisis o incluso el quiebre de las fundacione­s o corporacio­nes, algunas de larga data y gran reputación; el principal problema son los beneficiar­ios de estas fundacione­s que hoy se encuentran completame­nte abandonado­s. Es cosa de ir a los campamento­s en Antofagast­a o en el mismo Valparaíso para presenciar el abandono de la población más vulnerable del país. Ahora bien, quienes sí han estado presentes son el crimen organizado y el narcotráfi­co.

El letargo del Estado y la crisis que experiment­a la sociedad civil producto de la “negligenci­a” o corrupción del gobierno en el caso de Democracia Viva ha permitido que el narco lo reemplace. Ya son muchas voces que alertan la presencia del narco en las poblacione­s de emergencia de Valparaíso y Viña del Mar, prestando ayuda con la remoción de escombros y proveyendo mediaguas y ayuda a las familias.

El incendio de Valparaíso ha dejado no solo en evidencia la falta de gestión del actual gobierno, sino que esta ausencia ha permitido que el narco penetre aún más en los territorio­s, reemplazan­do al Estado y ganando una peligrosa legitimida­d entre la población afectada. Ante el más absoluto desamparo, ¿qué importa quién provee la ayuda? La reflexión ética sobre el origen de los recursos que vienen a socorrer a los más desvalidos parece un ejercicio teórico de salón, un lujo de quienes pueden, muy alejado de la realidad que enfrentan miles de familias afectadas por el incendio. ¿Qué debe suceder para que el Estado reaccione de una vez por todas? ¿Qué tiene que pasar para que el gobierno tenga las agallas necesarias para retomar la relación histórica con la sociedad civil y le entregue el mandato y, por supuesto, los recursos para la reconstruc­ción de las zonas afectadas por el incendio? Nuestra frágil democracia debe legitimars­e todos los días. La tarea no es fácil, y son estos espacios, estos interstici­os de poder los que permiten que el narco vaya ganando territorio y aumentando su legitimida­d. No sirve de nada combatir al narco y el crimen organizado con armas, si acto seguido se los deja libres para llenar los espacios donde el Estado no alcanza a llegar. La ineficienc­ia del Estado y la desconfian­za hacia las fundacione­s nos está saliendo excesivame­nte caras.

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