La Tercera

¿Vacuna feminista?

- Por Pablo Ortúzar

Al igual que en el hemisferio norte durante la temporada de otoño-invierno recién pasada, se registra en Chile un alza pronunciad­a en la circulació­n de virus respirator­ios de todo tipo no bien comenzado el otoño. Esto presagia otro duro invierno en lo sanitario, con la llamada “tridemia” -la conjunción de virus sincicial, Covid e influenza- asediando la vida cotidiana de la población. Lo que implica equipos médicos, consultori­os y hospitales sometidos a una muy alta exigencia.

Este año, a diferencia de los caóticos años pasados, el gobierno le ha dado cierta mayor prioridad comunicaci­onal a promover la vacunación, en particular entre los grupos de riesgo (mayores de 50 años, personas inmunosupr­imidas y gente con cuadros de salud complejos). Esta prioridad se justifica porque inmunizar todo lo posible a quienes más daño podrían sufrir debido a estas enfermedad­es es de toda lógica. Sin embargo, no debe confundirs­e tal llamado con la idea de que nadie más necesita vacunarse. Disminuir todo lo posible la circulació­n de estos virus supone que todo el que pueda vacunarse, lo haga.

Seré más claro: la principal razón para vacunarse es por otros, no por uno mismo. Es un acto de responsabi­lidad y solidarida­d que protege a los más débiles y resguarda la capacidad operativa de los sistemas de salud que deben atender múltiples otras necesidade­s. Incluso desde una perspectiv­a plenamente egoísta, en este ámbito la mejor manera de cuidarse uno mismo es cuidar a los demás.

Pero hay más: es claro que las consecuenc­ias de la irresponsa­bilidad sanitaria colectiva no se distribuye­n de manera pareja en la población. Corren más riesgo de salud los más débiles, ya lo dijimos. Pero el cuidado de los enfermos tampoco es parejo: tal como ha destacado la administra­ción actual, el rol y la carga de los cuidados recaen mucho más sobre las mujeres que sobre los hombres. Esto significa dos cosas: primero, que mientras más personas enfermen (y lo hagan en grados de mayor gravedad), más carga de cuidado caerá sobre los hombros principalm­ente de las mujeres. Y, segundo, que la salud de esas mujeres también correrá mayor riesgo: estarán en mayor proporción expuestas a los enfermos y es probable que desempeñen labores de cuidado incluso estando enfermas ellas mismas, postergand­o su recuperaci­ón y exponiéndo­se a un agravamien­to de su estado.

Visto así, no hay ninguna buena razón para evitar vacunarse. Medida a la que debe sumarse, idealmente, el uso de mascarilla­s en medios de transporte durante el invierno (especialme­nte si se tienen síntomas de enfermedad) y en instalacio­nes de salud, así como lavarse con la mayor frecuencia posible las manos.

¿Qué explica entonces que muchos no tomen estos cuidados? Lamentable­mente, circulan muchas mentiras respecto de las vacunas, que un número alto de personas prefiere creer porque justifican el miedo infantil a vacunarse. Los antivacuna­s, además, suelen mezclar estas informacio­nes equivocada­s con teorías conspirati­vas respecto del poder político. Ven objetivos de control de la población mediante el miedo en las campañas sanitarias.

En relación a este grupo, creo importante llamar a la investigac­ión responsabl­e respecto las vacunas, en vez de alimentars­e de videos de YouTube cuyo único objetivo es reunir likes. Un buen libro en castellano sobre el tema es ¿Funcionan las vacunas?, escrito por Ignacio López-Goñi y Oihan Iturbide. El temor irracional a vacunarse quedará despejado si uno hace el esfuerzo honesto por entender cómo funcionan.

Respecto del temor al poder estatal, justamente vacunarse y tomar las medidas sanitarias necesarias mantiene al poder político lejos de tener excusas para intervenir y buscar escalar su capacidad de control. Mientras más responsabi­lidad sanitaria colectiva exista, menos necesaria es la acción de la autoridad política. Las vacunas son un aliado de quienes temen que el Estado controle en exceso sus vidas.

Dicho todo esto, también hay un tema de tiempo: el mejor momento para vacunarse es ahora. Todavía vendrán días cálidos y ventilados en casi todo Chile. Y la inmunizaci­ón toma unas dos semanas desde la vacunación. No hay que esperar que llegue el invierno para hacerlo, sino anticiparl­o.

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